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Vivir sin descanso 365 días del año

Vecinos del barrio del Mercat de Valencia piden al Ayuntamiento más control del ruido y la actividad en la zona

Vídeo: MIGUEL ÁNGEL POLO / VIDEO: MÒNICA TORRES
Cristina Vázquez

El barrio del Mercat de València es uno de los más céntricos y bonitos de la capital. Situado en pleno casco histórico, cuenta con el mercado en fresco más monumental y famoso de la ciudad, una joya del modernismo que visitan cada día miles de turistas; con la Lonja de la Seda, un monumento declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco; y con la iglesia de Los Santos Juanes. Pero también está la otra cara de la moneda: la acumulación de actividad comercial y turística, el ajetreo en sus calles y el ruido mantiene en vilo a algunos de sus vecinos prácticamente los 365 días al año.

"No han ningún día que por la mañana haya tranquilidad o silencio hasta las nueve de la mañana. Da igual que sea Navidad o un Primero de Mayo o cualquier otra fiesta; es un barrio que tiene actividad de mercado todos los días", explica Carlos Payá, vecino de la calle Palafox, una vía peatonal que corre paralela al Mercat Central y que cada lunes, domingo y festivo acoge un mercadillo callejero.

De lunes a sábado tienen el ajetreo típico de un recinto de venta en fresco de más de 6.000 metros cuadrados, con la carga y descarga a partir de las seis de la mañana. El ruido de las furgonetas, el golpeteo de las cajas contra el suelo, el sonido de las carretillas, las voces de trabajadores que llevan en pie muchas horas ya. "Eso significa que esta calle a pesar de ser peatonal se ve inundada de   furgonetas y pequeños camiones que llegan hasta las puertas del mercado a pesar de que hay habilitadas otras zonas para esas descargas", continúa Payá.

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Los escasos días que el mercado grande cierra sus puertas se montan las paradas del mercadillo de domingos y festivos que, según los vecinos, se instaló de forma provisional hace años a la espera de otra ubicación. La hora para instalarlo son las ocho de la mañana, pero algunos comerciantes empiezan a llegar a las siete y con ellos el ruido: los manojos de varillas metálicas se tiran al suelo y a esas horas hacen un ruido atroz; luego el montaje y más tarde la música a todo trapo y las ofertas que se dan a conocer a grito pelao. "Llamas a la policía y vuelven a respetar el horario pero al tiempo vuelven a adelantarse... Es el cuento de nunca acabar",  prosigue este vecino. No es un mercado silencioso y en las calles aledañas crece la venta sin control.

"Somos la única calle de Valencia que no tiene ni un solo día al año de descanso. Además, algunos puestos del mercadillo ni están cuidados ni venden una mercancía propia de la zona", añade Maite Martín, vecina de la calle, refiriéndose al triángulo de oro turístico de la capital. "Es una imagen de la ciudad horrible", señala. 

Reconocen que son pocos vecinos, tres o cuatro fincas, y gran parte de los pisos se están convirtiendo en apartamentos turísticos por su céntrica situación pero aun así exigen su derecho al descanso que más o menos llega a las seis de la tarde. En los bajos hay bares y restaurantes con sus respectivas terrazas, donde comen legiones de turistas cada día y recalan músicos callejeros, algunos con amplificadores, una práctica no permitida por el ayuntamiento. 

Se quejan de que duermen poco. Fueron al Ayuntamiento por los ruídos del Mercat Central y hace dos años consiguieron un arbitrio con la Policial Local para que durante los meses de verano el recinto abriera una hora más tarde de los habitual, a las siete de la mañana. "Nos dijeron que iban a controlar la carga y descarga para que fuera ordenada y se produjera por la calle Calabazas. Se ha cumplido en parte", apostilla Payá.

Las calles aledañas son una vía natural para acceder a los hoteles o apartamentos turísticos del barrio y desde las dos a las cuatro de la madrugada hay movimiento. Por si fuera poco, como es una zona de mucha actividad, las máquinas de limpieza de rodillos han llegado a pasar a la una y media de la madrugada.

"A veces nos sentimos un poco abandonados por las autoridades porque esta zona, que es muy bonita, parece a veces una ciudad sin ley", añade Carlos. "Empezamos con la carga y descarga del mercado, seguimos con las terrazas de los bares, los músicos callejeros con amplificadores, las despedidas se solteros y solteras... Así que siendo un sitio estupendo, nos sentimos como que no importamos".

Mayte Asla, de 68 años, vecina de la calle Ramilletes -perpendicular a la calle Palafox- reside en el barrio desde hace unos 40 años y se queja del jaleo que se organiza con el mercadillo. "La música alta es infame. Hay veces que no puedes oír ni tu propia música en casa, tampoco puedes pasar", comenta. Reconoce que cada vez hay más apartamentos turísticos en los alrededores pero "de momento es un ruido que hoy por hoy se puede aguantar", asegura. "Ya veremos en un futuro", advierte.

Los vecinos se han reunido con varias concejalías para pedirles que el mercadillo de los domingos y festivos se traslade a la cercana plaza de Ciudad de Brujas -que tiene que remodelarse pues lleva años levantada por las obras de una estación de metro y un aparcamiento- y que haya más control administrativo y policial.

El concejal de Mercados de Valencia, Carlos Galiana, asegura que el Consistorio ha realizado una tarea de control de las terrazas, que se han reducido, y no comparte que se focalice todo el problema en el mercadillo de los domingos y festivos. Insiste además en que se ha reducido el paso de vehículos por esas calles pero niega que el mercadillo esté de forma provisional en esas calles y, por tanto, que esté previsto su traslado. "Estamos haciendo cosas. Hay un plan de actuación municipal", apunta.    

Usos y abusos de la ocupación de la calle

Masificación turística, movilidad reducida, venta ilegal o dificultad para adaptarse a las nuevas tecnologías son algunos de los problemas a los que se enfrenta el comercio de los centros históricos, que reclaman a las administraciones mayores controles e integrar la actividad comercial en las políticas turísticas.

Así se ha puesto de manifiesto en el VIII Congreso Internacional de los Cascos Históricos de España, que ha reunido en València a más de 200 congresistas de todo el mundo para hablar de los usos y abusos de la ocupación de la vía pública, la turistificación ante la conservación del patrimonio y los retos de la movilidad, entre otros asuntos.

El presidente de la Asociación de Comerciantes del Centro Histórico de Valencia, Rafael Torres, ha explicado que hay que apostar por la "dinamización y sostenibilidad" de estos lugares "donde conviven residentes y turistas, comercios con idiosincrasia propia y patrimonio" y ha apuntado entre sus principales problemas la turistificación, la movilidad, la venta ilegal callejera o la reticencia a la digitalización.

Ha reconocido "que el turismo es necesario" pero ha lamentado que su saturación genere la expulsión de los vecinos y ha apostado por regular los apartamentos turísticos y perseguir actividades ilegales.

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Sobre la firma

Cristina Vázquez
Periodista del diario EL PAÍS en la Comunitat Valenciana. Se ha ocupado a lo largo de su carrera profesional de la cobertura de información económica, política y local y el grueso de su trayectoria está ligada a EL PAÍS. Antes trabajó en la Agencia Efe y ha colaborado con otros medios de comunicación como RNE o la televisión valenciana À Punt.

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