La esencia de María Pagés
La bailaora estrena en Sevilla su 'Autorretrato', el espectáculo más personal
Tras un estreno en Japón, María Pagés ha elegido su ciudad natal, Sevilla, y el marco de la Bienal de Flamenco, para estrenar su Autorretrato. Lo hizo anoche en el Teatro de la Maestranza. Sin escenografía, con el ligero apoyo de un espejo en el arranque y unos grandes marcos para hacer un retrato de familia, el peso recayó en su baile y en el de su compañía, formada por cuatro bailaores (Emilio Herrera, José Barrios, José Antonio Jurado, Alberto Ruiz) y cuatro bailaoras (María Morales, Sonia Fernández, Isabel Rodríguez y Anabel Veloso).
Ana Ramón e Ismael de la Rosa llenaron el teatro con sus voces precisas, afinadas, que llevaron en volandas la música compuesta en buena parte por Isaac Muñoz que vistió poemas de Antonio Machado, Miguel Hernández, Lorca y José Saramago. Éste último llega a intervenir en el montaje con su voz (en off), recitando un texto en portugués que María baila sin más acompañamiento, siguiendo el compás de las palabras.
El espectáculo comenzó con más danza que flamenco, muy coreografiado, ganando intensidad conforme iba avanzando. Arrancó con la soleá del espejo. La Pagés se contornea, y luego estiliza su baile, con un braceo vivo. Martinete, farrucas, tientos, tangos y alegrías, intercaladas por el acompañamiento de su cuerpo de baile. Buenas figuras pero que mostraron en ciertos momentos una falta de sincronía que afeaba el conjunto.
A partir de la segunda mitad, animada con unos tanguillos que María Pagés recita contando las duquelas que conlleva el trabajo de una compañía de baile, mostró un baile más vivo. El público, que hasta el momento se había mostrado frío, comenzó a mostrar un entusiasmo que cerró con una gran ovación a bailaores y músicos. Un público que por cierto se hizo protagonista en ciertos momentos por un comportamiento poco respetuoso, con móviles que sonaban en medio del silencio del baile o flashes de cámaras de fotografías que deslumbraban el escenario.
En Toco y tiendo, tientos y tangos en los que hubo letras popularizadas por la Niña de los Peines seguida de La Tarara la Pagés mostró por fin su lado más flamenco, heredero de la llamada escuela sevillana, cimbreando su cintura, descargando su pies contorneando su cuerpo. Repiqueteo de castañuelas (clase magistral) y baile con el mantón, de oro y negro, como sólo ella lo sabe hacer, por alegrías, a compás, exhibiéndose, marcando el cierre en el momento de mayor intensidad, lo que levantó la ovación del público.
Babelia
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