Una expedición internacional intenta salvar el coral del mar Rojo
Un equipo científico suizo impulsa la investigación conjunta entre los países ribereños para conservar un ecosistema resistente al calentamiento global y alcanzar una política regional para su protección
El calentamiento global se ha convertido en la principal amenaza para los arrecifes de coral en todo el planeta. El incremento de las temperaturas y la acidificación de los océanos que provoca el cambio climático, unidos a la contaminación, la sobrepesca y el desarrollo de la actividad humana, han hecho desaparecer en los últimos 30 años el 50% de estos ecosistemas, de los que dependen el 80% de las especies marinas. El mar Rojo, sin embargo, parece inerme a este paulatino proceso de destrucción. Su barrera de coral ha logrado sobrevivir al estrés térmico, mucho más acusado en esa zona de Oriente Próximo, convirtiéndose en una esperanza para su supervivencia en un futuro mucho más cálido.
Sin embargo, una de las principales amenazas externas para consolidar este potencial refugio del coral son las acusadas diferencias políticas entre los países ribereños ―Israel, Jordania, Arabia Saudí, Yemen, Somalia, Yibuti, Eritrea, Sudán y Egipto―, que comparten un mar de apenas 2.000 kilómetros de largo y 300 de ancho. Esos recelos han impedido poner en común los distintos estudios sobre las diferentes especies coralinas que conviven en el mar Rojo ―en concreto las que se sitúan en el golfo de Aqaba―, y su resiliencia frente al calentamiento global. Las diferentes estrategias de desarrollo económico de sus respectivos gobiernos, muchas apoyadas en la expansión del turismo, también suponen un obstáculo para su futura conservación.
Con el objetivo de buscar una coordinación científica y política en la región que permita avanzar en los estudios de las particularidades de este ecosistema y preservarlo, en 2019 se constituyó el Centro Transnacional de Investigación sobre el Mar Rojo (TRSC, por sus siglas en inglés), impulsado por la Escuela Politécnica Federal de Lausana (EPFL), en Suiza. El organismo trata de promover, a partir de la diplomacia científica, la colaboración trasnacional entre los investigadores que ya trabajan en la región y planear estrategias comunes de protección. Su primera expedición para alcanzar estos objetivos zarpa este jueves desde Sevilla. Se trata del velero suizo Fleur de Passion, que servirá de plataforma logística para las investigaciones.
El reto es organizar una protección medioambiental común para todos los países del mar Rojo, porque la polución local se va a extender rápidamente al resto de la zonaAnders Meibom, uno de los fundadores del TRSC
El profesor Anders Meibom, uno de los fundadores del TRSC y responsable de la expedición, explica: “El reto es organizar una protección del medio ambiente común para todos los países del mar Rojo, porque la polución local se va a extender rápidamente al resto de la zona. Para lograrlo, es importante que las estrategias se basen en la ciencia. Hasta ahora, las investigaciones son estatales y no están a disposición de los demás, pero para proteger el ecosistema es importante compartir los datos”.
Uno de los principales estudios sobre las singularidades del coral del mar Rojo, impulsado por Maoz Fines, ideólogo del TRSC y profesor de la Universidad Bar Ilan, en Israel, se publicó en 2019 en el Journal of Experimental Biology. En el informe se confirmaba que la inmunidad térmica de estos corales se trasladaba a sus descendientes. Meibom indica: “Lo que hace único a este coral es que puede resistir a un clima mucho más cálido, que es el que vamos a alcanzar en unos años. Sus diferentes especies, en lugar de blanquearse y morir con la subida de las temperaturas, se mantienen. Esto nos da esperanzas para preservar este ecosistema coralino para generaciones futuras”.
En la expedición, el TRSC va a proporcionar la capacidad tecnológica para que los investigadores que están trabajando en las distintas universidades y plataformas marítimas de los países que bordean el mar Rojo puedan realizar una detallada base de datos de su barrera de coral y examinar su capacidad de resistencia a las altas temperaturas. Meibom explica que han diseñado un sistema para controlar el blanqueamiento del coral: “Es una especie de pequeño acuario en el que incorporamos muestras de corales y las sometemos a un estrés térmico muy preciso para comprobar cómo reaccionan a la fotosíntesis con las algas”.
