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Muere José Manuel Pita Andrade

El catedrático y director del Museo del Prado entre los años 1978 y 1981, murió el lunes a los 87 años

Discípulo de Sánchez Cantón, que, a su vez, lo fue de Elías Tormo, lo que encauza su destino por una visión liberal y culturalista de la historia del arte, José Manuel Pita Andrade (A Coruña, 1922) ocupa un lugar de honor en la historia científica e institucional del patrimonio artístico de nuestro país en la época contemporánea. Nombrado catedrático de universidad en Oviedo en 1960, Pita Andrade, que venía desempeñando una labor de investigación y docencia desde 1945, ocupó posteriormente las cátedras de las universidades de Granada y de la Complutense de Madrid donde, tras ser nombrado emérito, se jubiló en 1990, continuando con esa misma condición honorífica en la Universidad de Granada hasta el 2003, cuando cumplía 80 años.

Si esta actividad académica prolongada ya supone un esfuerzo de estudio y docencia formidables, pues comportaron una dedicación de casi medio siglo, José Manuel Pita no se recluyó nunca en ninguna torre de marfil de erudición aislada, sino que participó activamente en cuantas propuestas y desafíos sociales le salieron al paso. El ser director del Museo del Prado entre 1978 y 1981, época difícil donde las haya, quizá fuera el cargo de más renombre, luego realzado por su posterior nombramiento como director honorario de esta misma institución, pero Pita asumió otras responsabilidades de importancia, aunque quizá de menos proyección, como la de ser conservador de las colecciones de la Casa de Alba y conservador jefe del Museo Thyssen-Bornemiza, lo que acredita la amplitud y complejidad de su horizonte intelectual y de su capacidad de gestión.

No es así extraño que, en función de su generosa entrega y acción, alcanzase los máximos honores, como, entre otros, la Medalla al Mérito de las Bellas Artes, o su elección como miembro de número de las Reales Academias de Bellas Artes de San Fernando y de la Historia. Podría seguirse por esta misma senda desmenuzando hechos y reconocimientos relevantes en la dilatada y fecunda biografía de Pita Andrade, pero sería injusto que su recuento prolijo oscureciera la calidad de su talante intelectual y humano, que resplandece más allá de las obras materiales. Sabio en muchas materias, Pita hizo contribuciones relevantes al mejor conocimiento de El Greco y Goya, y, algo que dice mucho de su natural generoso, creó "escuela", quizá porque él mismo provenía, como antes se apuntó, de una de las mejores de nuestro país.

Entre sus discípulos más excelentes estuvo José Álvarez Lopera, que falleció prematuramente hace poco más de un año, cuando ocupaba una plaza del conservador en el Museo del Prado, y del que, paradojas de la vida, se había anunciado un homenaje próximo con motivo de la presentación de una publicación póstuma donde estaba programada la participación de Pita. Era un hombre dúctil, amable y de probada bonhomía, que nunca enturbiaba su independencia y su sentido de la responsabilidad. Estuvo en el cañón hasta el final, aunque la muerte hace unos años de su mujer le restó visiblemente las ganas de vivir y le dio un aire melancólico en los últimos tiempos. Era un hombre bueno, sabio y justo; o sea: como es debido, cuando no es época donde semejante comportamiento prolifere. Quienes tuvimos el privilegio de conocerle y tratarle, sabemos muy bien la importancia de estas cualidades. Es el motivo por el que nos empeñamos en aprovechar su ejemplo y difundirlo.

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