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El madrileño de 17 años que colabora en un proyecto del ‘James Webb’, el mayor telescopio espacial de la historia

Álex Benítez, ahora estudiante del grado de Física, ha sido el único alumno de bachillerato que participa como investigador en los programas de Observadores Generales del Ciclo 1 del telescopio espacial

Alex Benítez, un estudiante de Física que participa en una propuesta del telescopio 'James Webb', este miércoles en la Facultad de Ciencias Físicas de la Universidad Complutense de Madrid.
Alex Benítez, un estudiante de Física que participa en una propuesta del telescopio 'James Webb', este miércoles en la Facultad de Ciencias Físicas de la Universidad Complutense de Madrid.INMA FLORES
Laura Camacho

Álex Benítez (Madrid, 17 años) recuerda que desde pequeño le interesaban los ordenadores. Cuando apenas tenía 11 o 12 años comenzó a aprender a programar a partir de un libro y de manera autodidacta porque, tal y como le dijo su padre, “no conocía a ningún programador bueno que no hubiera aprendido a programar él solo”. En el verano tras acabar cuarto de la ESO consiguió el contacto de Dan Coe, del Space Telescope Science Institute. El científico está a cargo de una propuesta para la observación de la galaxia MACS0647-JD a través del telescopio James Webb, también conocido como JWST, que fue lanzado el pasado 25 de diciembre. Tras conseguir la aprobación para su participación, el joven consta como uno de los coinvestigadores de este proyecto, en el que ha ayudado desde los comienzos. Es el único estudiante de bachillerato que aparece como investigador en los programas de Observadores Generales del Ciclo 1 de JWST.

Este proyecto tiene como objetivo observar a la galaxia MACS0647-J, una de las más antiguas —o jóvenes si se mira desde principio del universo—. “Con nuestra propuesta queremos determinar exactamente qué composición tiene y, si es posible, con el fenómeno de lente gravitacional, observar galaxias aún más antiguas alrededor de esta”, explica. La galaxia ya fue vista por el telescopio espacial Hubble, pero no con gran detalle. Esperan poder obtener los primeros datos en noviembre del próximo año.

Para conseguir la aprobación, los investigadores tuvieron que demostrar que su propuesta para observar galaxias era mejor que la del resto. Para ello utilizaron un programa (llamado Mirage) que simulaba lo que el James Webb vería si observara determinada parte del cielo. El problema es que este programa estaba recién creado, no había sido probado y tenía errores “que no permitían que funcionara”. Ahí entró Benítez: ayudó a conseguir simular imágenes: “Lo que hice fue leer entero el programa un montón de veces, entenderlo y hacer que funcionara con la ayuda de Dan Coe. Al final, es un programa muy complicado que requiere saber bastante sobre telescopios y sobre objetos astronómicos”, rememora. Sin embargo, su papel no acaba aquí. Coe le ha propuesto continuar en él para procesar los datos que comiencen a recibir el próximo otoño.

La experiencia para llegar a comprender el sistema le ha permitido profundizar más en la programación. “Aprendí un montón. Al final sabía, pero esto era otro nivel”. Para ello se apoyó en dos libros de astrofísica que le ayudaron a entender el funcionamiento de las estrellas, de las lentes, de los telescopios o cómo calibrar uno, entre otras cosas. Además, este estudio le ha “hecho ver” que lo que le gusta es la astrofísica. Con el investigador que tuvo más contacto fue con Coe, además de Bryan Hilbert, creador del programa Mirage. La mayoría de la comunicación fue a través de correos electrónicos y alguna videollamada. Y cuando llegó el momento de conocerse, no pudo viajar por la covid. Aunque el resto del equipo tenía una carrera científica profesional, este joven agradece el trato que tuvieron con él, no como un igual, pero sin hacerle sentir de menos. “Me trataban como alguien que sabía hacer cosas y me pareció bien. Al final eso me ayudó también a seguir intentándolo”.

Actualmente, estudia el grado de Física en la Universidad Complutense de Madrid (va un curso adelantado). Siempre ha sido lo que más le ha gustado porque le permite usar muchas matemáticas, pero aplicadas al mundo real. “Te quedas con los pies plantados en el suelo. Física es concreto, es sobre problemas que tú ves en cierta medida”, detalla. Otro de los aspectos que destaca es que, cuando reciban los primeros datos, ya tendrá mayor formación: “Siento que podría hacer más para el proyecto, cosas más complicadas y técnicas”. En un futuro le gustaría continuar estudiando hasta terminar un doctorado, por ahora, en su camino hacia la astrofísica.

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