Xavier Vidal Folch: “No soy neutral: mis valores son la democracia y Europa”
El periodista barcelonés, que cumple medio siglo ejerciendo la profesión en la prensa escrita, recibe el Premio Ernest Udina por su compromiso informativo con el europeísmo
En el currículum de Xavier Vidal-Folch (Barcelona, 72 años) apenas queda espacio para más premios. Además de uno prehistórico de poesía, que ganó cuando hacía la mili en Palma de Mallorca, suma el Premio Salvador de Madariaga, el Ortega y Gasset, el Joan Sardà, el Francisco Cerecedeo o el Aquí Europa. Pocos colegas de su generación han tenido un reconocimiento tan sostenido. Este viernes ha recogido el Ernest Udina. Lo concede la Associació de Periodistes Europeus de Catalunya. Entre otros, lo han recibido Margarita Rivière y Soledad Gallego-Díaz.
Pregunta. ¿Cómo llegó un progre como usted al europeísmo?
Respuesta. En la universidad, tras el Mayo del 68, conocí estudiantes que pensaban una Europa alternativa. Mi generación tuvo hitos importantes aquí, en Barcelona. El Documento de los 13 de 1972, el ciclo de conferencias de Las terceras vías en Europa que protagonizaron los líderes de la oposición antes de la muerte de Franco. Cubriendo un congreso de los socialistas descubrí a una gran figura del Movimiento Europeo: Enric Adroher. Al entrevistar a Felipe González en un local clandestino del PSOE para el libro La explosión democrática (1976), conocí a Manuel Marín.
P. ¿Escribía sobre economía?
R. En el mundo económico catalán, que cubría por indicación de Antonio Franco, se respiraba un chup chup europeísta. Mi quinta actuó como un altavoz de ideas democráticas y europeas. Eran un todo indisoluble. Heredé esos valores. No soy neutral: mis valores son la democracia y Europa. Como la mejor prensa norteamericana, pueden pasar modas y presidentes, pero preservan unos valores.
P. En uno de sus primeros artículos en EL PAÍS, al poco de crearse la redacción en Barcelona, publicó la crónica de un acto en el que el Ministro Fernando Morán anunció que la adhesión de España probablemente sería en 1986.
R. Casi nadie estaba en contra. Había una cierta reticencia de la patronal por las afectaciones a la industria, aunque los únicos sectores afectados fueron la leche y las avellanas. Durante una década España demostró que Europa, como espacio de progreso, funcionaba. Recibía y aportaba. Había pequeños países que estaban en la Europa unida, pero sin apenas política exterior. España tiene un lugar en el mundo que Europa asumió a través nuestro: en el Mediterráneo y en América Latina.
P. En 1994 sustituyó a Lluís Bassets en la delegación de Bruselas, donde trabajó con Walter Oppenheimer. ¿Qué aprendió?
R. Allí la información es un mercado persa. En paralelo a la unión política, como explica Anu Bradford en The Brussels effect, existe un mercado interior de información. Compites y colaboras. Nosotros competíamos con el Financial Times. Si actúas como un lobo solitario, sirves únicamente a tus intereses.
P. Su prestigio está muy ligado a esos años de la creación del euro.
R. El 3 de mayo de 1998 la portada se abría con una información titulada “El euro nace con dolor”. Todas las agencias titulaban con el conflicto entre Francia y Alemania, así eran los teletipos que llegaban a Madrid. Tenía dos fuentes y media. Un miembro del Consejo se confesaba con una buena amiga y contaba con un sherpa de toda confianza. Además supe, por una agencia de viajes y por el hotel, que Jacques Chirac sí regresaba a París. “Si tú estás seguro, aguanta”, me dijo Soledad Gallego-Díaz en nuestro despacho.
P. No se fio solo de los despachos.
R. Allí hay que estar. En todos. He disimulado para ver documentos, pero nunca me he llevado papeles. Tal vez haya sido un error. Pero hay que estar en los despachos de políticos, funcionarios y miembros de las ONG. Conocer las fuentes oficiales, pero salir y estar pendiente de fuentes informales.
P. ¿Qué quiere decir?
R. El despacho es el lugar del poder, pero se debe salir a la calle. Para contrastar con la vida y la muerte. Aquel viaje a Irak con la comisaria de ayuda humanitaria Emma Bonino. Recuerdo la familia de Lativ, que desactivaba minas y una le destrozó el cuerpo. Le operaban en un hospital de campaña. El horror que soportaban médicos y enfermeras, y que solo aguantaban fumando porros. O ese viaje en el Air Force-2 con el General Jefe Wesley Clark, desde donde se activaba el bombardeo de la OTAN en los Balcanes. O cuando entramos en Kosovo y nos ametrallaron.
P. ¿Europa se ha construido contra ese horror?
R. Y el peligro es que se desfibre todo lo que se ha tejido. Hay caras feas de la construcción europea, pero el balance es positivo. Ha habido ciclos gloriosos. El de Jacques Delors. En la anterior legislatura, Ursula Von der Leyen refundó Europa como respuesta a la pandemia, y con la respuesta del comisario Borrell a la invasión.
P. ¿Es una refundación amenazada?
R. Por el crecimiento de los pequeños nacionalismos de Estado. Por quienes quieren limitar el estado del bienestar o criminalizan la inmigración. Por la infiltración rusa. Por los caballos de Troya del Trumpismo. Hay cinco gobiernos Trumpistas entre los 27. Los recursos para preservar la construcción europea son la conciencia de la ciudadanía y la fortaleza de la normativa europea. Son recursos de última instancia. El Tribunal de Roma que ha aplicado la normativa para impedir los planes de deportación de Meloni, por ejemplo. Las juezas que han dictaminado en función de la primacía del derecho europeo han ido más allá de la voluntad política. Representan la última gran fuerza para resistir. Porque sí: Europa está amenazada y la debemos defender.
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