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Ciencia para Nicolás

Carlos Chordá es el autor de este manual de uso y disfrute de la ciencia

Ciencia para Nicolás, de Carlos Chordá.
Ciencia para Nicolás, de Carlos Chordá.

La ciencia es bella

Tengo la gran suerte de ser profesor de ciencias en secundaria, lo que, además de permitirme estar en contacto con gente joven como tú, Nicolás, me obliga a mantener la mente bien despierta. Los profesores pretendemos que nuestro mensaje llegue a los cerebros de los alumnos con la menor distorsión posible. Eso se consigue con una doble estrategia. Por un lado, se trata de captar vuestra atención durante la mayor parte del tiempo, y para ello es necesario transmitir la propia pasión por lo que uno enseña. Por otro, se hace necesario en muchas ocasiones presentar la información desde ángulos que nunca antes habíamos tenido en cuenta.

Ser profesor de ciencias me ha permitido constatar que lo que se pretende en los planes de estudio es que los alumnos terminéis aprendiendo, sobre todo, conocimientos adquiridos por la ciencia: desde las leyes de Newton al funcionamiento del riñón humano, desde la formulación de las oxisales hasta la fotosíntesis, desde la polinización hasta la deriva continental. Sin embargo, apenas comienza ahora a aparecer en los planes de estudio de la Enseñanza Secundaria Obligatoria (ESO) una breve unidad didáctica en la que se explica en qué consiste la ciencia. En mi opinión, este pequeño cambio es positivo, pero insuficiente.

Victor Hugo: "Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras el género humano no escucha"

La ciencia es una herramienta muy poderosa para descifrar el funcionamiento del mundo, y no hay más que estar un poco atento a nuestro alrededor para comprobar que muy pocas personas comprenden no solo cómo funciona dicha herramienta sino también qué la diferencia de otras actividades humanas relacionadas con la adquisición del saber, algunas tan válidas como la filosofía, y otras, como las que podríamos denominar pseudociencias, cuando menos erróneas.

Un conocimiento más profundo de los modos de actuar de la ciencia puede proporcionar a todas las personas el fundamento en el que basar un sentido crítico y un sano escepticismo, en el buen sentido de la palabra, para caminar por la vida de una forma más racional y, me atrevería a añadir, con más libertad. Eso sin olvidar que la cultura científica —si es que se puede poner calificativos a la cultura— es en sí misma una inmensa fuente de satisfacción para quien la posee. En definitiva, creo que conviene promover el conocimiento de las "interioridades" de la ciencia, así como la reflexión sobre qué es realmente esa forma de pensar que ha permitido en los últimos siglos la aparición, para bien o para mal, de una sociedad a la que podríamos calificar como científico-técnica: la nuestra.

A partir de estas reflexiones me he animado a escribir este libro. En él abordo la ciencia y sus modos de actuar, y lo escribo a partir de ideas que he ido "coleccionando", motivado por el contacto con mis alumnos y por charlas intrascendentes de sobremesa. Por eso te lo dirijo a ti, Nicolás, uno de mis últimos alumnos. Imagino que bastantes otros lectores serán como tú, estudiantes adolescentes de enseñanzas medias. Sin embargo, pretendo que el abanico de esos posibles lectores sea lo más amplio posible.

Además de a ti y a otros estudiantes, este libro puede resultar interesante a vuestros padres, que muchas veces intentan colaborar en vuestros estudios, a otros profesores de ciencias naturales, a quienes ya abandonaron hace tiempo los estudios y quieren recordar conceptos que han escapado de su memoria, a quienes por unas u otras razones no tuvieron la ocasión de completar los estudios básicos, a quienes sienten dudas cuando se les presenta la información científica y, sobre todo, a quienes tienen alguna inquietud por comprender en qué consiste la labor de los científicos y sospechan que no es oro todo lo que reluce cuando se apela a la ciencia como garante de muchas presuntas verdades.

Al fin y al cabo, continuamente estamos oyendo opiniones, y emitiéndolas, sobre temas de honda raíz científica como la validez farmacológica de determinadas sustancias, actuaciones medioambientales, dinero destinado a la investigación, genética humana, etc. En todos esos asuntos las decisiones que se toman son de gran relevancia y tenemos derecho a saber e incluso a decidir por nosotros mismos. No es, sin embargo, el propósito de este libro explicar en qué consisten dichas cuestiones. Aunque sí me gustaría lograr con él despertar tu curiosidad, y la de otros lectores, y motivarte a buscar respuestas a las dudas que puedas tener al respecto.

Con este libro, por tanto, no pretendo divulgar conocimientos científicos. Haré referencia a alguno de ellos cuando sea necesario, o como ejemplo que te ayude a entender la idea principal, además de para hacer más llevadera tu lectura. Pero insisto en que mi interés se centra en que conozcas mejor los fundamentos de la ciencia.

