Pompeu Fabra ‘recibe’ la medalla que Barcelona le otorgó hace 81 años
El acto acaba con una deuda histórica al padre del catalán moderno
En las 16 alambicadas líneas (que a buen seguro el mismo homenajeado hubiese censurado porque no hay en ellas ni un solo punto) que conforman el acuerdo por el cual se acuerda “concedir al Mestre En Pompeu Fabra, la Medalla de la Ciutat de Barcelona”, se especifica que el acto debe revestir carácter de homenaje, “quan s’escaigui fer-ho”. El acuerdo del Consistorio llevaba fecha del 24 de febrero de 1938. Desgraciadamente, parece que no se encontró el momento oportuno en aquellas ya tan delicadas fechas (tercer año de la Guerra Civil; posterior derrota de la República y la marcha del filólogo al exilio en Francia) porque tras las investigaciones tanto en el entorno familiar del padre del catalán contemporáneo como en los archivos municipales y la prensa de la época no consta que se entregara nunca. La reparación histórica tuvo lugar ayer en el Consistorio barcelonés, cuando Peio Rahola, uno de los cuatro nietos de Fabra (ninguno de sus hijos vive ya) la recogió.
La celebración del acto tiene su origen el pasado 1 de abril a raíz de una observación que el periodista Joaquim Maria Puyal realizó cuando recibió la Medalla de Oro al Mérito Deportivo del consistorio y alertó sobre la posibilidad de que la Medalla de la Ciudad concedida a Fabra no se hubiera librado nunca. Así acabó comprobándose. La ceremonia de restitución se acordó poco después en el consejo plenario del 29 de abril, con la unanimidad de todos los grupos municipales, exactamente como ocurriera en 1938: “amb unanimitat de tots els sectors de l’Ajuntament”, especifica la nota del entonces Comitè Municipal Permanent. Ésta iba en una carpeta del Archivo Administrativo del Ayuntamiento de Barcelona de 1938, con el número 954, todo impreso en catalán. Pero, bajo el epígrafe Expedient, reza textualmente, escrito a máquina: "Comisión de la Medalla de la Ciudad a Pompeyo Fabra". En castellano, tanto el concepto del acto como el nombre del ilustre filólogo.
Amén de la unanimidad política, otro guiño a aquel histórico homenaje nunca culminado estuvo en la propia medalla: la que ayer se entregó en el Saló de Cent, en un acto presidido por el primer teniente de alcalde, Jaume Collboni, reproduce, excepcionalmente, el diseño realizado por el escultor Enric Casanovas, la misma que se diera a los premiados en los años 30.
El filólogo Jordi Mir, experto en la obra de Fabra y editor de sus Obres Completes, fue el encargado, por su parte, de leer ayer la declaración institucional actual, pero también la de 1938. Enlazadas las frases exclusivamente a partir de comas y puntos y comas, se califica al padre del Diccionari general de la llengua catalana de “treballador del pensament”. “Ha llegado la hora de que la ciudad haga justicia y haga aquello que la dictadura interrumpió”, aseguró Collboni. También se oyó al propio Mestre, como se le reconocía popularmente, por partida doble: por un lado, por la voz interpuesta de la actriz Mercè Arànega, que leyó un artículo de su famosa serie Converses filològiques; por otro, la del mismo Fabra, en una vieja alocución en la que hablaba de la unificación de la lengua catalana.
Peio Rahola, por su parte, anunció tras recoger la distinción: “Todos sabemos que mi abuelo contribuyó a las bases para continuar con el estudio y la potenciación de la lengua catalana; consideramos que la medalla estaría en su sitio si está en el Institut d’Estudis Catalans”. Y así será. Una bella manera de cerrar un episodio iniciado hace 81 años.
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