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La lámpara minera cumple 50 años

El Festival de Cante de Las Minas de La Unión, descubridor de talentos del flamenco como Miguel Poveda, Israel Galván o Vicente Amigo, celebra sus bodas de oro

Todo empieza, como casi siempre, con una anécdota. Una historieta curiosa y simple, protagonizada por Juanito Valderrama, que desencadena una acción. Y de aquella acción hace ahora 50 años. Un grupo de aficionados, entre los que estaba el entonces alcalde, Esteban Bermal, se dio a la labor de conservar los cantes de la zona, muy en desuso y caídos en desgracia por una parte del público local, y eso, que en un inicio tomó forma de concurso de cante, es hoy un referente como descubridor de talentos flamencos, además del festival flamenco veterano en España.

Esta noche, en el antiguo mercado de La Unión, sede actual del festival, actuará Enrique Morente, uno de los referentes del flamenco actual y un rendido admirador de este certamen y de los cantes que pretende conservar y difundir, los mineros. Será la segunda de las galas de seis previstas antes de que dé inicio el plato fuerte del festival: el concurso de cante, descubridor de talentos como Miguel Poveda, Vicente Amigo o Israel Galván.

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Que hoy, 50 años después, esto pueda ocurrir, parece un milagro a los ojos de Manuel Navarro, director adjunto del festival. "Esta no es una ciudad de tradición flamenca como puedan ser otras en Andalucía, ni es una ciudad con poderío económico ni industrial. Aquí se han dado unas circunstancias que casi podemos llamar pequeños milagros, que han dado lugar a lo que es hoy el festival".

La Unión es un pueblo pequeño murciano, de poco más que 18.000 habitantes. Tiene un solo hotel, no es un lugar turístico. Se define como un pueblo "minero y flamenco". Al menos, así lo dice el cartel que da la bienvenida por carretera desde la vecina Cartagena. Tampoco es uno de los municipios con más historia de España: el aniversario del festival coincide con el 150 cumpleaños de la fundación de la localidad. Pero su historia está ligada necesariamente al arte jondo, que trajeron los inmigrantes andaluces asentados en la zona, atraídos por el trabajo en la mina, abundante en la época. El trabajo bajo tierra traía consigo su propio canto, que mezclado con el floklor local hizo que se desarrollase una variante autóctona de flamenco, los cantes mineros.

Primero fueron los cafés cantantes en los que los mineros se divertían, lugares de perdición abiertos hasta el amanecer, donde se interpretaban y disfrutaban los cantes. Luego, cuando éstos fueron prohibidos, tímidamente, se fueron organizando pequeños recitales con cantaores locales. Desde principios de los 60, época en la que los concursos flamencos hacían furor especialmente en Andalucía, aquí, de manera modesta, se inició este, cuyo premio máximo es al que mejor interpreta el cante local, y que año tras año iba añadiendo elementos que lo fueron fortaleciendo.

El último ha sido la creación de la Fundación de Cante de las Minas que, como cuenta el alcalde, Francisco Bernabé, dará una mayor solidez y solvencia económica al festival, "aunque en la práctica no se va a notar la diferencia, porque el patronato delega en una comisión organizadora, que es la misma que venía encargándose del festival hasta ahora".

Con un presupuesto de 650.000 euros, una cifra modesta para un festival de estas características, este año se añaden a las dotaciones del Ayuntamiento de La Unión y el Gobierno de la Región de Murcia, las aportaciones de la Junta de Andalucía, el ministerio de Cultura a través del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y Musicales (INAEM) y dos entidades privadas.

Miguel Poveda: punto de inflexión

Antes que él, muchos estuvieron en La Unión para participar en el concurso o disfrutar de las galas y el flamenco local. Pero el nombre del Festival de Cante de Las Minas va asociado, desde los años 90, a Miguel Poveda. Ni el certamen ni el cantaor serían lo que son hoy el uno sin el otro. Poveda arrasó en el concurso, y agradecido como es, ha llevado el nombre del festival y sus cantes por todos los escenarios en los que actúa. "La historia de Poveda con La Unión es como el cuento de Blancanieves, es único", explica Navarro, un rendido admirador del cantaor badalonés.

Pero como decíamos, muchos otros antes que él intentaron conseguir la Lámpara Minera, el preciado trofeo que abre las puertas de una carrera en el flamenco. Hubo algunos, incluso, que lo hicieron año tras año. Es el caso de Ildefonso Pinto, cantaor fallecido recientemente, que se presentó al concurso durante 20 años, hasta lograr el máximo galardón, otorgado por un jurado elegido para la ocasión cada año.

"El jurado es intocable y tiene que ser gente de fuera, de mucho prestigio", explica Francisco Bernabé, alcalde de La Unión. "Hay dos equipos: el que hace la primera selección, que este año se ha hecho en 14 pruebas en diferentes localidades fuera de La Unión, enviado desde la Fundación". Ellos eligieron los 33 participantes que protagonizarán las semifinales y final de cante, toque y baile la semana que viene. "Para la final se elige a gente que no tenga relación con los artistas, que tenga un prestigio en el flamenco, que pueda valorar la manera de hacer los cantes".

La historia del concurso tiene entre sus anécdotas, en estos 50 años, episodios de desacuerdo entre el público y el jurado a la hora del fallo. "Yo recuerdo que más de una vez han volado sillas al escenario y el jurado haya tenido que salir escoltado del recinto", explica Navarro, vinculado a la organización del festival desde los años 80. "Ten en cuenta que unas lámparas mineras se han dado con un 5,5 y otras con un 9,5. Las dos notas están por encima del aprobado, pero no es lo mismo una que otra". Alguna vez, como ocurrió en 1991, incluso han dejado desierto el premio principal.

Lo que se pretende en este certamen, explica Navarro, es descubrir los nuevos talentos. Para esto, incluso, hubo que cambiar las normas a lo largo de estos 50 años de celebración. "Había gente que se presentaba una y otra vez, los típicos profesionales de los concursos", dice Navarro. "Y no tiene tanto sentido que nosotros premiemos a un señor de 70 años, aunque alguna vez lo hemos hecho, pero no es un premio de reconocimiento a una trayectoria, sino de servir de descubridor de gente con cualidades".

Este año, alrededor de 140 jóvenes se han presentado para lograr los 63.500 euros en premios que otorga el festival, y más que eso, el inicio de un camino de éxitos. De ellos, sólo 33 estarán en las últimas pruebas. Quién sabe si entre ellos esté, hecho un manojo de nervios y con la cabeza llena de sueños, el próximo gran nombre del flamenco.

ISABEL MUÑOZ
PEDRO VALEROS

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