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Una gesta de poca altura

El ‘Ingenuity’ se ha elevado sobre la superficie marciana en un primer vuelo histórico para la carrera espacial

El 'Ingenuity', antes de sobrevolar Marte este lunes. En vídeo, el vuelo.Vídeo: NASA/JPL-CALTECH/HANDOUT / EFE / REUTERS-QUALITY
Rafael Clemente

Por fin el helicóptero marciano ‘Ingenuity’ ha hecho su primer vuelo: un ascenso en vertical hasta tres metros, un giro sobre sí mismo, como si estuviese oteando el horizonte a su alrededor, y al suelo de nuevo. Total: 40 segundos en el aire. Medio minuto más que el primer vuelo de los hermanos Wright. Pero aquel cubrió más recorrido: 40 metros; Ingenuity no se ha movido del sitio.

El vuelo ha tenido lugar a mediodía marciano, cuando el viento podía estar más en calma. Eso era la madrugada en España, pero las imágenes no se han visto hasta primera hora de la tarde. En parte, por el retardo en las comunicaciones con Marte (casi un cuarto de hora) pero sobre todo por el tiempo que ha requerido la transmisión de imágenes y el ensamblarlas en un video coherente.

El Perseverance está estacionado a unos cien metros del helipuerto marciano. A esa distancia, el pequeño helicóptero, que no levanta tres palmos del suelo, apenas se distingue. Ha hecho falta utilizar el zoom de la cámara a máximo aumento.

A ras de suelo, la atmósfera marciana equivale a la de la Tierra a 30 kilómetros de altura: Casi cuatro veces el Everest y el triple del nivel de vuelo de los aviones comerciales

¿Por qué tan lejos? Por un lado, para dejarle suficiente espacio para futuras maniobras. Pero también por una medida de prudencia: A ras de suelo, la atmósfera marciana equivale a la de la Tierra a 30 kilómetros de altura: Casi cuatro veces el Everest y el triple del nivel de vuelo de los aviones comerciales.

En esas condiciones, para generar sustentación los rotores han de girar muy rápido. Tanto que sus puntas alcanzan casi la mitad de la velocidad del sonido. En la Tierra eso puede provocar violentas vibraciones, pero la propia densidad del aire contribuye a amortiguarlas; en Marte esa ayuda no existe, así que hubo que diseñar unas palas ligeras pero muy rígidas. Si se desprendiera una sería como una cuchilla lanzada a trescientos kilómetros por horas. Y nadie quiere imaginar las consecuencias que tendría un impacto contra el Perseverance.

Las imágenes del Ingenuity revoloteando captadas por el rover se han enviado a un orbitador (el Mars Reconnaissance Orbiter) que lleva 15 años girando en torno al planeta. Desde ahí, a las grandes antenas en Madrid, Canberra y California. Y de ahí, a los ordenadores de proceso de imagen del JPL, desde donde se dirige la misión.

Durante el vuelo solo transmite información de altimetría y fotografías de baja resolución y en blanco y negro

El transmisor del helicóptero solo tiene un alcance de unos pocos cientos de metros así que todas las comunicaciones se hacen vía Perseverance. Sus baterías, que ante todo han de alimentar los rotores, no dan para mucho. Por eso durante el vuelo solo transmite información de altimetría y fotografías de baja resolución y en blanco y negro (un formato similar a las antiguas VGA de nuestros ordenadores: medio megapixel). Esa es la cámara que ha transmitido la primera foto de la sombra del Ingenuity sobre las rocas. Ese mismo tipo de imágenes son las que permiten al software de a bordo estimar la velocidad y rumbo del aparato a base de analizar el desplazamiento de las rocas o de la propia sombra.

Las fotos que pueda haber registrado la cámara de color (de mucha mejor calidad: 13 megapixels) son demasiado pesadas para transmitirlas en tiempo real. Podrían comprimirse, pero los ingenieros prefieren recibirlas en bruto para no ningún detalle. Se enviarán al Perseverance después de aterrizar y una vez el Sol haya recargado las baterías. Y a velocidad relativamente baja, así que el video panorámico aún puede tardar horas o días en verse.

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Sobre la firma

Rafael Clemente
Es ingeniero y apasionado de la divulgación científica. Especializado en temas de astronomía y exploración del cosmos, ha tenido la suerte de vivir la carrera espacial desde los tiempos del “Sputnik”. Fue fundador del Museu de la Ciència de Barcelona (hoy CosmoCaixa) y autor de cuatro libros sobre satélites artificiales y el programa Apolo.

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