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Falsas atribuciones, así en la vida como en la ciencia

A científicos como Newton o Einstein se les atribuyen palabras y fórmulas que nunca fueron expresadas por ellos

Montero Glez
El físico Albert Einstein (1879 - 1955) de pie junto a una pizarra con cálculos matemáticos escritos con tiza.
El físico Albert Einstein (1879 - 1955) de pie junto a una pizarra con cálculos matemáticos escritos con tiza.Hulton Archive (Getty Images)

Cualquiera que haya leído las novelas del Sherlock Holmes sabe que el célebre detective nunca dijo: “Elemental, querido Watson”. La culpa de dicha concesión la tiene la película donde el famoso latiguillo apareció por primera vez. La cinta se titula Las aventuras de Sherlock Holmes y la dirigió Alfred L. Welker en 1939, cuando Conan Doyle -autor de Sherlock Holmes- llevaba nueve años muerto.

Este es un ejemplo de personaje ficticio al que se le han atribuido palabras que nunca dijo, aunque también hay personajes históricos a los que se les ha endosado falsos enunciados. Maquiavelo es uno de ellos. Cualquier persona que no conozca la obra del florentino caerá en el error de dárselas de intelectual si cita la conocida frase: “El fin justifica los medios”, frase que, por otra parte, es del teólogo alemán Hermmann Busenbaum en cuya obra titulada Medulla theologiae moralis escrita en latín en 1645 –más de un siglo después de la muerte de Maquiavelo- escribe: “Cum finis est licitus, etiam media sunt licita”, o lo que es lo mismo: “Cuando el fin es lícito, también lo son los medios”.

La falsificación se extiende a todos los ámbitos, siendo en el ámbito de los científicos donde más abunda. Por lo mismo, Einstein no escapa de los apaños. Al genio alemán se le endosan frases que nunca dijo, como por ejemplo: “Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad. El mundo tendrá una generación de idiotas”. Estas palabras que Einstein nunca dijo se repiten constantemente en las redes sociales. Pero más grave aún es lo de Newton, al que se le atribuye una de las ecuaciones más famosas de la Física, es decir, la fórmula de la gravitación universal. Recordemos: F = Gm1m2/r2, donde G es la constante gravitacional.

A Newton se le sigue endosando dicha fórmula que, según cuentan la mayoría de los manuales, aparece en sus Principios matemáticos de filosofía natural. Al igual que ocurre con Maquiavelo, cualquiera que haya leído el trabajo de Newton se podrá dar cuenta de que entre sus páginas no hay ecuaciones algebraicas, pues, los Principios son un tratado de geometría al estilo de la geometría de Euclides.

Tal asunto nos lo descubre el biólogo y novelista Fernando Vallejo en un libro que tiene ya algunos años y que se titula Manualito de imposturología física (Taurus), un libelo donde el autor colombiano, llevado por la acidez que le caracteriza, no se contenta con refutar a Newton, sino que llama payasos cuánticos a Bohr y a Planck, y acusa a Einstein de formular marihuanadas.

Pero sigamos con Newton, pues para Vallejo la constante gravitatoria G que aparece en la fórmula atribuida a Newton es de Henry Cavendish, un físico y químico nacido francés que, en 1798, reveló que la ley de la gravedad de Newton se cumplía de la misma manera para cualquier par de cuerpos. Cuando Cavendish lo demostró con ayuda de una balanza de torsión, Newton llevaba muerto poco más de setenta años. Con estas cosas, Fernando Vallejo tumba un tratado fundamental para la ciencia y, con ello, a un científico como Newton que lo único que hizo fue -según Vallejo- “introducir el tiempo a través del movimiento y la fuerza en la vieja ciencia del espacio de Euclides”.

Para Vallejo, los Principios poco o nada tienen que ver con la física. De hecho, el título del tratado de Newton habla de filosofía, por ser dicho tratado una filosofía envuelta en principios geométricos y mecánicos. Como gramático que es, Fernando Vallejo sabe que lo que hoy son conceptos científicos asumidos, antes solo fueron simples palabras (gravedad, energía, materia). Por lo mismo, también sabe que cuando la ciencia no puede hacer mucho por dar dimensión científica a una palabra, se le echa la culpa a la palabra (comprensión, variedad, etc.) a la que atribuye el error.

Se trata de un truco eficaz para llenar las mentes de la gente que no piensa por sí misma, y que da por hecho lo que le cuentan, ya sea una cita de un personaje ficticio o la frase atribuida falsamente a un personaje real, eso sin olvidar algo tan grave como una ecuación matemática.

Por tales asuntos, el libelo de Fernando Vallejo resulta curioso, no solo por su fuerza corrosiva, sino porque nos entrega la capacidad para pensar los propios límites, poniéndonos en el camino de la negación, de la disyuntiva y de la duda, categorías que nos llevan a modificar hipótesis para dar consistencia al método científico.

El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento.

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Sobre la firma

Montero Glez
Periodista y escritor. Entre sus novelas destacan títulos como 'Sed de champán', 'Pólvora negra' o 'Carne de sirena'.

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