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Juan Luis Arsuaga: “La mente humana es una aberración permanente”

El paleoantropólogo y codirector de Atapuerca describe en su nuevo libro el origen del cuerpo humano, que determina lo que somos como especie

Nuño Domínguez
Juan Luis Arsuaga
El paleontólogo Juan Luis Arsuaga, en la biblioteca del Centro de Evolución y Comportamiento Humano, posa con una reproducción del fósil neandertal de Kebara (Israel), en Madrid.Jaime Villanueva

El paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga (Madrid, 68 años) dice que nuestro cerebro se alimenta de glucosa e historias. Y él es una máquina de contarlas. Para empezar explica que está en este mundo gracias al Real Madrid. Su padre, Pedro María Arsuaga, jugó de extremo izquierdo en el equipo blanco a finales de los años 40. Se lesionó y le mandaron a la grada a ver los partidos. Allí se fijó en una joven que se sentaba siempre al lado. El futbolista sabía que su carrera sería corta, así que se matriculó en Económicas en la Universidad Complutense. Un día, bajando a clase en el tranvía, se encontró de nuevo con aquella chica, que estudiaba Filosofía y Letras. Hablaron, se gustaron y de ahí salió Juan Luis.

La historia viene a cuento porque la madre de Juan Luis Arsuaga le llevaba mucho al Museo del Prado. Al contrario que la mayoría de visitantes, ellos empezaban siempre por la escultura grecorromana. Ahora, muchos años después, Arsuaga usa las formas de algunas de las estatuas expuestas en el museo madrileño para vertebrar Nuestro cuerpo (Destino), un libro en el que explora por qué los sapiens tenemos el aspecto que tenemos, gracias a siete millones de años de evolución. Su madre, cuenta Arsuaga, sigue siendo muy madridista a los 94 años de edad.

Pregunta. ¿Qué le ha llevado a escribir este libro?

Respuesta. Hay un montón de manuales de anatomía con muchas ilustraciones, pero, ¿para qué las necesitamos si tenemos nuestro propio cuerpo? Mejor, tócatelo [empieza a dar codazos en la mesa y a tocarse los brazos, la espalda] Estos son los epicóndilos, los músculos flexores y extensores, el acromion. O mejor, tócaselo a una o a uno. Es mucho mejor en parejas.

P. Somos la única especie humana que queda en el planeta. ¿Por qué nuestro cuerpo es tan diferente?

R. Somos los únicos porque no hemos dejado a ninguno más. No permitimos que haya otros. Estamos a punto de acabar con nuestros parientes, los chimpancés, los gorilas y los orangutanes. Vamos cargándonos a nuestros parientes.

P. ¿También nos cargamos a los neandertales?

R. Sin ninguna duda. No en una guerra, sino por competencia.

P. ¿Hay algo que pueda acabar con nosotros como especie?

R. La especie, no. La civilización puede que sí. Puede haber desgracias horribles y un baño de sangre. Cuando la gente se pone apocalíptica dice “vamos a acabar con el planeta”. Pero con el planeta no acaba nadie. Puede más que nosotros. La vida seguirá y la evolución continuará. Los que corremos peligro somos nosotros como civilización. No hace falta el apocalipsis para estar preocupado. De hecho, el relato apocalíptico es una mierda, porque no soluciona nada.

P. El apocalipsis es un relato bíblico. ¿Hay sitio para Dios en su libro?

R. Yo no soy creyente. Ahora bien, el fenómeno religioso es fascinante. Como dice el libro El azar y la necesidad, de Jacques Monod, en la frase final: ahora sabemos que estamos solos en un universo indiferente. Eso es lo peor. No estamos en un universo cruel ni hostil, sino que estamos en un universo indiferente al que hemos emergido por azar. Ahora lo sabemos y podemos elegir lo que queremos ser. No hay ningún científico que crea en un dios que interviene en los asuntos humanos. Pero hay mucha gente que tiene una idea trascendente, como la de Baruch Espinoza. Algo que representa la totalidad del mundo, del universo. El sueño es llegar a fundirse con él. Yo tampoco creo en esto. Yo soy epicúreo. Mi idea es el materialismo y la búsqueda de la felicidad.

P. ¿Y dónde la busca?

R. Una de las cosas más importantes ahora es demostrar mi teoría sobre nuestro cuerpo. De cabeza para abajo aparece con el Homo erectus, y nosotros seríamos básicamente como él. Los neandertales evolucionaron, se hicieron muy anchos y fuertes por razones de clima y ecológicas. En cambio, nuestro cuerpo sería el primitivo. Un cuerpo estrecho como el nuestro es muy bueno para la carrera de resistencia, para el maratón, para una especie que recorre largas distancias, que tiene un territorio muy amplio. Para hacerse una idea, los hadza del lago Eyasi [norte de Tanzania], que son el último pueblo cazador-recolector, recorren en un año la misma distancia que hay de este a oeste de Estados Unidos, unos 4.500 kilómetros. Parece una barbaridad. Pero piense en el Camino de Santiago. Desde Saint-Jean-Pied-de-Port (Francia) a Santiago hay algo más de 700 kilómetros. Y normalmente lo hacemos en un mes. No es tanto. Estamos hechos para eso y para carreras de fondo. Somos una máquina increíble, por eso es casi imposible perder peso.

