Éxito repugnante
Tres chavales creadores de 'Niña repelente' tratan de gestionar el tirón de una serie basada en los tópicos andaluces.
Hartos de trabajos que no les gustaban, tres chavales andaluces colgaron en Internet el primer episodio de su serie de animación. En tres minutos concentraban humor negro y una serie de personajes desbandados. Recibieron 10.000 visitas. Ahora que, un año después, la Niña Repelente se ha hecho famosa, intentan encontrar el medio de vivir de ello.
Debe de ser uno de los lugares más andaluces del planeta. La sede de Frikibot, productora de la serie de animación en Internet Niña Repelente, está en El Carambolo, aldea de las afueras sevillanas, al cruce entre la calle Almería y la calle Málaga. Es un cuarto con cinco ordenadores y una miríada de dibujos colgados a las paredes. Allí trabajan cada día los tres creadores, Jesús Calvo de León (24) y los hermanos José Antonio (28) y Manuel Pérez (30): tras conocerlos y ver dónde nació la idea, se entiende que la serie no podía sino salir tal y como es.
"Cuando diseñas, a menudo estás ante un papel blanco y de repente se te ocurre una idea. Primero surgió el nombre y después el personaje", cuenta José Antonio. "Una vez creada una niña repelente, inventamos otros personajes que encajasen con ella", continúa. Los sacaron de su entorno, contando lo que mejor conocen: "¿Qué sentido tiene imitar a las series americanas? Nosotros somos de Andalucía y narramos lo que vemos aquí, con el típico humor negro andaluz".
La gente se identifica, reconoce a los personajes: "La vecina que pasa más tiempo en tu casa que en la suya; el padre que se dedica a estar en el paro y jugar a las cartas en una peña con sus colegas y, no obstante, está amargado. Todos han conocido a tipos así", explican. Un niño gordo enganchado con Topazio y una madre que tiene alucinaciones y toma fármacos son otros de los protagonistas. Los tres creadores reconocen que han recibido influencias también por series como Simpson, Futurama y South Park (de hecho, el tipo de animación se parece a esta última).
Huir del latigazo
"Teníamos trabajos que no nos gustaban: diseñador gráfico y de rótulos, informático. Más que nada, era el cómo: aquí no importa la calidad, tienes a un jefe con un látigo que te pide que hagas todo lo más rápido posible y que quede decente", sostiene Manuel. Había gente que "se ganaba la vida con lo que nosotros solo hacíamos por ocio: animación, cortometrajes, etc.". Por esto, hicieron un estudio del sector. Su referencia principal fue Cálico Electronico, serie de animación pionera que triunfó en 2004.
Hace un año los tres de El Carambolo se tiraron a la piscina. Crearon la productora Frikibot y colgaron el primer capitulo de la Niña Repelente. Para publicitarlo mandaron mail a los amigos pidiéndoles que lo reenviaran e hicieron tratos con páginas web de videos. Enlaces a cambio de una citación en los créditos finales. El episodio recibió 10.000 visitas. A los 20 días sacaron el segundo: el doble de visitantes. Y poco a poco "la bestia tomó vida propia. La gente colgó videos imitando a la niña repelente, nacieron foros que comentaban los episodios. Lo flipamos". Tras el cuarto capítulo Frikibot dio un paso más. Empezaron a vender camisetas con dibujos de la serie. Las estanterías llenas de camisetas de toda talla y diseño muestran, siete meses después, que la jugada les salió bien.
Más tiempo, más dinero
Sorprende que, justo en una época de crisis, estén surgiendo y triunfando tantos productos audiovisuales por Internet. Ya solo en Andalucía, aparte de la Niña Repelente, están Malviviendo y los de Mundoficcion. Manuel tiene una explicación: "Por un lado, la crisis ha hecho que muchos tuvieran más tiempo libre y se dedicaran a los proyectos que les gustaban de verdad. El otro aspecto es el desarrollo de la tecnología, unido a una generación que nació en los ochenta y se crió con Internet".
A medida que crecían los halagos, llegaron también las primeras críticas. El doblaje poco profesional, algunos chistes repetitivos y capítulos más flojos que otros. "Críticas acertadas sin duda, pero nadie se pone en nuestro papel", se quejan. Y es que entre los tres lo gestionan todo: crean y cuelgan un episodio al mes, imprimen y venden las camisetas. Para acallar parte de las quejas, entre un episodio y otro de la Niña Repelente, publican también mini capítulos de Se te va la Pinza y El cocinero Loren , las historias de un cangrejo que se ha comprado una isla y de un chef que aconseja recetas caseras hilarantes a base de aceite de girasol y salchichones. Y si acaso no bastara, por la tarde hacen otro trabajo, para ganarse la vida.
"El negocio en Internet puede llegar a ser rentable. Tenemos un acuerdo con Tuenti, que estrena el capítulo y lo tiene en exclusiva durante un mes. También recibimos dinero de Youtube (poco), por las visitas, y de la venta de las camisetas. Pero de momento no vivimos de esto", cuenta José Antonio. Buscan un patrocinador, un anunciante directo. Las propuestas que llegaron desde el mundo de la televisión no hicieron mella: "Como somos chavales, piensan que no sabemos lo que tenemos entre manos e intentan engañarnos con ofertas bajísimas. Además, no hemos huido de un látigo para acabar bajo el de la televisión".
Por lo pronto, van a seguir a lo suyo. "Tenemos para rato, para otras temporadas, pero falta el tiempo: para enriquecer el guión, para colgar más episodios, en fin, para crecer y mejorar. La Niña Repelente es un 5% de lo que podemos hacer. Tenemos pensadas otras series y nos gustaría poder contratar a gente que nos ayude", explica José Antonio. Y añade, melancólico: "Me gustaría trabajar también con imágenes reales, rodar cortometraje. Tengo uno que empecé pero nunca llevé a cabo. Cité a varias personas para rodar una escena y no fue nadie. Es mi cortometraje maldito, un día lo terminaré".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.