Las batallas del Abuelo Cebolleta
Un libro recupera los 100 años de historia de la editorial Bruguera
Bullicio a la entrada de la Fundación Suñol de Barcelona. De repente, una cara conocida. "¡Pero si es Ibáñez!", comenta un transeúnte, lamentando no llevar encima un ejemplar de Mortadelo y Filemón para pedirle una firma al "padre" de los famosos detectives de la TIA. Y sí, estaba Ibáñez, y Jan, y Ferrándiz, y Ramis, y más tarde llegó también Víctor Mora, el creador de mitos como el Capitán Trueno. Dibujantes y otros trabajadores de Bruguera se habían reunido para asistir a la presentación del libro que celebra los 100 años de la histórica editorial. Su autor, Antonio Guiral, ejerció de Abuelo Cebolleta, el famoso personaje de Vázquez, y recordó algunas de las muchas batallitas de Bruguera que explica de forma sintética pero amena en este libro en el que, afirma, aunque fueron muchos los que se introdujeron en la cultura gracias a las publicaciones populares de Bruguera. En el libro "En realidad son tres editoriales, pero con una línea de continuidad entre ellas", explicó después Antoni Guiral, autor de un libro en el que, afirmó, "todos los mayores de 35 años reconocerán alguna publicación que marcó su infancia". Sea Pulgarcito o Superlópez, las novelitas de Silver Kane o de Corín Tellado, los clásicos ilustrados de Historias Selección o las novelas de Boris Vian de Libro Amigo.
100 años de Bruguera. De El Gato Negro a Ediciones B tiene solo 186 páginas y tapa dura, como de álbum de cómic, pero resume en un ambicioso ejercicio de síntesis tanto la tumultuosa historia de la editorial como la de sus principales producciones. El subtítulo explica su evolución. Joan Bruguera tenía 25 años cuando en 1910 fundGato Negro, una editorial destinada al gran público (por otra parte escaso en una España con el 60% de analfabetos) que tuvo primero su sede en el Born de Barcelona y poco después en el barrio de Vallcarca. Allí nació Además de todo tipo de folletines y novelas popularesen 1921 Pulgarcito, la revista enseña de la editorial que acabó siendo sinónimo de la mejor historieta española.
Tras la Guerra Civil, durante la que fue colectivizada por la CNT, los dos hijos del fundador, fallecido en 1933, decidieron cambiarle el nombre y ponerle solo el apellido familiar. Guiral, que para elaborar el texto ha buceado en los archivos de la editorial y entrevistado a muchos de sus ex trabajadores, aventura que así se pretendía borrar el evidente rastro republicano de El Gato Negro.
Comienza entonces, en 1940, la época dorada de la factoría Bruguera, en la que se curtieron dibujantes como Vázquez, Escobar, Peñarroya, Cifré, Giner, Ibáñez Mora, Purita Campos e incluso Perich, entre otros muchos. También comienza otro mito, tristemente real, que es el de las jornadas intensivas no muy bien pagadas y el de la falta de derechos de autor, que solo algunos consiguieron recuperar tras muchas batallas legales. Bruguera llegó a tener más de 1.000 empleados y conseguía tiradas que hoy harían estremecer de placer a cualquier editor de manga, pero en 1986, finalmente, quebró. Sus fondos y marcas fueron adquiridos por el Grupo Zeta, que creó Ediciones B, su última reencarnación.
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