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CRÓNICA
Texto informativo con interpretación

Sobras deliciosas

Lo que hoy comemos en la mesa de Ada Parellada son alimentos que iban directos al vertedero

Ana Pantaleoni

Con una libreta de regalo de una casa editorial y muy pocas ganas de salir de casa, llego pasadas las 2030 horas a un comedor abarrotado de gente del Eixample barcelonés. No conozco a nadie, pero la que me acompaña hasta la mesa me dice que no me preocupe: muchos comensales no se conocen. Es algo que siempre me ha aterrorizado: comer con gente que no conozco. Y además hoy un doble salto: no sabremos qué comeremos, elige Ada Parellada (Granollers, 1967), la cocinera del Semproniana. Esta es su cena estrella, se llama Gastrorecup y denuncia el desperdicio alimentario.

Ada Parellada en la cocina del Semproniana.
Ada Parellada en la cocina del Semproniana.JOAN SÁNCHEZ (EL PAÍS)

Estoy de suerte: mi mesa es un diez, aunque Albert, el señor que siente a mi lado, me mira al principio con cierta mala cara: “¿Tú mucho no reciclas, verdad?” cuando ve la cantidad de hojas que gasto apuntando con una letra de jirafa. Como toca lo que toca, la mesa está expectante. Llegan los primeros y Albert y servidora, codo con codo, compartimos una calabaza rellena de queso, verduras y puré de canónigos. No soy mucho de calabaza, pero el plato es sencillamente delicioso, aunque también envidio la tortilla de escarola y patata de la periodista de Catalunya Ràdio Paula Carreras y, sobre todo, el trinxat de patata y col de Anna Peñas. Anna está en Rezero —Fundación Catalana para la Prevención de Residuos y el Consumo Responsable— y cuenta que ahora tienen un proyecto llamado Rewine, que promueve la reutilización de las botellas de vino. Todos escuchan. Yo no dejo de comer pequeños tomates cherry, como aperitivo, servidos en latas de atún abiertas, llegados del Banco de los Alimentos. Anna se pone seria: un tercio de los alimentos acaban en la basura. Algunos datos más que aparecen en Planeta Futuro: En Europa, los Estados Unidos, el Japón, China y Australia el mayor desperdicio de alimentos ocurre durante la distribución y en el último eslabón de la cadena, el consumidor —compramos más de lo que podemos comer y a menudo dejamos que la comida caduque en nuestra nevera.

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Albert, Mercè y Mónica forman una familia que se apuntó rápidamente a esta cena de Parellada, que llega a su sexta edición. Pagan 10 euros por este menú; el precio no incluye ni bebidas ni el café. Ellos tratan de hacer las cosas bien y son de los que reciclan. Llegan los segundos. El tártar de salmón me toca a mí. Bromeo —aunque creo que no les hace mucha gracia— que mejor con el pescado no jugar con la fecha de caducidad. Sonríen. Y pienso que ojalá me hubiera tocado la costilla de cerdo con pimiento o el calabacín relleno de picadillo de pollo y verduras. Todo son prejuicios. No dejo ni una pizca de tártar mientras la cocinera catalana se dirige a su centenar de comensales, incluida la consejera de Agricultura de la Generalitat, Teresa Jordà. Su equipo cuenta que la ley contra el despilfarro de alimentos, que decayó en la última legislatura, entrará este mes de febrero en el Parlament. Desde luego, es el foro para comentarlo.

Parellada está eufórica. Reclama a los presentes un tuit a las 2215 horas con el hashtag #gastrorecup. “Esta es una cena denuncia. La gran mayoría de alimentos que se han servido hoy hubieran acabado en el vertedero”. La cocinera repasa la lista de alimentos que ha usado para elaborar la cena y hace referencia al salmón, “podéis tomarlo con toda la tranquilidad. Es de nuestro proveedor que nos sirve el pescado fileteado. En esta ocasión, hemos aprovechado la carne adherida a la espina”. Me siento mal por haber pensado mal.

Parellada habla de las personas que le han ayudado con estos alimentos, muchos ellos considerados imperfectos. Un papel protagonista es para Espigoladors, una entidad situada en el barrio de Sant Cosme, en El Prat de Llobregat, en la que trabajan 18 personas. Marc Farrés, uno de sus responsables, cuenta que actúan por toda Cataluña recuperando fruta y verdura que se descarta y que ellos hacen llegar a entidades sociales. Un 5% del restante lo dedican a conservas naturales. Las coles y los deliciosos calabacines son cosa suya. Llega el postre y las mandarinas conquistan las mesas. La semana pasada, durante el programa El Suplement sobre Gastrorecup, un oyente regaló 150 cajas de mandarinas de Alcanar. Hablo con él. Su nombre es Joaquim Subirats, responsable de estas deliciosas mandarinas clementinas que llegan con hojas a la mesa del Semproniana. “La temporada ha ido muy mal. Hay mucha mandarina que no se puede recoger porque revientan los precios por las importaciones desmesuradas”. Parellada transforma la fruta en líquido y la sirve en un vaso con chocolate, pero también las convierte en espuma de yogurt. El resultado, delicioso. Antes de partir, Parellada expresa un deseo: “Me gustaría que los restaurantes nos uniéramos para hacer un día el Gastrorecup y generar así una jornada de la restauración contra el despilfarro alimentario”. No tendría que ser difícil.

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Sobre la firma

Ana Pantaleoni
Redactora jefa de EL PAÍS en Barcelona y responsable de la edición en catalán del diario. Ha escrito sobre salud, gastronomía, moda y tecnología y trabajó durante una década en el suplemento tecnológico Ciberpaís. Licenciada en Humanidades, máster de EL PAÍS, PDD en la escuela de negocios Iese y profesora de periodismo en la Pompeu Fabra.

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