El poeta Francisco Brines, elegido nuevo académico de la Lengua
El valenciano ocupará el sillón 'X' que dejó vacante el fallecido Buero Vallejo
Brines publicó su primer libro, Las brasas, en 1959 y con él ganó el Premio Adonais. Desde entonces ha ganado otros galardones como el de la Crítica (1966, por Palabras en la oscuridad), el de las Letras Valencianas (1967), el Nacional de Poesía (1987, por El otoño de las rosas), el Fastenrath (1998, por La última costa) y el Nacional de las Letras, con el que el Ministerio de Cultura reconocía toda su trayectoria en 1999.
Brines considera "un gran honor" el pertenecer a una institución que está "llena de sabios" y, aunque aún no sabe muy bien qué se espera de él, acude a la Academia con el deseo de contribuir a enriquecer la lengua y de dotarla de mayor significación.
"La Academia me va a dar a mí más que yo a ella y estoy convencido de que voy a aprender mucho y a disfrutar enormemente oyendo a quienes allí ofrecen sus conocimientos en plena libertad", ha declarado Brines, quien ha mostrado su "agradecimiento" hacia los académicos que le han apoyado con sus votos.
Como poeta, espera que no se le pida "el conocimiento maravilloso" del idioma que demuestran tener los filólogos y los lingüistas, sino más bien ese "desvío creador" que se desprende de la labor de los escritores. "Los creadores son servidores de la lengua pero a la vez la hacen avanzar en el sentido de que le dan una mayor capacidad de significación".
Ocupar el mismo sillón en el que se sentara Buero Vallejo hasta su muerte es algo que también le llena de "satisfacción". Siempre sintió "gran admiración hacia el dramaturgo que, en el género dramático, representó la renovación escénica".
Este poeta nacido en 1932 en la localidad valenciana de Oliva, en la que pasa gran parte del año y en la que esta noche esperaba el resultado de las votaciones dice que la experiencia poética, ésa a la que ha dedicado su vida, "ha resultado ser, con el paso del tiempo, el cumplimiento de la vocación más honda en mí, y, por lo tanto, el cumplimiento de un destino".
Galardonado con numerosos premios, entre ellos el Nacional de las Letras, en Brines hay algo que no ha cambiado desde que comenzó en la adolescencia a escribir: siempre lo ha hecho con la necesidad de "desvelar una emoción que está exigiendo su expresión y su claridad".
"Lo que sí ha cambiado es que cuando uno es joven el entusiasmo es muy grande, y ahora no lo es tanto", afirma el autor de El santo inocente, Palabras en la oscuridad o Insistencia en Luzbel, cuya poesía se sitúa entre la elegía y la metafísica. "El poeta elegiaco es un poeta afirmador de la vida porque se duele de ella en el sentido de que es consciente de que la pierde y, como la ama, por ello se duele".
Y en cuanto al aspecto metafísico de su obra, sostiene Brines que lo que habitualmente denominamos con esa palabra "no son más que las preguntas que dirigimos desde la perplejidad de la existencia a esa sed de vivir y de pervivencia. En el caso del poeta estas preguntas son más desvalidas y las respuestas también son más azarosas".
Cree que, en su caso, no es desacertado afirmar que sus versos nacen de la frustración vital: "El hombre es contradictorio, es afirmador y negador, y la vida lo es también. La vida nos lo da todo cuando empezamos en ella". Luego, "uno se transforma en lo que es el hombre y comienza una marcha de deseos, de insatisfacciones. Se pierde el entusiasmo y vienen los compromisos prácticos, las exigencias, las servidumbres".
"Es cierto que, al menos en mi poesía, hay una sucesión de pérdidas; primero, la pérdida de esa naturaleza divina del niño y luego la pérdida constante, sucesiva, de todas las cosas", añade este poeta, que se considera "ave nocturna" y al que siempre le ha gustado escribir de noche "porque me acompaña el silencio".
Brines se toma su tiempo entre libro y libro. Desde que en 1995 vio la luz La última costa no ha vuelto a publicar otro poemario, pero es algo a lo que no le da importancia. Ese silencio que suele venir tras cada libro "no es negativo porque pienso que lo que está
ocurriendo es que hay un cambio interior y que aparecerá una poesía con un rostro diferente".
Lo que sí le preocuparía es que "estuviera agotada la necesidad de continuar expresándose poéticamente", pero no ha sido así. Después de dos años y medio sin escribir nada, "ahora ya he vuelto a hacerlo de tarde en tarde".
Babelia
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