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Barnaby Conrad, novelista, diplomático y torero

Una biografía recupera la figura del californiano discípulo de Hemingway y amigo de Belmonte que noveló la muerte del matador Manolete

El californiano Barnaby Conrad era poco más que un adolescente con ganas de adrenalina cuando, con 19 años y sin tener ni idea de tauromaquia, se lanzó a la arena de un ruedo mexicano ante 15.000 personas. La lectura de Muerte en la tarde, de Ernest Hemingway, le había inoculado la pasión por los toros, que le agarró y ya no le dejó ir nunca más. Años después viajó a España y conoció a uno de los toreros más grandes, Manolete. Su muerte le conmocionó y la describió en un libro, Matador, que se convirtió en un best-seller mundial, y que lleva vendidos tres millones de ejemplares.

Conrad (San Francisco, 1922) fue un personaje "insólito, visionario, atrevido y ampliamente polifacético, que a lo largo de su vida llegó a ser cosas tan distintas como torero, diplomático, retratista, cineasta y escritor", ha señalado Salvador Gutiérrez Solís (Córodoba, 1968), autor de la biografía de Conrad, Una pasión española, que se ha presentado este miércoles en Sevilla. El libro se centra en los años que vivió en España, adonde llegó para ejercer de diplomático. Trabó amistad con los mejores toreros: Juan Belmonte, Félix Guzmán y, claro, Manolete.

Era "todo un personaje literario, una mezcla de Belmonte y Bogart", ha incidido el autor, que sostiene que la obra, a pesar de ser una biografía, se puede leer como si fuera una novela "porque la vida de Conrad ha sido tan extraordinaria que contarla supone poco menos que introducirse en este género". La Fundación José Manuel Lara ha aprovechado la publicación de la biografía para reeditar la gran obra de Conrad, Matador.

El joven aventurero llegó Vigo en 1943, a los 23 años, pero en aquella localidad atlántica no encontró la España que buscaba, "que para él era Andalucía y los toros". El año siguiente corrió a Sevilla, uno de los centro de la esencia taurina que anhelaba. Allí fue Vicecónsul de los Estados Unidos. El cargo, su juventud y su atractivo le granjearon un lugar destacado en la exclusiva alta sociedad sevillana, donde conoció a figuras como el temperamental cantaor Manolo Caracol, la Duquesa de Alba y el Marqués de Pickman, según ha explicado el biógrafo.

El sueño de convertirse en torero profesional se deshizo en cuanto supo la competitividad que exigía. Su compatriota Sydney Franklin ya lo había intentado y fracasó. "Le sirvió de espejo. Siendo consciente de que al igual que Franklin no había conseguido el éxito y la gracia de los grandes maestros, el tampoco lo haría". Hizo las maletas. Se fue a Perú a pintar y poco después volvió a Estados Unidos, donde lo reclutó el Nobel Sinclair Lewis, para que trabajara como su secretario personal. Allí escribió "Villa Inocencia, sobre uno de sus romances con una malagueña y Matador, inspirado en la vida de Manolete y que fue un gran éxito en su país".

Conrad tiene 85 años y considera que España "es el mejor país del mundo", como en su día declaró Hemingway. Ambos compartieron mucho más que la admiración incondicional por España. "Parece que llevaron vidas paralelas", señala el autor. "Ambos escaparon del ejército por problemas físicos, estaban hechizados por el mundo de los toros, amaban las juergas nocturnas y definieron a España como el mejor país del mundo, bautizando a sus hijos con nombres españoles". "Los dos exportaron al extranjero ese universo mitológico del toreo, que actualmente ha perdido su quintaesencia", concluye.

El californiano, patriarca de 'los prácticos' (los toreros no profesionales en Estados Unidos), "sigue ligado al mundo de los toros y vive su afición intensamente, acudiendo a todas las corridas que se celebran en Tijuana que puede". Gutiérrez ha revelado que Conrad afirma que es "imposible" que el mundo de los toros y sus tradiciones en España puedan cambiar, "a pesar de las descabelladas propuestas que se vienen haciendo últimamente".

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