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“Todo cuadraba”: los expertos que avisaron de la reactivación del volcán de La Palma

Un equipo de investigadores publicó en enero un trabajo científico que señalaba que se estaba desatando la actividad magmática bajo Cumbre Vieja que podía terminar provocando una erupción en ese punto

Momento en que se abrió la primera boca eruptiva en Cabeza de Vaca, Cumbre Vieja, el 19 de septiembre. En vídeo, la erupción del volcán, vista con cámara térmica.Vídeo: DESIREE MARTIN / AFP / IGME
Javier Salas

Los que ya lo vieron venir siempre surgen tras una crisis impactante: esos que ya se conocen popularmente como los capitanes a posteriori. También están los que anuncian muchas cosas y es fácil que acierten alguna. Y luego, quienes disponen de información cabal y datos de calidad para adelantar que algo podría ocurrir. En enero, un equipo de expertos de instituciones científicas españolas e internacionales publicó un estudio sobre La Palma que, leído ahora, llama la atención por su acierto. El magma, decía, se filtraba por las grietas bajo la parte sur de la isla y se estaba produciendo una reactivación volcánica que buscaba salida bajo Cumbre Vieja.

Había pistas evidentes para cualquiera. En octubre de 2017 se produjo un enjambre sísmico de 122 pequeños miniterremotos, la primera señal desde que el Teneguía se apagó en 1971. Luego, en 2018, otros 79 seísmos. Pero sucedía algo extraño, según cuenta ahora José Fernández, responsable del laboratorio de teledetección del Instituto de Geociencias (IGEO), apoyado por el CSIC y la Universidad Complutense. “No habían detectado deformación y eso nos parecía raro tras los enjambres, y quisimos analizarlo por otros medios”, explica. Lo raro era que hubiese sismicidad y no un cierto abombamiento, aunque mínimo, que indicara presión del magma bajo la corteza.

“Vimos que el proceso de reactivación debió ser en torno a 2009 y 2010, y tras estudiar la evolución hasta 2020, descubrimos que se estaba acelerando”
José Fernández, Instituto de Geociencias

Usaron información de los satélites, como se está haciendo ahora durante la crisis, para leer si se había hinchado el terreno en las últimas décadas. “Vimos que el proceso de reactivación debió de ser en torno a 2009 y 2010, y, tras estudiar la evolución hasta 2020, descubrimos que se estaba acelerando”, apunta el experto. Sus datos sugerían que pequeñas cantidades de magma se estaban acumulando con una profundidad de ocho a diez kilómetros, interactuando con acuíferos y aumentado la presión en la zona. Pero no bastaba con eso: para que haya una reactivación tienen que alinearse muchos otros parámetros. “Queríamos ver si podíamos ligar todo con anomalías geoquímicas, de gases, que indicaran que era un proceso volcánico”, recuerda el científico.

El investigador José Fernández, del Instituto de Geociencias.
El investigador José Fernández, del Instituto de Geociencias.

“Todo cuadraba”, resume Fernández, “cuadra con las anomalías de gases, cuadra con la geoquímica, cuadra con la geodesia”. Combinando el patrón de la deformación en superficie, observaron que esa zona empezaba a moverse desde 2008 hasta 2020, con una deformación en el Valle de Aridane, donde se produjo la erupción de 1949. En aquella ocasión, la actividad se originó más de una década antes, con unos temblores en 1936. En esta oportunidad, la erupción se ha producido unos 11 años tras el inicio de la reactivación.

Un detalle importante, en el que insiste Fernández: en la zona de Canarias, solo el 20% de las reactivaciones terminan en erupción, como en 2004 y 2005 en Tenerife. “Este estudio también nos permitía saber por qué está pasando en La Palma y no en El Hierro o en Tenerife”, apunta el investigador del IGEO. En su análisis, publicado en Scientific Reports junto con investigadores de universidades españolas, estadounidenses e instituciones italianas y canadienses, se logra una radiografía muy detallada del territorio: la zona norte es la más antigua, donde se formó la isla con la actividad volcánica, mientras el sur es más joven y agitado. Había magma que aprovechó las fracturas que no se han cerrado desde 1949 (ayer, en términos geológicos).

El estudio “no tuvo ninguna repercusión, pasó desapercibido”, recuerda Fernández, en parte porque se publicó en pleno tsunami de contagios de covid tras las Navidades. Pero informaron al Instituto Geográfico Nacional (IGN) y al Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan). Su trabajo “ayudará a saber cómo pueden ser las próximas reactivaciones”, cree Fernández: “Es importante medir cuando parece que no pasa nada, así podemos trabajar con años de antelación, mínimo meses. Necesitas una vigilancia de muy largo plazo”. El experto apunta una gran ventaja de estas investigaciones: “Por primera vez vamos a poder hacer un estudio desde el principio hasta el final, así vamos a mejorar el conocimiento del vulcanismo en Canarias”.

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Sobre la firma

Javier Salas
Jefe de sección de Ciencia, Tecnología y Salud y Bienestar. Cofundador de MATERIA, sección de ciencia de EL PAÍS, ejerce como periodista desde 2006. Antes, trabajó en Informativos Telecinco y el diario Público. En 2021 recibió el Premio Ortega y Gasset.

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