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Más censura para el cine iraní

El Gobierno castigará a los cineastas nacionales que exhiban sus obras en el extranjero sin permiso

Ángeles Espinosa

Cannes echa de menos a Jaafar Panahí y ha reclamado a las autoridades iraníes la liberación del famoso director de cine. Sin embargo, no sólo es improbable que éstas se ablanden, sino que siguen adoptando medidas para restringir la libertad creativa de los artistas. En su último intento por que nada escape a su estrecha visión del mundo, acaban de anunciar que van a castigar a los cineastas que exhiban sus películas en el extranjero sin permiso.

"Los directores tendrán prohibido rodar durante un año si muestran sus películas en festivales internacionales sin haber obtenido una licencia para exhibición en el extranjero", ha declarado el viceministro de Cultura para Asuntos Cinematográficos, Javad Shamaqdarii, a quien cita la prensa local.

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En Irán, para lograr el permiso de rodaje, los cineastas tienen antes que someter los guiones a la censura. Una vez que la película está lista, su productor debe solicitar una licencia de distribución. A partir de ahora, necesitará una autorización distinta si tiene intención de enviarla a un concurso o festival extranjero.

"Quieren evitar que demos una imagen del país distinta a la oficial", interpreta una documentalista que pide el anonimato.

De momento, las autoridades ya han denegado el permiso para que Kitab-e qanun (El libro de la ley) se exhiba fuera de Irán. En esa comedia, un iraní se casa con una francesa que se convierte al islam y se sorprende de la distancia entre las enseñanzas religiosas que recibe y la práctica cotidiana, mucho más relajada, de su entorno. También han rechazado la difusión internacional de Hich (Nada), un drama social sobre una familia sin recursos.

Hasta ahora el problema había sido justamente el contrario. El aclamado cine iraní que se ve fuera de Irán tiene poco que ver con las películas que se exhiben en las salas locales. Salvo honrosas excepciones, son aburridos relatos de heroísmo iraní durante la guerra contra Irak o empalagosas historias ensalzado la moral islámica. Aunque ocasionalmente a los censores se les cuela alguna como Marmulak (El lagarto), divertida sátira sobre los clérigos, que en 2004 batió todos los récords de taquilla antes de que las autoridades ordenaran su retirada de las carteleras.

"Nuestros cineastas pueden dialogar con nuestra gente a través de sus películas, pero iría contra nuestros intereses nacionales si quisieran comunicarse con extranjeros sobre asuntos delicados y debemos evitarlo", justifica Shamaqdarií respecto a la nueva medida. "Podemos fiarnos de nuestra gente, pero no de los extranjeros", añade.

El pasado diciembre el Ministerio de Culturua también advirtió que tomaría medidas contra los actores y técnicos que colaboren en el rodaje de películas sin los permisos necesarios. El recordatorio se ha produjo a raíz de que la película Keshtzarha-ye sepid (Las praderas blancas) de Mohammad Rasulof recibiera dos premios en el 6º Festival Internacional de Cine de Dubai. Al parecer, el director rodó sin el preceptivo permiso del Ministerio de Cultura y Orientación Islámica, algo que en la última década han hecho numerosos autores para burlar la censura. A cambio, renunciaban a su proyección dentro de Irán. Rasulof fue detenido junto con Panahí el pasado 1 de marzo bajo la acusación de estar preparando una película sobre las protestas que siguieron a las elecciones del año pasado, pero fue puesto en libertad tres semanas después.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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