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Ursula Heise, pionera en humanidades ambientales: “El aviso del desastre funciona solo si se combina con una visión de lo que se puede hacer”

La catedrática de la Universidad de California en Los Ángeles incide en que “es imposible no cambiar o una vuelta al pasado”

La profesora alemana Ursula Heise, en la sede de la Fundación BBVA, en Madrid.
Clemente Álvarez

La profesora Ursula Heise (Koblenz, Alemania, 64 años) es una eminencia académica con un perfil muy particular. Trabaja a la vez como catedrática de Estudios Literarios y en el Instituto de Medio Ambiente de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Pionera en el desarrollo de las humanidades ambientales, combina disciplinas tan distintas como pueden ser la ciencia ficción y el calentamiento del planeta o la crisis de la biodiversidad. Este jueves recibe en Madrid el premio Biophilia de Humanidades y Ciencias Sociales Medioambientales de la Fundación BBVA.

Pregunta. ¿Qué tiene que ver la literatura con la emergencia climática o la crisis de biodiversidad?

Respuesta. Para los investigadores que estamos en lo que ahora se llama humanidades ambientales, en el fondo las crisis ambientales son crisis culturales, y desde esta perspectiva nos acercamos al cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la deforestación... Me ha interesado particularmente la influencia de las narrativas sobre la percepción medioambiental en culturas distintas.

P. ¿Cómo se vive desde Los Ángeles lo que está pasando en medio ambiente con Trump?

R. Todos anticipábamos que con su gobierno las cosas irían a peor, pero no tan rápido y con tanta fuerza. Para proyectos ambientalistas es un desastre. Pero también está resultando un Gobierno muy burdo y muy incompetente, en muchos sentidos. Vamos a ver cuánto dura el apoyo del electorado americano, creo que hay muchas cosas para las que no le han votado. También está habiendo una reacción en los tribunales contra las iniciativas del Gobierno que son francamente ilegales o anticonstitucionales. Vamos a ver, a finales de 2026 tenemos otra ocasión para votar.

P. ¿La realidad se parece cada vez más a una novela distópica de Orwell o Bradbury?

R. Dentro de la narrativa medioambiental siempre ha habido muchas novelas y películas distópicas o apocalípticas. En cierto momento tuvieron una influencia importante, no tanto en la literatura misma sino en la no ficción, con libros de difusión científica popular como los libros de Rachel Carson, que también adoptaron esta visión apocalíptica para convencer al público de que la crisis ambiental era real y de que era urgente. Hoy este enfoque ha perdido influencia y se ve más como entretenimiento. Justamente, en un momento que la realidad parece tan distópica, considero importante cultivar visiones más optimistas, visiones de sociedades más justas y mejores no solo para los humanos sino también para la naturaleza.

P. ¿Puede recomendar entonces algún libro más optimista para estos momentos?

R. Acaba de salir un libro de dos periodistas, Ezra Klein y Derek Thompson, que se llama Abundance (Abundancia), que es una crítica de los gobiernos demócratas en Estados Unidos y sobre cómo podrían cambiar su forma de gobernar. Es una visión optimista de que sí se pueden hacer reformas. Por otra parte, en la literatura la obra que más me ha impresionado en los últimos años es la de Kim Stanley Robinson, un autor de ciencia ficción que desde hace décadas escribe de sociedades futuras que son más justas y que son mejores. No perfectas, no cree en el utopismo en el sentido tradicional, sino que él utiliza este concepto de la optopía, una sociedad mejor que se tiene que defender de forma constante. Su último libro de 2020 es The Ministry for the future (El ministerio del futuro).

P. Pero ese libro empieza con una ola de calor que mata a millones de personas en India.

R. Sí, pero también da soluciones. Está el ministerio de Naciones Unidas que se dedica a proteger la naturaleza y las generaciones futuras, introduce una carbon currency, una especie de moneda que recompensa los esfuerzos para bajar las emisiones de efecto invernadero, y también se ocupa de la restauración del hielo de la Antártida. Otro de sus libros, New York 2140, es sobre Nueva York a mediados del siglo XXII, después de una subida del mar de unos 30 metros. Parte de la ciudad está bajo el agua, pero sigue la vida, los experimentos sociales, las innovaciones económicas. Es uno de los pocos autores que se atreve a imaginar que el futuro puede ser mejor y esto creo que es muy importante y más inspirador.

P. ¿Qué ha pasado en EE UU y Europa para que hayan ganado tanto peso movimiento políticos contrarios a los avances ambientales?

