El dióxido de carbono en la atmósfera marcará un nuevo récord en 2020 pese a la pandemia
La disminución puntual por el confinamiento no contrarresta décadas de incremento de las emisiones que alimentan el cambio climático, según la Organización Meteorológica Mundial
Las medidas de confinamiento mundiales ante la covid-19 apenas supondrán una muesca en la pronunciada curva de crecimiento de las concentraciones en la atmósfera de dióxido de carbono, causante del cambio climático. Y el parón de la economía mundial no implicará una reducción de la acumulación de los gases que sobrecalientan el planeta, ha señalado este lunes la Organización Meteorológica Mundial (OMM). Esto implicará que en 2020 se vuelvan a marcar unos niveles récord.
Esta organización, vinculada a la ONU, ha presentado de forma virtual el boletín anual de evolución de los tres principales gases de efecto invernadero: dióxido de carbono, metano y óxido nitroso. Aunque el documento se centra en los datos cerrados de 2019 —cuando las concentraciones atmosféricas de estos tres gases volvieron a crecer— la OMM ha ofrecido ya algunas estimaciones para este año 2020.
El organismo recuerda que los cálculos preliminares apuntan a que las emisiones de dióxido de carbono expulsadas por el ser humano se reducirán entre un 4,2% y un 7,5% este año, aunque la incertidumbre es grande porque todavía falta por saber si los confinamientos se endurecen más en la recta final de 2020. En cualquier caso, la OMM sostiene que, “a escala mundial, una reducción de las emisiones de esa magnitud no permitirá reducir la concentración de dióxido de carbono atmosférico”. Solo se conseguirá que la concentración aumente “a un ritmo ligeramente menor”. Esa desaceleración será similar a las “fluctuaciones normales en el ciclo del carbono que se producen de un año a otro”. Es decir, a corto plazo “el impacto de las medidas de confinamiento aplicadas a raíz de la covid-19 no puede diferenciarse de la variabilidad natural”, explica la OMM.
Aproximadamente la mitad del dióxido de carbono que emite el ser humano termina acumulado en la atmósfera (la otra mitad es capturada por la vegetación y los océanos). Luego, ese gas permanece concentrado en la atmósfera durante cerca de cien años. Las emisiones antropogénicas llevan creciendo desde el siglo XVIII, desde la época preindustrial. Y en las últimas décadas ese aumento se ha acentuado. El ritmo ha sido tal que “la última vez que se registró en la Tierra una concentración de dióxido de carbono comparable fue hace entre tres y cinco millones de años”, ha señalado este lunes Petteri Taalas, secretario general de la OMM.
Las emisiones históricas acumuladas unidas a la permanencia de este gas durante siglos en la atmósfera explican en parte que los confinamientos que han llevado a reducciones puntuales de las emisiones (no estructurales) apenas se vayan a percibir en las concentraciones atmosféricas. El boletín de la OMM explica que solo cuando las emisiones generadas por la quema de los combustibles fósiles se acerquen a cero se podrá empezar a reducir la concentración en la atmósfera de este gas de efecto invernadero. “La pandemia de la covid-19 no es una solución para el cambio climático. Sin embargo, nos brinda una oportunidad para adoptar medidas climáticas más sostenidas y ambiciosas”, ha resumido Taalas.
Nuevo récord en 2019
Los datos recabados por la OMM de la red mundial de estaciones de medición confirman que 2019 volvió a marcar un récord en la concentración de dióxido de carbono en la atmósfera, cuya media anual fue de 410,5 partes por millón (ppm), lo que supone casi un 48% más que en los niveles preindustriales, cuando esa concentración estaba en 278 ppm. Pero a través del estudio de algunos fósiles y de bloques de hielo se pueden realizar estimaciones de las concentraciones de mucho más tiempo atrás. Según ha recordado Taalas, para encontrar una concentración similar a la actual en la Tierra se debe retroceder entre tres y cinco millones de años. “La temperatura era entonces de dos a tres grados centígrados más cálida y el nivel del mar entre 10 y 20 metros superior al actual”, ha añadido.
El dióxido de carbono es el gas que más contribuye al calentamiento global, pero hay otros que también preocupan como el metano. Y en 2019 la concentración de este gas —que retiene más el calor pero que apenas permanece en la atmósfera una década— volvió a marcar un registro récord. Alcanzó las 1.877 partes por mil millones (ppmm), lo que supone un 160% más respecto a los niveles preindustriales (722 ppmm). La OMM explica que cerca del 40% de las emisiones de metano proceden de fuentes naturales (como los humedales). El 60% restante se debe a actividades vinculadas al ser humano como la ganadería, la agricultura, los combustibles fósiles o la gestión de residuos. Por último, la OMM destaca que la concentración de óxido nitroso, otro gas de efecto invernadero que además degrada la capa de ozono, llegó a las 332,0 ppmm en 2019, lo que supone un 23% más que en el siglo XVIII (270 ppmm).
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