¿Por qué queremos tanto a Carlo?
La relación entre la poesía, las matemáticas y el ciberespacio es más estrecha de lo que parece a simple vista. Carlo Frabetti nos lo descubre en su última novela: ‘Terrible ángel’
Sabemos que en ciencia solo se puede demostrar la verdad de manera excluyente, es decir, que solo se puede demostrar lo que es falso. Se hace imposible demostrar que algo es verdadero si no es con ayuda de la persuasión. Lo vino a afirmar Karl Popper en su momento.
Al contrario de lo que ocurre con la ciencia, la poesía no engaña. O es sublime o no es poesía. Tal vez por eso Jaime Gil de Biedma fue un poeta verdadero que hoy sigue viviendo convertido en poema. Algo así nos viene a contar Carlo Frabetti en su última novela titulada Terrible ángel (West Indies Books), donde nos presenta un enigma cuya solución aparece incluida en el mismo enigma. Se trata de una charada de esas que tanto le gustan al matemático italiano, un juego de lógica y absurdo con el que Frabetti nos sumerge en un viaje cíclico semejante a una cinta de Moebius que, en su recorrido, se identifica con aquella sextina que compuso Jaime Gil de Biedma y que tituló Apología y petición, y que se puede leer en este enlace.
A partir de dicha recreación poética, Carlo Frabetti nos enreda en un juego que nos transporta hasta el “Libersespacio”, un espacio-tiempo alternativo que existe desde mucho antes de la formación del ciberespacio; un ámbito infinito que forma una red tejida con palabras. Porque como dice Frabetti, todo lo que se nombra existe, al menos en los libros, y es con la eclosión de la informática en nuestra realidad donde los libros se funden en la red, en ese reino virtual donde no solo crecen virus, sino donde también van los poetas al morir para convertirse en poemas; versos de arte mayor, normalmente endecasílabos, que pasan a ser sextinas. Hay un guiño a Hans Moravec (1948) en todo esto y a su libro El hombre mecánico, donde el investigador austriaco nos presenta el ciberespacio como un espacio alternativo en el que habitan seres que se reproducen igual que los seres vivos.
Carlo Frabetti ya se introdujo en la recreación poética con un libro anterior titulado El trovador oscuro, donde aparece Arnaut Daniel, el trovador que fue considerado como un altísimo poeta en su tiempo y que creó la sextina, cuyo orden numérico está contenido en un talismán que representa “la variedad y continuidad de lo existente”. El amuleto se llama wafq majazi, que no es otra cosa que un cuadrado latino, origen del Sudoku, un rompecabezas cuya solución requiere algo más que el uso de la lógica, pues se hace necesario desvelar el misterio interior que encierra el orden de los números. Para ello, nadie más indicado que el detective íntimo creado por Frabetti, capaz de desvelar las pulsiones más ocultas así como los rincones más oscuros de su clientela.
Para resolver este caso, el detective íntimo se vuelve a ayudar de la relación existente entre los números y la literatura. Por algo Frabetti es matemático y narrador a partes iguales. Si se investiga un poco, si se googlean los términos que aquí aparecen y nos adentramos en la dimensión del ciberespacio, podemos demostrar que todo lo dicho aquí es verdadero. Tan verdadero como que la sextina de Jaime Gil de Biedma titulada Apología y petición es un poema que no miente.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.
Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter e Instagram, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.