La alargada sombra del general Calles
La bisnieta del fundador del PRI recupera la figura del controvertido presidente de México en un documental que compite en Gijón
Para muchos mexicanos, Plutarco Elías Calles fue el quemacuras, el bolchevique o el jefe máximo. Una especie de dictador que ocupó la presidencia de México entre 1924 y 1928, pero que controló las riendas del país desde la sombra hasta que se vio abocado al exilio en 1936. Para Natalia Almada (Ciudad de México, 1974), sin embargo, el general revolucionario no era más que su bisabuelo, una figura que decidió revisitar cuando su padre le entregó unas cintas grabadas por su abuela, Alicia, una de los 14 hijos que tuvo Calles. "Nadie las había escuchado. Supongo que para sus hijos era duro escuchar la voz de mi abuela, que murió en 1989", explicaba hace unas semanas durante una visita a Nueva York. Las grabaciones fueron el punto de partida de El general, filme con el que Almada ganó el premio a la mejor dirección de documental en la pasada edición del Festival de Sundance y que ahora compite en la sección No Ficción y Documental de Gijón.
De no haber existido esas cintas, Almada nunca habría hecho una película sobre su bisabuelo. De hecho, se resiste a definir El general como una pieza histórica: "Yo no me propuse la misión de descubrir algo de Calles que no se supiera". Su motivación hay que buscarla, precisamente, en la razón por la que existen esas cintas. Alicia Calles quería escribir un libro para conciliar la imagen pública -más bien terrible- de su padre con la del hombre privado y contradictorio que quiso, por ejemplo, que sus hijas se educaran en colegios católicos pese a haber implantado reformas radicales para separar la Iglesia del Estado. Según sus detractores, fue el instigador de la persecución religiosa que desembocó en la Guerra de los Cristeros. "Para mí, El general es un documental sobre la memoria. Me preguntan mucho por la historia de Calles, por el PRI... Pero yo siempre digo que para mí no es sobre la historia, sino sobre la memoria. Sobre cómo es ese proceso, cómo se va construyendo. Ya no es el deseo de mi abuela de hacer un libro sobre su padre. Lo que me interesaba era su lucha entre la historia oficial y sus memorias personales de niña. Ese deseo como de proteger a su padre aunque, como era una mujer inteligente, tuvo que lidiar con esas contradicciones", explica Almada. "Me gusta mucho por ejemplo, que en las cintas de mi abuela hay momentos de total ausencia. Hay un olvido increíble, porque no quiere acordarse. Ése es el proceso lo que me interesa, cómo uno recuerda, cómo se va fabricando ese recuerdo". Alicia Calles nunca llegó a escribir su libro.
Inmigración y narcotráfico
La memoria y la biculturalidad son temas recurrentes en la filmografía de la cineasta, nacida en México, de madre estadounidense y padre mexicano. Con su primer corto, La memoria perfecta del agua, una joya experimental de 19 minutos que compitió en Sundance en 2002 y que ganó el premio al mejor corto documental en los festivales de Tribeca y Cleveland de ese año, Almada reconstruyó la muerte de su hermana de dos años, ocurrida cuando ella apenas tenía unos meses, y cómo su padre y su madre afrontaron la tragedia. En Al otro lado (que compitió en Tribeca en 2005) utilizó el corrido como pretexto para acercarse a la inmigración ilegal a Estados Unidos y al narcotráfico, dos realidades que forman parte de la vida cotidiana de los mexicanos que viven en Sinaloa, estado del que procede la familia de la realizadora. "Quería mostrar el narcotráfico desde otro punto de vista. En Estados Unidos se trata únicamente de una cuestión moral, pero yo quería hacer ver que es un asunto económico. Yo recuerdo cómo los vaqueros que trabajaban con mi padre comentaban que sus familias sembraban amapola. Ante las crisis económica, en México la gente se siente con dos opciones: o me vuelvo traficante o me cruzo al otro lado de ilegal". En Al otro lado, los cantantes de corridos son los juglares que cuentan una épica de supervivencia en la que no hay muchas posibilidades de elegir.
Su nuevo proyecto, sin embargo, está llevando a Almada a la realidad más áspera del narcotráfico. "He empezado a filmar en Sinaloa, que es donde hice Al otro lado y allí los panteones están creciendo enormemente. Hace cinco años eran de un piso. Ahora he vuelto y hay mausoleos de tres pisos. Todo el mundo sabe que son como narcotumbas, aunque nadie lo dice. Y con la guerra contra el narcotráfico hay muchos muertos y la mayoría tiene menos de 30 años".
Después de haber vivido por todo Estados Unidos, Almada quiso establecerse en México. ¿Se siente una responsabilidad especial cuando la biografía de uno está tan ligada a la historia? "Sí, claro. La gente me pregunta por qué volví a México. Y tiene mucho que ver con eso: en México hace mucha más falta una mujer que hace cine, que es documentalista. En Estados Unidos hay tantas.... Hay más necesidad aquí de gente con educación y es un privilegio poder hacer cine, contar estas historias, conectar con este pasado. Uno siente cierta responsabilidad, cierto compromiso con el país. Igual lo sentiría no por ser bisnieta de Calles, sino por ser mexicana". ¿Y cómo se vence el pudor de usar la propia biografía? "Todavía existe la idea de que el documental, como género, es algo verídico, objetivo, y creo que es un discurso un poco cerrado. Sin embargo, cuando hablas de tu familia tienes mucha libertad, en contra de lo que se pueda pensar, para hablar de lo que quieras. Te puedes permitir ser todo lo subjetivo que quieras y eso me gusta mucho, porque el documental tiene mucho que ver con el punto de vista de quien lo hace, de su relación con el sujeto. Tenemos la idea de que tiene que ser objetivo, pero yo lo siento al revés".
Babelia
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