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Tribuna
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Fernando Fraga, el sabio que entendió la riqueza del mar gallego

El científico fue pionero oceanógrafo del Instituto de Investigaciones Marinas

Instituto de Investigaciones Marinas (IIM-CSIC).
Fernando Fraga sostiene el recuerdo de su homenaje en el 15º Seminario Ibérico de Química Mariana, celebrado en Vigo en febrero 2010.
Fernando Fraga sostiene el recuerdo de su homenaje en el 15º Seminario Ibérico de Química Mariana, celebrado en Vigo en febrero 2010.

Fernando Fraga Rodríguez, profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y Académico das Ciencias Galegas, falleció el pasado 12 de septiembre con 98 años, dejando en todos nosotros el grato recuerdo de un gran científico y entrañable compañero. Tras ocho décadas de dedicación a la ciencia, no quedan coetáneos que nos recuerden de primera mano lo que personifica el Doctor Fraga, como los más veteranos aún se refieren a él.

Fraga se formó en la Universidad de Santiago de Compostela en los años cuarenta. Licenciado (1946) y doctor (1949) en Químicas, también tenía afición por la medicina y la entomología. En 1953, se incorporó al incipiente Laboratorio Costero de Vigo del Instituto de Investigaciones Pesqueras, precursor del actual Instituto de Investigaciones Marinas (IIM-CSIC). Solía decir: «Me necesitaban como químico para medir la salinidad del mar». Pero su habilidad en el laboratorio y su rigor científico le permitieron, con pocos medios, adaptar metodologías analíticas a las ciencias marinas y a procesos industriales. Sus estudios iniciales sobre la composición química del mejillón y sus aguas de cocción fueron claves en futuras investigaciones sobre el reciclado de los productos de la industria conservera.

Su faceta de analista escrupuloso transcendió las fronteras de la España autárquica de principios de los sesenta. Invitado en 1963 por la Woods Hole Oceanographic Institution (EEUU), participó en una campaña a bordo del B/O Anton Bruun, realizando determinaciones pioneras de nitrógeno orgánico disuelto en el océano Índico. Hace cincuenta años fue una proeza, la puerta a sus primeras publicaciones en revistas científicas internacionales y le proporcionó, en una escala en Bombay, uno de sus más preciados tesoros: un ejemplar de The Oceans (H. U. Sverdrup), el libro de los oceanógrafos de la época. Fraga decía: «Como oceanógrafo químico uso las herramientas de la química para responder preguntas oceanográficas», pero lo cierto es que se adentraba también en la física y en la biología. Ramón Margalef (1919–2004), pionero de la ecología en España, colega y amigo por más de cinco décadas, le animó a expandir sus horizontes científicos.

En la década de 1970, la explotación pesquera del banco canario-sahariano impulsó la necesidad de entender el porqué de la gran productividad biológica de esas aguas: el fenómeno del afloramiento costero. A bordo del B/O Cornide de Saavedra, Fraga escudriñó qué características singulares tenían y cómo se movían las masas de agua de aquella zona, y cómo los fuertes vientos alisios provocan las proliferaciones de fitoplancton, la base de la gran riqueza pesquera del noroeste de África. Trasladó esta experiencia a Galicia en la década de 1980 con una serie de campañas oceanográficas y nos dejó dos aportaciones fundamentales para entender el origen de la riqueza marisquera y pesquera de Galicia. El conocido como Frente de Fraga, en la región de Cabo Fisterra, donde el encuentro de masas de agua de distintas latitudes favorece el afloramiento de aguas frías. Y la descripción del proceso de enriquecimiento en sales nutrientes de las aguas de la plataforma continental gallega durante el periodo estival, que genera la dinámica del afloramiento costero. Estas aportaciones, recogidas en el volumen Coastal Upwelling (American Geophysical Union, 1981), han tenido una fuerte repercusión internacional. Así, llegada su edad de jubilación forzosa en 1987, se incorporó a la Real Academia Galega das Ciencias con el discurso Oceanografía de la plataforma gallega.

Ya jubilado, su dedicación a la ciencia continuó 20 años más. Trabajaba a diario en su despacho del IIM-CSIC, supervisando a sus últimos doctorandos y siendo fuente de conocimiento para quienes acudían a él en busca de consejos científico-técnicos de los más variados. En esa época se centró en cuantificar las relaciones entre el carbono, nitrógeno, fósforo, silicio y oxígeno que forman la materia orgánica que se sintetiza y consume en el océano. Aunque su último artículo es de 2005, recientemente se ha publicado un compendio de medidas de pH en el mar de Galicia que él inició en 1977. Muestran que la acidificación oceánica es un hecho evidente en nuestras aguas y una de las mayores amenazas del océano global.

Fraga, analizando nitrógeno orgánico disuelto por el método Kjeldalh en su laboratorio del Colegio Alemán, sede en 1958 del Instituto de Investigaciones Pesqueras en Vigo
Fraga, analizando nitrógeno orgánico disuelto por el método Kjeldalh en su laboratorio del Colegio Alemán, sede en 1958 del Instituto de Investigaciones Pesqueras en Vigo

No solo era un científico inquieto, también era muy hábil técnicamente. En sus tiempos mozos, junto con sus colegas del Aeroclub de Santiago, diseñaba y construía planeadores que lanzaban con enormes cintas elásticas en los terrenos del actual aeropuerto de Lavacolla. Era muy mañoso desmontando y montando relojes mecánicos. Tuvo una destreza sin igual en el uso de la regla de cálculo, después usó todo tipo de calculadoras y, ya sexagenario, computadores programando en Fortran. Fue uno de los primeros investigadores en utilizar MATLAB en el Instituto. A muy avanzada edad, programaba alertas diarias para la toma de sus medicamentos en el arranque del MATLAB.

Nos ha dejado el último de los pioneros del IIM y de la oceanografía en el CSIC. Casi 70 de sus 98 años ligados al Instituto. Imprescindible para entender el desarrollo de la investigación marina en España. Fue un gran oceanógrafo químico que además ayudó a cambiar la visión de la oceanografía física del noroeste ibérico y el banco canario-sahariano. Destacó por su enorme bondad que emanaba de una gran sabiduría. Persona excepcional, entrañable, sencilla, humilde, tímida, de tasadísimo ego y dotada de un gran sentido común, fue uno de esos grandes maestros de quienes, con sus medidas palabras y elocuentes silencios, se aprende mucho y deja un profundo hueco en aquellos que tuvimos el privilegio de aprender del doctor Fraga.

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