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“Antes la ciencia me parecía un peñazo”

El proyecto Ciencia en el barrio del CSIC lleva experimentos científicos a diez institutos de zonas vulnerables de Madrid

Miguel Ángel Medina
Varios estudiantes muestran un experimento impulsado por el CSIC en el  Instituto Vallecas-Magerit de Madrid.
Varios estudiantes muestran un experimento impulsado por el CSIC en el Instituto Vallecas-Magerit de Madrid. KIKE PARA

El griterío del patio del instituto Vallecas-Magerit (Puente de Vallecas) no difiere del sonido que puede escucharse en el recreo de cualquier centro educativo de la región. Pero este viernes los chavales no juegan al fútbol ni cotillean en el descanso, sino que dedican sus minutos a mostrar a sus compañeros experimentos para cocinar con polímeros, buscar vida en el universo, crear un holograma en 3D o conocer los fundamentos de la arqueología. Tras este repentino interés por la ciencia están los investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que han ido a diez institutos de barrios vulnerables para explicarles que las distintas disciplinas no tienen por qué ser aburridas. “Antes la ciencia me parecía un peñazo, pero al hacer experimentos mola”, dice Lorena, de 15 años.

El programa se llama Ciencia en el barrio y lleva tres años funcionando. "Se trata de un proyecto de divulgación del CSIC que trata de llevar la cultura de divulgación científica a barrios donde hasta ahora no estaba llegando. Para ello, hemos contado con diez institutos de Puente y Villa de Vallecas, Usera, Carabanchel, Villaverde, Hortaleza y San Blas", señala Belén Macías, coordinadora del proyecto. "Los institutos se escogieron primero hablando con los agentes sociales del barrio y luego a partir de un ranking de vulnerabilidad por barrios elaborado por el Ayuntamiento de Madrid", dice. "Llevar a científicos punteros a estos barrios hace que se rompan estereotipos en ambos sentidos", añade Macías. Los jóvenes también han podido visitar laboratorios y centros de investigación y participar en clubes de lectura científicos.

Primero, los alumnos de 4º de la ESO -unos 4.500 en las tres ediciones, de entre 15 y 16 años- reciben en su centro la visita de los científicos y aprende a hacer experimentos con ellos. Luego, realizan una jornada -este viernes- en la que son los propios jóvenes -unos 500- los que se convierten en profesores por un día, y muestran a sus compañeros lo que han aprendido en una feria conjunta en el instituto Vallecas-Magerit. 

Uno de los experimentos de la jornada.
Uno de los experimentos de la jornada.KIKE PARA

En el instituto Conde de Orgaz de Hortaleza, por ejemplo, han cocinado con polímeros, al más puro estilo de Ferrán Adrià. “Los polímeros son macromoléculas. Con ellos hacemos esferificaciones y espuma. Cogemos el zumo y lo mezclamos con algimato, que hace que se formen esferzas. Con una jeringuilla cogemos el zumo con algimato y lo echamos en agua con cloruro de calcio. Luego hay que pasarlas por agua para quitarles el sabor de la sal”, explican Lorena, Lidia, Guiomar y Álex.

Sergio, Mario y Eduardo, del instituto Ciudad de Los Ángeles (Villaverde), explican en el patio sus experimentos de óptica. “Hacemos una pirámide de plástico y proyectamos sobre ella cuatro imágenes iguales. El cerebro las percibe como una sola imagen y crea el efecto holograma”, explican. Las imágenes van cambiando, de una mariposa agitando sus alas a una bola del mundo que no para de girar. “A nosotros tres siempre nos ha gustado la ciencia, pero estos experimentos han hecho que le gusten a más compañeros”, dice Sergio.

Una de las alumnas realiza un experimento científico.
Una de las alumnas realiza un experimento científico.KIKE PARA

María Ruiz del Árbol, directora del Instituto de la Historia y del departamento de Arqueología del CSIC, ha sido una de las investigadoras que ha participado en los talleres durante el curso. "Les he enseñado a construir una secuencia de estratos para que vean que el paso del tiempo deja huellas en el suelo. Así se ve la importancia de la arqueología. La historia es importante para actuar críticamente y que no nos vendan la moto.Mi experiencia ha sido maravillosa, los profesores han trabajado mucho, nosotros les damos los materiales y ellos los integran en las clases. A los alumnos les encanta", señala. Mikel y Lorena, alumnos del instituto Vallecas-Magerit, lo llevan a la práctica: "Hemos hecho una caja del tiempo con diferentes tipos de tierra para ver cómo son los distintos estratos que se van acumulando. Esto sirve para saber cómo eran las épocas anteriores”.

Ángel Vaquerizo es otro de los científicos ha trabajado con los alumnos del instituto María Rodrigo de Villa de Vallecas. “Hemos hecho un taller que se llama buscando vida en el universo. A través de experimentos explicamos fundamentos de la astrobiología. Por ejemplo, cómo se puede extraer ADN de un tomate”. Estefany, Alicia y Lidia realizan varios experimentos, uno de los cuales consiste en lanzar bolas de distinto peso a una superficie de tierra para mostrar cómo se crean los cráteres en los planetas. “A través de los experimento se dan cuenta de cómo funciona la ciencia, de que la experimentación puede ser divertida", añade Vaquerizo.

La idea es compaginar dos mundos que parecen alejados y hacer de la ciencia algo divertido. "Los chavales se motivan mucho", señala Belén Macías. Cuentan con el apoyo de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT). "Cuando iniciamos el proyecto en San Blas habían quitado el bachillerato de ciencias, la mayoría de los alumnos no lo elegían porque pensaban que era solo para listos. Y ahora lo han vuelto a poner", dice orgullosa. Y, quién sabe, puede que de estas iniciativas surjan los científicos del CSIC del mañana.

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Sobre la firma

Miguel Ángel Medina
Escribe sobre medio ambiente, movilidad —es un apasionado de la bicicleta—, consumo y urbanismo, entre otros temas. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense, ha publicado el libro ‘Madrid, preguntas y respuestas. 75 historias para descubrir la capital’. 

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