Doble personalidad narrativa
La primera vez que oí hablar de Alicia Giménez Bartlett fue por la lectura de Una habitación ajena, una suerte de biografía y recreación ficcional de la relación entre la escritora Virginia Woolf y su cocinera Nelly Boxall. Ese libro obtuvo el Premio Femenino 1997 que otorgaba la editorial Lumen. Luego vinieron otras lecturas. La última copa de verano, creo que de 1995, y Días de amor y engaño, de 2006. Entre esos libros se colaban otros de la misma autora: toda la serie de novelas policiales, con Petra Delicado como inspectora y su ayudante-escudero Fermín Garzón. Soy un fanático de la novela de género. Y si sus protagonistas son mujeres, más todavía. Con Petra Delicado disfruté y sigo haciéndolo. Es verdad que a veces extrañé cierto aire de mayor riesgo formal en estas entregas. Pero la Delicado me hacía sentir cómodo en todas sus pesquisas, pesquisas que como exige el género, al final terminaban siendo auténticas y lúcidas indagaciones sociológicas de la España contemporánea.
Que ahora Giménez Bartlett gane el Nadal no me extraña nada. Y mucho menos, no me sume en ninguna duda. Me sigo preguntando cómo hace esta escritora para conciliar dos registros novelísticos tan distintos. Cómo hace para conducir a su inspectora por vericuetos criminales y casi simultáneamente con otras leyes narrativas radiografiar las relaciones humanas con tanto tacto estético y finura psicológica. En la reciente Guía de la novela negra, Héctor Malverde dice algo con lo que estoy totalmente de acuerdo: "La detective creada por Alicia Giménez Bartlett, una mujer que, a mí juicio, ha tenido el coraje (que sirve en literatura, pero muy poco sin talento y disciplina) de pegar un salto mortal desde novelas como Exit y Vida sentimental de un camionero a la saga de la detective más célebre de la península".
Los temas que trata Jiménez Bartlett en sus novelas clásicas, por decirlo de alguna manera, son la rutina, la incomunicación, la soledad, los desencuentros sentimentales, la abulia matrimonial, cierto hastío burgués. En sus novelas de género estos elementos están. Sólo que mezclados con la intuición detectivesca. Una intuición que coincide con la femenina (o feminista). La escritora cultiva la doble personalidad narrativa. Esto no es nuevo. Miren al novelista irlandés John Banville. Miren al flamante premio Nobel Mario Vargas Llosa. Ellos sabrán qué parte de esa personalidad les llena más y qué tienen que ceder o ganar para que en esa lucha (que tiene que haberla, estoy seguro) para que las dos personalidades nos desentonen y una no devore a la otra. No me extraña nada que Alicia Giménez Bartlett haya obtenido el prestigioso Nadal. De alguna manera, la autora de El cuarto corazón se vino preparando para ello desde hace tiempo.
J. Ernesto Ayala-Dip es crítico literario.
Babelia
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