Temporada alta en Marte
La exploración del planeta rojo es una exhibición de fuerza y una inspiración para la ciencia
¿De quién es Marte? Hace años era la propiedad exclusiva de Estados Unidos y Rusia, según una ley no escrita que adjudica los objetos celestes a quienes han llegado allí primero. Algo parecido ocurría con la Luna, donde cualquiera que llegara allí podía clavar una bandera como si eso significara algo fuera de nuestro planeta. Todo esto ha dejado de ser así. Japón ya intentó plantar poner un satélite en el planeta rojo a finales de los noventa, aunque no le salió bien. La Agencia Espacial Europea (ESA) tuvo éxito en 2003, aunque solo ha conseguido poner naves en la órbita del planeta vecino, pues su intento de aterrizar en él acabó estampado en 2-D contra el duro suelo marciano. Solo en la última semana, los Emiratos Árabes Unidos y China han lanzado sus respectivas misiones, pues el planeta rojo está en un punto favorable de su órbita para alcanzarlo desde la Tierra. Es temporada alta en Marte. Pronto habrá demasiadas banderas allí como para que cuenten algo.
Si la misión china sale bien, se apuntará una marca histórica, como puedes leer en Materia. Sería la primera expedición que, de una sola tacada, colocara un satélite en órbita de Marte, enviara un módulo de aterrizaje a su superficie y soltara un robot para explorarla. Sería una verdadera exhibición de poderío tecnológico, y esa es sin duda una parte del objetivo del gigante asiático. Los avances de la tecnología espacial china, incluyendo la primera misión a la cara oculta de la Luna y unos rompedores experimentos de teletransportación cuántica entre un satélite y dos bases terrestres, son ya espectaculares. La exploración de Marte acabaría de convencer al mundo no ya de que hay un nuevo jugador en la mesa, sino un líder capaz de dejar atrás a los demás. Como objetivo geoestratégico –por no decir martestratégico—, la jugada es redonda. Si sale bien, por supuesto. De lo contrario habrá que esperar a que Marte se ponga otra vez a tiro.
Pero la joya científica de la corona, sin la menor duda, sería hallar vida microbiana en Marte, o al menos alguna evidencia de que existió en el pasado remoto. Y esto nos plantea un problema inédito. Imagina que hay bacterias marcianas. Su mera existencia sería el mayor tesoro de la no muy larga historia de la ciencia, y examinar de qué están hechas, cómo se replican y cómo obtienen energía de su medio abriría una disciplina académica enteramente nueva, fructífera e inspiradora. Ahora sigue imaginando que llegamos allí con nuestras zarpas y contaminamos ese mundo raro y precioso, que nuestra propia exploración lo contamina o lo destruye, que nos cargamos el fin último de nuestras investigaciones antes de que empiecen.
Sería un ejemplo de la estupidez humana que pasaría a la historia universal de la infamia y sería denostado por los historiadores del próximo milenio. Puede que no haya vida en Marte, pero si la hay haríamos bien en preservarla desde ahora mismo, cuando llega la temporada alta.
* LA CIENCIA DE LA SEMANA es un espacio en el que Javier Sampedro analiza la actualidad científica. Suscríbete a la newsletter de Materia y lo recibirás cada sábado en tu correo, junto con una selección de nuestras mejores noticias de la semana
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