P. ¿Por qué?

R. Somos demasiado eficientes. Corriendo consumimos una caloría, o kilocaloría, por kilómetro y kilo de peso. Tú, que debes de pesar unos 70 kilos, gastarías 70 calorías en correr un kilómetro. Si te pegas una pechada, digamos, de cinco kilómetros, gastas 350 calorías. Nada comparado con lo que te metes con unas tortitas con nata. La gente cree que estamos mal hechos, pero el problema está en que no gastamos combustible. Así que procura no comer porque luego no lo sueltas.

P. ¿Desde cuándo somos tan eficientes?

R. El otro modelo, el de los neandertales, es para esfuerzos explosivos. Aún no sabemos qué tipo de fibras musculares tenían, lo sabremos pronto, pero suponemos que eran de contracción rápida. Casi todos los científicos dicen que los que están especializados son los neandertales y nosotros seríamos los primitivos. Yo digo que es al revés. Es como Copérnico. Aquí uno de los dos está muy equivocado. O la Tierra gira alrededor del Sol o al revés. Yo voy a demostrar que tengo razón usando fósiles.

El paleóntólogo Juan Luis Arsuaga, en su despacho del Centro de Evolución y Comportamiento Humano, en Madrid.
El paleóntólogo Juan Luis Arsuaga, en su despacho del Centro de Evolución y Comportamiento Humano, en Madrid.Jaime Villanueva

P. ¿Nuestro cuerpo nos da una ventaja clara?

R. Biomecánicamente está muy bien. El problema es que había que ser muy fuerte para sobrevivir ahí afuera. Fuimos muy fuertes hasta los neandertales. Nosotros sustituimos la fuerza del individuo por la del grupo. Nos hicimos caminantes de larga distancia porque establecemos redes sociales, explotamos diferentes recursos, trazamos alianzas, nuestra biología es social. También porque matamos a distancia, con propulsores o trampas o por agotamiento. Si tú tienes que matar cuerpo a cuerpo, tienes que ser muy fuerte. Pero si tienes un sistema social, no. Hay esquimales que cazan sin armas. Todo el grupo persigue a los renos, los encajonan y los despeñan. Todo consiste en inteligencia, organización y control del territorio. Y el control del territorio te lo da tener una red de informantes y de alianzas. De aquí también sale el arte y los objetos simbólicos. Porque si tú vas por ahí, ¿cómo sabes que un grupo es de tu etnia? Tus objetos identitarios te permiten identificarlos. De este concepto del tamaño del cuerpo sale todo lo demás que nos hace únicos.

P. ¿Estamos hechos para una vida que ya no llevamos?

R. El problema es que hay que recuperar las sensaciones. La mayor parte del tiempo no sabemos que tenemos cuerpo. No pasamos frío porque llevamos abrigo, no pasamos calor porque estamos climatizados. Vamos a la playa y nos llevamos una silla. Lo primero es sentir el cuerpo, y por eso este libro. Ahora, la neurociencia moderna ha invertido los términos y dice que no es que la mente tenga un cuerpo, sino que el cuerpo tiene una mente. El propietario del yo es el cuerpo.

P. En su libro dice que la belleza es solo humana...

R. Solo nosotros, los sapiens, la tenemos. Los animales no tienen ningún sentido de la estética. Solo valoran la belleza en su especie. Un petirrojo lo que estima es el color rojo del pecho de otro petirrojo, pero el amarillo de la oropéndola le trae sin cuidado. Para nosotros, en cambio, es tan bella la oropéndola como el pavo real, el leopardo, la luna o el arco iris. Y yo creo que en eso también somos únicos.

P. ¿Tampoco los neandertales u otras especies humanas?

R. Me cuesta trabajo creerlo, porque es un delirio, una aberración. Todas las cosas que nos parecen normales de nuestra especie son delirantes. Las banderas, un trapo de colores, o la cruz y la media luna, por las que somos capaces de matarnos. El delirio que vive la gente en un partido de fútbol. La mente humana es una aberración permanente. No hay nada lógico, no hay nada práctico. Y aun así de ahí salen Mozart, Shakespeare, Cervantes.

P. Hablaba del fin de la civilización. ¿Comparte el temor de algunos expertos por la inteligencia artificial?

R. Yo lo que dice la gente lo escucho con respeto, pero no me lo creo todo, de momento. Y ojalá la inteligencia artificial fuera una amenaza, porque eso querría decir es una tecnología muy potente. Para ser más fuerte que nosotros tiene que ser la bomba. Y si es muy potente, pues será como cualquier otra tecnología, que tendrá un uso bueno y uno malo. A nosotros la evolución nos ha hecho más empáticos que nuestros antepasados, más sociables, más cooperativos, más solidarios ¿Por qué un ordenador no va a ser no solo más inteligente, sino también más empático y generoso que nosotros?

P. ¿Piensa jubilarse?

R. Como científico, jamás ¡Pero si estoy empezando ahora! Yo he investigado, he excavado, he dado clases, he escrito libros, pero trabajar, no he trabajado nunca. He disfrutado de la vida y pienso seguir haciéndolo.

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Sobre la firma

Nuño Domínguez
Nuño Domínguez es cofundador de Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo Científico por la Universidad de Boston (EE UU). Antes de EL PAÍS trabajó en medios como Público, El Mundo, La Voz de Galicia o la Agencia Efe.

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