En el primer capítulo, "Las palabras de la ciencia", hago un repaso a las relaciones entre la ciencia y el idioma, ya que conocemos los logros de aquélla gracias a éste y muchas de las palabras de la calle forman parte del mundo de la ciencia. En "¿Qué es la ciencia?", abordo específicamente lo que se ha dado en llamar el método científico, es decir, el proceso lógico que conduce desde el planteamiento de un problema hasta el establecimiento de una ley científica. En el tercer capítulo, "El alma de la ciencia", una vez asumido que la medición es el proceso principal del método científico, planteo el acierto del establecimiento del Sistema Internacional de Unidades e intento que se comprendan las principales magnitudes. Una de la unidades básicas del Sistema Internacional la dejo para el capítulo siguiente, "Cuenta con el mol", ya que mi experiencia docente me ha enseñado que es uno de los conceptos que a los alumnos de secundaria más os cuesta captar. Ello me dio la idea de dedicar un capítulo a otro de los conceptos que tradicionalmente plantea dificultades a alumnos como tú, en este caso por su abstracción: el capítulo quinto, "Infinito es mucho". En "Lo ves o no lo ves" pretendo motivarte para que cuando estés leyendo un texto científico —o, simplemente, un libro de texto— visualices lo que se te presenta: no solo lo conocerás con más exactitud, sino que, en muchos casos, te sorprenderá. El capítulo séptimo, "Evita problemas", es quizás el más específico para los estudiantes. Como su título indica, consiste en una serie de consejos que pretenden facilitar la resolución de los problemas y ejercicios que acompañan a vuestro aprendizaje de las ciencias, por lo que quien no sea estudiante muy bien puede prescindir de él. Sin embargo, sí que recomiendo a todos la lectura del capítulo siguiente, "Incultura científica, simplemente incultura", donde hago un repaso de algunos efectos que tiene la ignorancia de las ciencias tanto sobre la sociedad como sobre el individuo. Finalmente, el capítulo noveno, "Una invitación a la ciencia", pretende sobre todo, Nicolás, que no olvides que la ciencia nos proporciona una forma de pensar racional, que modifica nuestro mundo a pasos agigantados y que, además, es bella.

Las palabras de la ciencia

Hablando de palabras, y antes de ir más allá, déjame dejarte claro, Nicolás, que una de las cosas que pretendo con este libro es que lo encuentres lo más claro posible. Para ello me vas a permitir que me olvide de lo políticamente correcto en lo que al tratamiento de género se refiere. Así que me ceñiré a las normas de nuestro idioma, y no pondré cosas como "los y las científicos y científicas", los "científicos/as" y mucho menos "l@s científic@s", a pesar de que este tipo de expresiones aparecen cada vez más en el lenguaje escrito y oral (fíjate en los mítines políticos, se ve que hay muchos votos de por medio). De manera que cuando leas algo así como "los científicos", ten bien presente que me refiero al conjunto de las personas que se dedican a la investigación, gestión, enseñanza, divulgación, etcétera, de la ciencia, independientemente no sólo de su sexo, sino también de su tendencia sexual, raza, orientación política, creencia religiosa, edad, aspecto físico y cualquiera otra de las variables que se te ocurran y que nos hacen a todos tan agradablemente distintos.

Si vamos a hablar de ciencia, no podemos dejar de lado una referencia al lenguaje, el instrumento humano por excelencia de comunicación. Si en alguna actividad hay que expresarse con precisión, ésa es la ciencia. Y si hay un lenguaje donde la precisión alcanza el no va más, ése es el de las matemáticas. Seguro que más de una vez has oído que el lenguaje de la ciencia son las matemáticas o, de una forma más fina, que la ciencia habla con el lenguaje de las matemáticas. No voy a ser yo quien lo contradiga, y, de hecho, las matemáticas surgirán a lo largo de todo este libro. En este capítulo, sin embargo, las vamos a dejar aparcadas para centrarnos en lo que constituye el lenguaje verbal.

En primer lugar, te mostraré que existen algunos términos de uso cotidiano que adquieren una mayor precisión o incluso un significado distinto cuando expresan cuestiones científicas. Verás ejemplos en los que una mala traducción puede dinamitar el mensaje. Después comprobarás que la ciencia no siempre es del todo precisa a la hora de definir sus términos. También verás que hay quien aprovecha el vocabulario científico, o lo imita, inventando otros para confundir con falsas pero para ellos rentables ciencias. Finalmente, te mostraré que esas palabras largas y extrañas tan abundantes en la ciencia son más sencillas de lo que parecen. A lo largo de este capítulo es inevitable que aparezcan magnitudes como peso, masa o energía, y unidades como el kilogramo o el newton. En el capítulo 3 te hablaré mucho más detalladamente de estos conceptos, así que no le des mucha importancia si no los comprendes todavía por completo...

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