Afganistán y el general McChrystal, también en el cine
Dos documentales sobre el conflicto, Restrepo y The Tillman Story, se presentan en el Festival Silverdocs
La destitución del general McChrystal por hablar demasiado en la revista Rolling Stone devolvía a la portada de los diarios de todo el mundo esa guerra de Afganistán que cada vez se asemeja más a un pequeño Vietnam del siglo XXI (salvando las distancias). Por pura y afortunada coincidencia temporal dos documentales, Restrepo y The Tillman Story, repetían el pasado viernes el nombre del general y el de esa guerra durante su presentación en el Festival Silverdocs, en Washington DC. Restrepo, que además llegaba el viernes a salas comerciales (con rumores sobre su posible candidatura al Oscar), está dirigido por Sebastián Junger y Tim Hetherington, ganadores en el último festival de Sundance, y es la crónica de una guerra vista literalmente desde las trincheras, donde ambos directores instalaron sus cámaras a lo largo de un año acompañando a un batallón durante su estancia en el valle de Korengal, considerado uno de los bastiones más fuertes e irreductibles de los talibanes.
Tras 14 meses allí, en los que los cineastas captaron desde tiroteos interminables entre montañas escarpadas ante enemigos imposibles de atrapar a conversaciones surrealistas entre el batallón y la población local, los soldados fueron entrevistados meses después sobre sus recuerdos y experiencias de la guerra. La más dura, y que da nombre a la película, es la de la muerte del doctor Restrepo, quien falleció al poco de comenzar su turno. Esos mismos soldados a los que se ve desde disparando en chancletas cuando los ataques enemigos les atrapaban en momentos de calma hasta bailando música tecno en tediosas tardes de espera, no se paran a pensar qué hacen exactamente ahí pero al permitir al espectador observar su vida diaria con tal detalle, obligan a que éste se lo pregunte.
"Los soldados son los únicos que no piensan políticamente cuando se habla de la guerra. Ellos no tienen la oportunidad de preguntarle a un general por qué les envían a un sitio o a otro así que nosotros tampoco lo hicimos. Nos limitamos a poner las cámaras donde estaban los soldados y a convivir con ellos" explicó a Junger a EL PAÍS. "No queríamos hacer otra película política sobre la guerra. Creo que a los soldados no se les trata bien cuando vuelven a casa y queríamos que incluso sus esposas entendieran cómo es su vida" afirma este periodista que lleva cubriendo Afganistán desde 1996 para diversos medios y que ha sido premiado por sus reportajes en diferentes ocasiones. "No hubiera ido a Irak porque no quería arriesgar mi vida por una guerra que me parece un error pero Afganistán es diferente. Hubo una razón real para atacar ese país: los atentados del 11-S se organizaron allí. Lo que no sé es si merece la pena el coste de esa guerra aunque en la última década sólo han muerto unos 16.000 afganos frente a los 400.000 que fallecieron en los noventa. Me temo que si la OTAN se va del país puede volver a producirse una sangría" afirma.
No obstante, en su película, que cierra precisamente informando al espectador de que el gobierno estadounidense, después de haberlo considerado un lugar estratégicamente importantísimo se retiró del escenario del filme, el valle de Korengal, el pasado abril (por orden del general McChrystal) no hay opiniones si no un retrato real de la fragilidad, la juventud y las emociones de estos jóvenes de apenas veinte años a los que se envía a combatir y a los que se ve tanto llorando en medio del campo de batalla como riendo de felicidad cuando consiguen matar. "La guerra siempre es política y los soldados que se alistan para participar en ella quedan atrapados en el estereotipo: la derecha piensa que van a la guerra por patriotismo, la izquierda denuncia que solo van los más pobres y Hollywood lo vende como un subidón de adrenalina. Pero, ¿cuál es la realidad? Nosotros queríamos mostrarle a la gente ese mundo tremendamente masculino al que en realidad solo se tiene acceso si eres parte de él".
Su teoría sobre por qué los jóvenes que se alistan se sienten rechazados al regresar a la vida civil y deciden apuntarse para seguir sirviendo en el ejército tiene cierto sentido: "La mayoría son adolescentes, su vida está sin construir, son el último escalón de la sociedad y de repente se encuentran formando parte de una hermandad en la que entienden que su bienestar es menos importante que el de su compañero, que pueden y deben morir por el otro. Les hace sentir psicológicamente importantes. Después regresan a casa y no son nadie, así que es lógico que muchos quieran volver a sentir eso".
Entre los que se alistaron tras el 11-S estaba Pat Tillman, un jugador de fútbol americano profesional muy poco común -lector de Chomsky entre otras cosas- que renunció a un contrato millonario en la NFL para servir en el ejército, aunque nunca quiso hacer públicos sus motivos. Era el soldado más famoso de Estados Unidos -su entrada en el ejército puede compararse mediáticamente a la de Elvis Presley- pero falleció en Afganistán en 2004, en teoría tras haber salvado a su batallón de caer en una emboscada y haberse convertido en héroe nacional. El documental The Tillman Story desvela en cambio que la historia de su muerte, que se produjo por disparos de su propio batallón, fue manipulada precisamente desde las más altas esferas en Washington para utilizarla políticamente de la misma forma que se manipuló la del rescate de la soldado Jessica Lynch. Con lo que la administración Bush no contaba es con la reacción de la familia Tillman, que ultrajada por la utilización propagandística de la muerte de su hijo llegó incluso a sentar a Donald Rumsfeld ante una comisión del Congreso buscando culpables. Hasta ahora ningún alto cargo ha sido amonestado y los Tillman sólo han conseguido llegar a averiguar el nombre del general que firmó la orden de mentir a la familia y al mundo sobre la muerte de Pat: era el general McChrystal.
Babelia
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