La toma de muestras y el análisis del coral y del ADN de las especies de su ecosistema serán determinantes para tener un mayor conocimiento de la estructura de ese arrecife
La secuenciación genética de las distintas especies de coral del atolón del mar Rojo también va a ocupar un espacio relevante en la expedición. La toma de muestras y el análisis del coral y del ADN de las especies que conforman su ecosistema serán determinantes para tener un mayor conocimiento de la estructura de ese arrecife. También se potenciará el uso de la genómica más avanzada para predecir los modelos de adaptación de los corales a esas aguas.
A bordo del velero irán ocho investigadores de distintas nacionalidades: israelíes, jordanos, egipcios, alemanes, saudíes… Meibom señala: “No venimos a hacer ciencia para ellos, sino a organizarla con ellos. Hay muy buenos investigadores y científicos, que utilizan metodología y comparten objetivos, pero que trabajan en proyectos individuales. Por primera vez van a trabajar juntos y van a generar programas comunes”.
Pronto para trasladar coral
Cuando el nivel del mar descendió en la Edad de Hielo, el mar Rojo quedó aislado. Los arrecifes fueron recolonizando la zona sur, donde las temperaturas son más altas. “Estos corales son capaces de resistir temperaturas de hasta 36 grados centígrados”, puntualiza Meibom. Varios estudios coinciden en que una subida de la temperatura global de más de dos grados abocaría a la desaparición del 90% de los arrecifes del planeta. Conocer cómo y por qué los del mar Rojo han conseguido adaptarse a estas condiciones climáticas podría ayudar a avanzar en la readaptación de otras especies en otras zonas. Un trasplante de coral a otros atolones, sin embargo, se antoja precipitado para Meibom.
El profesor, que también dirige el laboratorio de Geoquímica Biológica del la EPFL, explica: “No se pueden trasladar los corales del mar Rojo a otras partes del planeta, porque suelen adaptarse al ambiente en el que viven. Las condiciones de este mar son muy concretas, como la alta salinidad del agua, que no se da en otros ecosistemas”. Y continúa: “Si llevamos este coral por ejemplo a la Gran Barrera australiana, algunas especies sobrevivirían, pero la mayoría no. En el futuro, tal vez la bioquímica pueda ayudar a crear un coral más resistente, pero la única forma de recuperar los arrecifes es eliminando el estrés al que están sujetos, y lo primero es reducir las emisiones de carbono”.
Si la colaboración en materia de investigación entre los países del mar Rojo no parece un problema por la propia naturaleza abierta de la ciencia, conseguir coordinar programas a nivel regional que reduzcan esas emisiones de CO₂ y limiten el impacto de la actividad humana sobre el arrecife de coral se antoja más complicado. Israel ha vuelto a permitir el tránsito de barcos en la zona de Aqaba con el riesgo de vertidos de aceite que ya impactó de manera negativa en los años sesenta y setenta; el Gobierno egipcio ha apostado por el turismo masificado y el buceo en esa costa y Arabia saudí planea la construcción de una ecociudad en sus orillas. Meibom señala: “Se trata de una zona muy pequeña y la protección del ecosistema requiere que todos sigan las mismas reglas. Es difícil saber cuál será el nivel de protección al que se comprometerá cada Estado, pero todos están concienciados y saben el daño que la pérdida del arrecife de coral podría suponer para ellos”. Aquí es donde jugará un papel determinante la famosa neutralidad diplomática suiza. “Podemos ser los motivadores y los moderadores”, puntualiza el profesor.
¿Por qué Sevilla?
La elección de Sevilla por parte del Centro Transnacional de Investigación sobre el Mar Rojo como punto de partida de la expedición que le llevará a examinar el arrecife de coral de esta extensión de agua a lo largo de los próximos cuatro años puede parecer extraño, pero no es casual. Del puerto hispalense zarpó en 2015 el velero Fleur de Passion, propiedad de la Fundación Pacifique que colabora con la entidad, y a él arribó cuatro años después tras recrear la circunnavegación de la Tierra que también iniciaron en la capital andaluza Fernando Magallanes y Juan Sebastián El Cano hace 502 años. En ese viaje, el barco suizo cartografió la contaminación sonora y por microplásticos de los océanos, el efecto de los gases invernadero y la salud de los arrecifes.
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