R. En Alemania, que visito con frecuencia, hay lo que se llama fatiga climática. La gente ha escuchado tanto el mensaje sobre el cambio climático que se ha insensibilizado, lo ha escuchado tanto que ya no quiere oírlo y ha dejado de creer que haya una solución inmediata. Si se alerta al público de los desastres que pueden suceder, es importante darle también iniciativas locales o individuales que puedan hacer. Creo que es lo más responsable cuando se utilizan narrativas apocalípticas. El aviso del desastre sí funciona, pero solo si se combina con una visión de lo que se puede hacer. Si solo se da apocalipsis global y la gente tiene la percepción que no se puede hacer nada, entonces el resultado es la desesperanza, la resignación y la parálisis.

La investigadora en humanidades ambientales en un momento de la entrevista, este lunes.

P. Usted misma está muy metida en iniciativas comunitarias y en política local de Los Ángeles. ¿No es cierto?

R. Con frecuencia se dice que lo que importa no son las acciones individuales, sino los votos. Pero el activismo local es importantísimo. Ahora hay muchos esfuerzos para crear espacios verdes, aunque sean pequeños, pues están distribuidos de manera muy desigual en la ciudad. Las comunidades pobres casi no tienen árboles o parques.

P. Siempre me ha dejado perplejo que en Los Ángeles haya pozos de petróleo en las calles, junto a las casas.

R. También resulta alucinante tener una refinería de petróleo de ConocoPhillips dentro de la propia urbe. Justamente, en diciembre de 2022, el Consejo Municipal de Los Ángeles pasó una resolución para terminar con la extracción de petróleo en la ciudad. Aunque esto no se puede ejecutar inmediatamente, pues se tiene que compensar a los propietarios.

P. A usted le interesa de forma especial la biodiversidad.

R. Sí, en Los Ángeles hay una iniciativa importante para la revitalización del río de la ciudad, que ahora es como un canal. La visión utópica de la organización Friends of the Los Angeles River es quitar todo el hormigón y tener otra vez un río natural. También está cerca de completarse un proyecto para crear un paso para pumas, que no pueden salir ahora de las montañas de Santa Mónica porque hay autopistas todo alrededor. Dentro de Los Ángeles tenemos mucha biodiversidad. Las ciudades ya no son la antítesis de la naturaleza y está este concepto de ecosistemas nóveles del ecólogo australiano Richard Hobbs.

P. ¿Qué son las ciudades nóveles?

R. Con este concepto, en un principio Hobbs y sus colaboradores pensaron en ecosistemas transformados de forma profunda por la acción humana, como zonas de minería o de la industria maderera, que luego fueron abandonados. El ecólogo se interesaba por cómo estos ecosistemas se desarrollan después del abandono, convirtiéndose en ecosistemas distintos. Pero más tarde se ha empezado a aplicar a ciudades. Aunque es algo distinto, porque las urbes no se abandonan, sí pueden ser ecosistemas nóveles. Los Ángeles o Madrid son hábitats artificiales, pero también ecosistemas con nuevos nichos ecológicos.

P. ¿Puede poner un ejemplo?

R. Hace como siete u ocho años, hicimos un pequeño documental sobre una especie de loros de México, Amazona viridigenalis, que ha sido introducida en Los Ángeles. La población original eran mascotas que se escaparon de las casas, pero tuvieron facilidad para adaptarse al entorno urbano y ya hay más de 3.000 en la ciudad. Lo irónico de esto es que ahora estos loros están en peligro en México y la población de Los Ángeles representa una parte sustancial de lo que queda de la especie.

P. Parece tener claro que no se puede evitar que nuestro entorno cambie.

R. Es imposible no cambiar o una vuelta al pasado. Pero para mí es crucial mantener abiertas las posibilidades de formas variadas de la vida. Es importante conservar lo que hay como especies, pero no para restaurar los ecosistemas del pasado, sino para tener oportunidades y caminos variados para el futuro. Con las crisis ambientales y la pérdida de especies, el camino hacia el futuro cada vez es más estrecho y limitado.

P. También defiende la justicia ambiental más allá de la especie humana.

R. La idea de justicia multiespecie me interesa muchísimo. La justicia ambiental se enfoca en comunidades humanas, las que sufren más contaminación del aire o no tienen espacios verdes, pero en los últimos 15 años cada vez son más los antropólogos y activistas que se plantean cómo se puede extender esto a especies no humanas, tanto de una forma política como filosófica. Se trata de ampliar el horizonte de la justicia a animales y plantas, incluso a objetos como una laguna, un río o una montaña.


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Sobre la firma

Clemente Álvarez
Es el coordinador de la sección de Clima y Medio Ambiente de EL PAÍS y está especializado en información ambiental, cambio climático y energía. Ha trabajado para distintos medios en España y EE UU, como Univision, Soitu.es, la Huella en La2 de TVE... Fue también uno de los fundadores de la revista Ballena Blanca.
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