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“Si se hubieran empezado a regular los vertidos agrícolas de verdad, igual no habríamos visto este desastre en el mar Menor”

El investigador Juan Manuel Ruiz, especializado en esta zona, sostiene que la única solución para salvarlo es limitar la entrada de nutrientes en la laguna

Juan Manuel Ruiz, investigador del Instituto Español de Oceanografía, este martes en el mar Menor. En vídeo, la bolsa anóxica que está matando a los peces del Mar Menor. Vídeo: PEDRO MARTÍNEZ / GOBIERNO DE MURCIA
Esther Sánchez
San Pedro del Pinatar (Murcia) -

Juan Manuel Ruiz, profesor de investigación del Instituto Español de Oceanografía-CSIC, conoce bien las entrañas del mar Menor, que estudia desde hace años. En su centro de trabajo en San Pedro del Pinatar, en Murcia, este madrileño de 54 años aboga por actuar en el origen del problema: la entrada de nutrientes que llegan durante todo el año desde los campos agrícolas y, de forma puntual, el rebosamiento de las depuradoras que están infradimensionadas para soportar las lluvias torrenciales y la presión de miles de veraneantes. Revela, también, que aunque parezca que la laguna salada está muy estudiada, falta todavía mucho por investigar.

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Pregunta. ¿Qué le está pasando al mar Menor?

Respuesta. Le pasa una única cosa y es la de siempre, que está experimentando un proceso de eutrofización bastante severo, desencadenado por la entrada masiva y casi constante de nutrientes [nitrógeno y el fósforo] en el ecosistema debido a la actividad del hombre.

P. ¿Y eso mata a los peces y la vida en la laguna?

R. La falta de oxígeno y la aparición de fitotóxicos es letal. Los nutrientes estimulan la producción de fitoplancton, células microscópicas. Si el aporte es moderado, las plantas y algas captan los nutrientes y el agua sigue transparente. Pero en grandes cantidades no pueden y aparece el fitoplancton, que impide que la luz llegue al fondo. Si eso dura, la vida vegetal puede desaparecer como ocurrió en 2016, la primera vez que el mar Menor dijo basta y se convirtió en la conocida como sopa verde por el color. Además, el fitoplancton se deposita en el fondo cuando muere y lo descomponen microorganismos que consumen oxígeno, y así llega lo que ha ocurrido ahora, la hipoxia [bajo nivel de oxígeno] o la anoxia [si el agotamiento de oxígeno es casi total], que ha matado a los peces. También pueden aparecer sustancias como el amonio, sulfhídrico y metano, que tienen efectos tóxicos e incluso letales sobre las plantas y los animales.

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P. ¿Qué soluciones hay?

R. Actuar en el origen, saber exactamente qué cantidad de nitratos se está echando al mar Menor por metro cuadrado y controlarlo. A nivel agrícola, habría que regular la cantidad de cultivo y eliminar las hectáreas ilegales. En cuanto al urbanismo, se deberían dimensionar las depuradoras para que no rebosen cuando llegan lluvias, que aquí son torrenciales, o en verano con una población que se multiplica.

P. ¿Qué le parece la propuesta que sopesa el Gobierno regional de eliminar sedimentos del canal de Marchamalo, una de las conexiones del mar Menor con el Mediterráneo, para que haya más intercambio de agua entre ambos mares?

R. A lo del canal ni lo llamamos solución, es un paliativo cortoplacista, que no tiene mayor pretensión que aliviar el episodio de ahora, para que en vez de que se estén muriendo los peces durante 10 días, se estén muriendo durante ocho. No actúan en el origen del problema. Estamos hablando de toda la masa sur y centro de la laguna, que es enorme, y pensar que un pinchacito en el canal de Marchamalo va a solucionarlo es ridículo. Si se hubieran empezado a regular los vertidos agrícolas de verdad, igual no habríamos visto este desastre.

P. Hoy han aparecido menos peces muertos. ¿Ha remitido ya la crisis?

R. Me parece precipitado asegurarlo. Realmente no sabemos cuándo va a pasar este episodio, nosotros nos basamos en la experiencia, en los datos. Es como los meteorólogos, que tienen herramientas para saber qué tiempo va a hacer el fin de semana y aun así no aciertan siempre. La ecología es igual o más complicada que la meteorología, tienes todas las variables del clima más todas las especies, aderezado con la actividad humana.

P. ¿Cuándo se empezaron a dar cuenta del problema de la laguna?

R. En 2016, cuando la laguna colapsó, nos pilló desprevenidos a todos. Entonces no existía una monitorización continuada de la masa de agua como ahora. Se están haciendo bastantes esfuerzos, pero el sistema tampoco es el más adecuado, como se ha demostrado estos días. Nosotros tenemos nuestro propio método de monitorización y el Gobierno regional otro, pero aquí la duplicidad no es mala, siempre ven más cuatro ojos que dos. Sin embargo, el sistema está desfasado, no está a la altura del problema, faltan métodos en tiempo real, además de que sería necesaria una coordinación. Hemos pedido financiación, porque son sistemas costosos, que permitirían al público en general tener acceso a esos datos y que no haya margen para la demagogia de qué es lo que está pasando.

P. ¿Ha tenido algo que ver el incremento de temperatura del agua en este episodio, como avanzó el Ejecutivo murciano en un primer momento?

R. La temperatura juega un papel, pero un incremento puntual de la temperatura debido a la ola de calor, por sí solo, no es determinante. En la última década, la temperatura del agua del mar Menor ha aumentado casi un grado de media. Es muchísimo. Para ver si eso puede haber afectado a los peces no puedes coger lo último que te ha dado el termómetro, tienes que estudiar una serie temporal y aplicar unas metodologías. Ese análisis nos dice que este es uno de los años en los que el agua del mar Menor ha estado menos caliente de las últimas décadas.

P. ¿Existe alguna diferencia entre la mortandad de peces ocurrida en 2019 y la actual?

R. En 2019, al mal estado de la laguna se unió una gota fría que hizo que entrara de forma masiva agua dulce cargada de nutrientes y materia orgánica, que vinieron de tierra, sobre todo de los campos agrícolas. Todas esas partículas se fueron al fondo y formaron una capa profunda aislada de la capa superior de agua. Durante semanas no se mezclaron, lo que provocó que las bacterias descompusieran toda la materia orgánica en la capa de abajo, un proceso que consumió todo el oxígeno. Los peces escaparon, pero cuando llegó viento, empujó esa capa sin oxígeno y ya no tuvieron escapatoria, solo les quedó asfixiarse en la orilla de la playa. Lo ocurrido esta semana está propiciado por un aumento muy espectacular de clorofila debido a una explosión de fitoplancton en el mes de julio, lo que ha consumido el oxígeno del fondo, pero en este caso no ha habido ninguna gota fría.

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Sobre la firma

Esther Sánchez
Forma parte del equipo de Clima y Medio Ambiente y con anterioridad del suplemento Tierra. Está especializada en biodiversidad con especial preocupación por los conflictos que afectan a la naturaleza y al desarrollo sostenible. Es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense y ha ejercido gran parte de su carrera profesional en EL PAÍS.

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