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Festival Rototom Sunsplash

Ben Cheikh dice que la fórmula de consenso de Túnez serviría para Venezuela

Una de las voces del Nobel de la Paz de 2015 aborda en el festival de Benicàssim el papel de la diplomacia africana en la resolución de conflictos

El Nobel de la Paz Mohamed Ben Cheikh, invitado al Rototom.
El Nobel de la Paz Mohamed Ben Cheikh, invitado al Rototom. ÀNGEL SÁNCHEZ

Mohamed Ben Cheikh es una de las voces del Cuarteto Nacional de Diálogo en Túnez, una iniciativa de la sociedad civil constituida en 2013 y premiada con el Nobel de la Paz dos años después. Este colectivo a cuatro bandas –lo integran el Sindicato General de Trabajo de Túnez (UGTT); la Confederación de Industria, Comercio y Artesanías (UTICA), a la que representa Ben Cheikh; la Liga de Derechos Humanos de Túnez y la Orden de Abogados de Túnez- frenó con el diálogo el abismo social hacia el que se dirigía el país tras la Revolución de los Jazmines de 2011. Limó puntos de desencuentro en una coyuntura más que compleja y condujo a este rincón del Magreb hacia una democracia plural, fruto directo del consenso.

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En esta búsqueda del diálogo emerge la idea de la diplomacia como una fórmula de llegada a acuerdos y precisamente la intervención de Ben Cheikh en la sesión del Foro Social del Rototom Sunsplash de Benicàssim persigue descubrir cuál es. Su ponencia en el festival reggae motiva el encuentro de EL PAÍS con uno de los protagonistas de este Nobel coral. En un hotel benicense, a orillas del mar. Pide un café solo, sin azúcar, antes de empezar una conversación que se prolongará durante una hora. En ella desgrana las claves del éxito del caso tunecino, el único país protagonista de las revueltas árabes capaz de llevar su transición política a buen puerto. Ahí emerge el papel mediador del Cuarteto, al que el propio Ben Cheikh define como “una poción mágica” que ha salvado las aspiraciones de un país que quería iniciar una revolución hacia la democracia.

“La clave está en que instituciones y organizaciones distintas pero neutras se unan, sin intereses de ningún tipo, ni políticos, ni ideológicos, ni económicos, ni de poder. Lo más importante es que quienes dialogan lo hagan dejando todo esto a un lado. Para poder representar a la sociedad civil. Hay que poner corazón y sentimiento”, dice Ben Cheikh. Invita a que el mundo “estudie nuestra fórmula: podría exportarse a cualquier país de África y de Europa”, asegura. También a otros contextos, como el de Venezuela. Y en este punto responde a lo que, considera, es una carencia de la diplomacia internacional, que debería “en cualquier caso dejar a un lado los intereses, del tipo que sean. En Venezuela hay mucho petróleo y por lo tanto muchos intereses, y eso hay que ponerlo a un lado, viéndolo de una manera muy neutra y con el corazón”, insiste.

A su juicio, “hay que empezar a pensar en lo que hace falta y no en el interés de alguien”. Es la premisa para englobar en un mismo objetivo a movimientos “de extrema derecha y de extrema izquierda” ávidos “de poder”, como era el caso tunecino; y lograrlo a través del diálogo “no es nada común”. “El Cuarteto ha establecido un método de resolución de conflictos nuevo, que no se había utilizado antes”.

La visita de Ben Cheikh a Benicàssim se produce en una edición del festival dedicada a África, y en la que resulta inevitable preguntar por los puntos que unen y separan a dos continentes tan próximos como distantes, como son el africano y el europeo. “Europa tiene instaurada desde hace siglos la tradición de la democracia, y este no es el caso en África, donde existen muchos poderes autoritarios, excepto en Sudáfrica, donde después de Nelson Mandela hubo un cambio bastante grande”. Pero en ese abordaje de las diferencias también lanza un mensaje al viejo continente: “Quizás pueda resultar molesto, pero a la gente en Europa le diría que se informara, tiene que saber lo que pasa realmente en África, porque África es el origen del mundo, es humanismo, es cultura”.

“Tenemos que dejar la superioridad que tenemos frente a África para poder ponernos a nivel de igual a igual, y aprender de los africanos, porque pueden enseñarnos muchas cosas”, apostilla. Cosas como esa “pócima mágica” materializada en un Cuarteto que evitó una guerra civil. Una deriva. “Dijimos basta, y nos pusimos a trabajar”. ¿Dónde estaría Túnez sin la intervención de este movimiento? “Boom, no estaría”, indica, gesticulando, el Nobel de la Paz. Pero hoy Túnez está. Con asignaturas pendientes, como la reconstrucción económica, pero también con parlamento y con presidente electo.

"La clave está en que instituciones y organizaciones distintas pero neutras se unan, sin intereses de ningún tipo"

Han pasado dos años del anuncio del premio de la academia sueca, al que optaban otras candidaturas, como la del Papa Francisco, la canciller alemana Angela Merkel o el exsenador de EEUU John Kerry. Era octubre de 2015. “Fue un momento mágico, de repente llega la noticia a las nueve de la mañana. Nos quedamos muy sorprendidos y todavía lo estamos”. Ben Cheikh saca su móvil y muestra la foto de portada de un número del periódico el Vaticano, en un encuentro con el pontífice un mes después del reconocimiento. “Titularon: el Papa se inclina ante el Nobel de la Paz. Eso me emocionó”. “Dijo que nos veía como unos artesanos que hacían un trabajo manual, duro, poco a poco”.

Es consciente de que el caso “artesanal” de Túnez es un proceso a largo plazo. “Lo primero es reconstruir el país a nivel económico, porque hay una economía sumergida y hay que resolver esta parte. Precisamente esto lo destacaré en la conferencia, que una revolución que funciona es aquella con una economía estable, porque ésta forma parte del proceso revolucionario”. Resolver la vertiente económica es el futuro inmediato de Túnez. El de Mohamed Ben Cheikh, llevar su mensaje al público del Rototom Sunsplash.

La presencia de un Nobel de la Paz en el festival ha creado expectativa, a pesar de que no es la primera, pues Ben Cheikh le toma el relevo a Rigoberta Menchu, Shirin Ebadi o Vandana Shiva. Reconoce que no le sorprendió la invitación. “La música es vida, y como Premio Nobel de la Paz trabajo para la paz, para la vida y para la música. Me gusta el reggae, y es lo que espero encontrarme en el Rototom: mucha música, buen humor, mucha alegría y muchos amigos”.

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