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Obituario
Columna
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Paco Sánchez, la curiosidad sin límite de una energía que ni se crea ni se destruye

A su vitalidad le debemos que la astronomía de España se codee de igual a igual en el ámbito internacional

Muere Paco Sánchez

Francisco Sánchez ya no está con nosotros y ojalá siga por ahí en el universo, dando esa energía que tenía, y que sabemos que no se crea ni se destruye. A Paco lo conocí siendo él el gran jefe del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y yo, empezando el doctorado. A pesar de la diferencia de edad y situación, nos hicimos buenos amigos. Su temperamento vital y desprejuiciado lo hizo posible. Me resultaba muy interesante su personalidad, que era muy rica; yo diría que inclasificable.

Como jefe a la antigua usanza que era, podía ser duro en sus exigencias profesionales y, al mismo tiempo, ser muy afectuoso y tener un trato muy cercano en el plano personal. Como amigo, podías tener la certeza de que cada conversación iba a ser interesante. ¡Qué ser más curioso! Le interesaba todo. Quería aprender siempre cosas nuevas; hasta el final, a sus ochenta y muchos años, seguía instalando nuevas apps en su móvil.

Siempre buscaba lo esencialmente importante y no se perdía en naderías. Su vitalidad y curiosidad no tenían límite. Tenía una mente muy poderosa que lo hacía estar por encima de los problemas corrientes. Trascendía de ellos. Sin embargo, le preocupaban las personas en sus aspectos más esenciales; para él también eran sumamente importantes la familia o los amigos. Era muy afectuoso, quería a la gente y adoraba a su familia.

Siempre tuvo una habilidad fuera de lo común para conocer a las personas y trataba de modo especial a todos, aunque era muy exigente. También consigo mismo. Su capacidad para ver el potencial de cada quien creó que fue clave para crear el IAC. Ahí empezó con unos pocos a los que embarcó en un gran proyecto: impulsar la astronomía desde los observatorios que demostró eran excelentes. A esos pocos, todos ellos pioneros también a su modo, los metió en los asuntos que mejor podían hacer; y, así, entre todos y con él, como líder indiscutible, empezó su gran empresa, que fue su empresa de vida.

Con el tiempo, fuimos llegando allí más personas y con nosotros hizo algo parecido. Nos fue dando tareas que sabía que podíamos desempeñar bien. Yo estudio galaxias, pero me quedé también con la herencia que me dejó: defender el cielo, para que siga siendo motor de conocimiento, investigación y cultura.

Era un hombre grande. Repartía tareas, misiones y se apartaba. No he conocido a nadie más capaz de delegar. Nos proponía retos, proyectos, y una vez que los aceptabas, tenías todo su apoyo y nada de injerencia. Creo que eso fue así por su generosidad —que siempre admiré— y porque, además, sus sueños, sus metas no tenían límite. Él no necesitaba intervenir en algo que ya había resuelto, seguía con otros afanes y solo estaba ahí para apoyar si se lo pedías. Poca gente he conocido así.

La vida de Francisco Sánchez está llena de experiencias y anécdotas en las que intervienen personas de todo tipo —y calaña, que diría él—, que explica muy bien en su libro Soñando estrellas. Era un valiente y, a lo largo de su larga historia, ha luchado contra gigantes y contra molinos y, para mí, ha logrado algo impensable.

Con él he aprendido mucho; a lo mejor, él también aprendió algo de mí —así lo espero—, pues nos gustaba charlar de muchos temas. Yo disfrutaba mucho nuestras conversaciones y él sabía escuchar. Intervenía con alguna pregunta o comentario que me ayudaba a encontrar respuestas. A veces era al revés, yo lo escuchaba y quizás también lo ayudé a aclarar alguna de sus múltiples diatribas.

Pero, siguiendo su dogma de ir a lo que es central, a él le debemos que la astrofísica en España se codee de igual a igual con la de otros países. Su visión, su sentido de la oportunidad, su sabiduría y, muy importante, su tesón han logrado una ciencia internacional pivotante alrededor de la observación astronómica en nuestro país. En Canarias se le adora. Encontró un filón de oro para las islas: los observatorios que propició y defendió. Y desde ellos, acuerdos internacionales pioneros, leyes de protección del cielo que solo existen en España, bonanza para Canarias a partir de la ciencia y la tecnología. Ya les digo: fue un visionario y un valiente que luchó sin tregua por lo que creía; sin pararse por los obstáculos, sin preocuparse del “qué dirán”, sin perderse en su objetivo.

Vivió intensamente y consiguió cosas grandes. Seguro que, si está en algún lugar del universo, podrá decir que su vida ha merecido la pena. Yo le apreciaba mucho. He perdido un amigo y ojalá que su espíritu y su fortaleza nos acompañen.

Casiana Muñoz dirige un grupo de investigación en el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) y fue subdirectora del centro entre 2018 y 2024.

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