Hasta la próxima

Luna, uno de los grupos de culto de la música independiente de la pasada década, se despidió ayer oficialmente de Madrid. El cuarteto, dirigido por Dean Wareham, ofrece estos días su última gira, que recalará también en Cádiz, Valencia y Bilbao a lo largo de la semana.

Una sala llena de incondicionales no impidió que la frialdad de Luna se importunara frente a la importancia del acontecimiento. Pero, eso sí, sus canciones sonaron a gloria, una vez más. La música de Luna no te hace bailar, hace que te ensimismes y que tus sentidos se estremezcan con la gravedad vocal de Wareham, las guitarras de Sean Eden y la belleza triste de la bajista Britta Phillips. Luna cumplió estos cometidos con creces ayer noche.

Dos años después de su última visita, Luna presentaba su octavo y último álbum, Rendezvous (2004), una obra menor dentro de una discografía intachable, aunque aprovecharon la despedida para recorrer casi todos sus álbumes, incluyendo la versión del clásico Bonnie & Clide. Herederos de Velvet Underground, Dream Syndicate y Television; Luna ofreció un sonido casi perfecto en una sala con acústica horrible. Bajaron el volumen para lograrlo, pero no la intensidad en piezas tan evocadoras como Black postcards, 1995 o Speedbumps, de sus últimos trabajos y recuerdos a sus obras clásicas como la gran 4000 days. Se echaron en falta piezas de la talla de Chinatown o Friendly Advice, por citar dos.

Si en los años 80, Wareham convenció con Galaxie 500 y en la década siguiente con Luna, en el siglo XXI algo nuevo seguro que traerá bajo el brazo. Quizás continuar con el proyecto Dean & Britta, una suerte de Gainsbourg/Bardot de la era digital. L'Avventura, el álbum que la bajista y el guitarrista grabaron en 2002, puede ser su futuro. Seguro que hay una próxima visita. Hasta entonces.

Los conciertos de despedida de Luna se están grabanado para su posterior edición en DVD. Luna actúa esta noche en Cádiz (Aulario La Bomba), el viernes en Valencia (Cormorán) y el sábado en Bilbao (Azkena).