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Las temporadas de rinitis alérgica empeoran en Europa

El calentamiento global aumentará la severidad de esta enfermedad hasta en un 60% si las concentraciones de dióxido de carbono se duplican en el futuro

Una niña se suena los mocos a la salida de su colegio en Madrid.
Una niña se suena los mocos a la salida de su colegio en Madrid.ÁLVARO GARCÍA
Juan Miguel Hernández Bonilla

El incremento en las emisiones de dióxido de carbono acelera el cambio climático. El cambio climático aumenta la temperatura del aire del planeta. El aumento de la temperatura del aire estimula el crecimiento de la hierba. El crecimiento de la hierba genera un aumento en la producción de polen. Cuanto mayor es la concentración de polen en el aire, más fuertes pueden ser los síntomas y mayores los casos de rinitis alérgica estacional, una enfermedad respiratoria que en la actualidad afecta al 40% de la población europea.

Estas cinco ideas encadenadas son el fundamento detrás de un estudio científico, publicado recientemente en la revista Science Advances, que revela que el cambio climático empeora las temporadas de rinitis alérgica en Europa. Alexander Kurganskiy, investigador de la Escuela de Ciencias del Medio Ambiente de la Universidad de Worcester en El Reino Unido y primer autor del trabajo, afirma que “el calentamiento global aumentará la severidad de esta enfermedad, también conocida como fiebre de heno, hasta en un 60% si las concentraciones de dióxido de carbono se duplican en el futuro”.

La rinitis alérgica es una inflamación de la nariz causada por una reacción exagerada del sistema inmunológico a los alérgenos del aire, que en la mayoría de los casos se manifiesta con secreción nasal, picazón en los ojos, congestión, estornudos y presión en los senos nasales, según la Organización Mundial de la Salud (OMS). “El manejo de los síntomas de la rinitis alérgica es un desafío y requiere una intervención oportuna”, dice Kurganski. De hecho, una encuesta telefónica de 7.004 pacientes con enfermedad alérgica autoinformada, de 10 países europeos, mostró que un tercio de ellos no estaba satisfecho con su tratamiento y dos tercios experimentaron restricciones en sus actividades diarias.

El investigador explica que el estudio hace parte del proyecto PollerGEN, una colaboración multidisciplinaria en la que participa la Oficina Meteorológica de Inglaterra, que tiene como propósito entender cómo la salud humana se ve afectada por el polen de las gramíneas, una familia de plantas de la cual hacen parte especies muy importantes para la alimentación como la caña de azúcar, el trigo, el arroz, el maíz, el sorgo, la cebada, la avena, el centeno, el pasto y el bambú.

Kurganski cuenta por correo electrónico que su trabajo consistió en estudiar la severidad de la temporada de polen de gramíneas en diferentes lugares de la región del noroeste de Europa para el período de 1996 a 2018. Él y su equipo, compuesto por al menos 26 científicas y científicos de distintas regiones del mundo, combinaron los datos de 34 sitios de monitoreo de polen en Bélgica, Dinamarca, Francia, los Países Bajos y el Reino Unido, con información meteorológica recopilada en las mismas fechas y en los mismos lugares.

Al analizar los resultados a través de dos modelos estadísticos de proyección, los investigadores encontraron que la gravedad anual de la enfermedad se rige en gran medida por las condiciones meteorológicas pre-estacionales. “La temperatura del aire y el nivel de las precipitaciones presentes antes del comienzo de la primavera son responsables de la cantidad de polen que se produce cada año”, asegura Kurganski. Y continúa: “Las temperaturas cálidas y las lluvias intensas estimulan el crecimiento de la hierba y aumentan la producción de polen. Por el contrario, las temperaturas frías del aire primaveral y el clima seco generan malas condiciones de crecimiento de la hierba, lo cual disminuye la producción de polen”.

La temperatura del aire y el nivel de las precipitaciones presentes antes del comienzo de la primavera son responsables de la cantidad de polen que se produce cada año
Alexander Kurganskiy, investigador de la Escuela de Ciencias del Medio Ambiente de la Universidad de Worcester

En un artículo publicado hace poco en EL PAÍS, Ángel Moral, presidente del Comité de Aerobiología de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica, afirma que las consultas de rinitis por pólenes en niños y adolescentes han pasado de un 50% en 2005, a un 70% en el momento actual. Moral destaca el notable incremento de la implicación de los pólenes en la enfermedad, sin que se hayan modificado otras causas de rinitis como las que se generan por ácaros, hongos y epitelios de animales. “Hace 20 años era difícil encontrar niños con menos de cinco años con síntomas de rinitis por pólenes, pero actualmente no suele ser tan raro, probablemente por el cambio climático y la contaminación”, explica Moral.

Según Kurganski y sus colegas, estos modelos pueden usarse como herramientas de pronóstico para aconsejar a las personas con fiebre de heno cómo prevenir o mitigar los efectos de la enfermedad y a los profesionales de la salud cómo prepararse para la temporada de polen de gramíneas. Los investigadores identificaron que las principales preguntas que plantean las personas que sufren rinitis son “¿Qué tan mala será la temporada de este año?, ¿Cómo debo prepararme para la próxima temporada? ¿Cómo se desarrollará la severidad de la temporada a lo largo de los años?”. Y confirmaron que hasta el momento no había métodos confiables para responder estos interrogantes. “Nuestro trabajo busca aportar nuevos enfoques para avanzar en la resolución de estas dudas”, asegura Kurganski.

Carsten Skjøth, científico de la Universidad de Worcester, Reino Unido, y coautor del trabajo, explicó en un comunicado de prensa que el estudio muestra que además de reducir las emisiones de CO₂, lo más importante debe ser planificar mejor antes de la temporada de polen y “medicar a más personas para hacer frente a los síntomas de la fiebre del heno o aconsejarles que eviten la exposición al polen siempre que sea posible”.

Los investigadores coinciden en que sería interesante ampliar el estudio del norte de Europa a otros continentes “para estimar en qué medida nuestros modelos y hallazgos son aplicables en todo el mundo”. Sin embargo, reconocen que se requiere una red global de observación de polen que aún está en construcción. “Sabemos que los pronósticos de la gravedad de la temporada de polen son importantes para los pacientes y el sector de la salud. Además, los pronósticos a más largo plazo son útiles para la planificación del sistema de salud, por ejemplo, para prepararse para los impactos del cambio climático”, dice Kurganski.

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Sobre la firma

Juan Miguel Hernández Bonilla
Periodista de EL PAÍS en Colombia. Ha trabajado en Materia, la sección de Ciencia de EL PAÍS, en Madrid, y en la Unidad Investigativa de El Espectador, en Bogotá. En 2020 fue ganador del Premio Simón Bolívar por mejor reportaje. Estudió periodismo y literatura en la Universidad Javeriana.

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