Las torturas franquistas, en el Born
Una exposición analiza las formas de represión del régimen y su impunidad en Barcelona
El 27 de septiembre de 1975, poco antes de morir Franco, se produjeron los tres últimos fusilamientos del régimen. En Barcelona, al joven de 21 años Juan Paredes Manot, Txiki, militante de ETA político militar. Los otros dos, en Madrid y Burgos. Ayer se cumplían 41 años de esta triste efeméride. La fecha era propicia para presentar en el Born CMM la exposición Això em va passar que habla de torturas e impunidades durante el franquismo y la primera democracia. La exposición forma parte de las actividades programadas en el ciclo Evocaciones de la ruina. 1936-2016, en el que el plato fuerte es otra exposición: Franco, Victoria, República, impunidad y espacio urbano (a partir del 18 de octubre) que ha levantado polémica desde que se supo que contará como parte del montaje con dos de las esculturas retiradas de la ciudad de la etapa franquista: la ecuestre de Franco, creada por Josep Viladomat en 1963 y retirada de Montjuïc en 2008 y La Victoria de Frederic Marès de 1939, retirada en 2011, rescatadas de los almacenes municipales.
Los métodos: ‘La bañera’, ‘el pato’ y ‘el quirófano’
Método alemán, de crueldad extrema, o americano, basado en la presión psicológica. En Barcelona se alternaban los dos en función del agente que realizaba el interrogatorio. Tres eran las formas de interrogar en la ciudad, a cual más cruel: ‘La bañera’, en la que se obligaba a tragar agua sucia y excrementos hasta hablar; ‘el pato’, en la que al detenido agachado se le ataban las manos por debajo de las rodillas y ‘el quirófano’ en la que se golpeaba el cuerpo mientras se le estiraba de los pies y las manos.
La exposición, comisariada por el profesor Javier Tébar surge de la universidad. “Cuando les explico a mis alumnos la represión y las torturas que se vivieron en comisarías y centros de detención estatales me preguntan ¿Eso pasó?”. De ahí el título de esta muestra dura que aborda el pasado reciente —que se alarga hasta la primera Transición— a partir de documentos y testimonios de personas que vivieron y sufrieron en primera persona, además de explicaciones de carácter histórico, jurídico o social.
En un centro como es el Born CMM, reconvertido en centro de memoria más allá de 1714, la exposición explica cómo se ignoraban los derechos humanos más elementales tras una detención, las formas de la represión y cómo se practicaban, los protagonistas de llevarlas a cabo, tanto sus responsables directos como sus cómplices, muchos de los cuales están vivos. En un mapa de la ciudad se explica la topografía con los lugares donde se llevaban a cabo los interrogatorios y se analiza el papel de los funcionarios (sobre todo jueces) fieles al régimen que hacían la vista gorda. “Es una muestra pionera en Barcelona, Cataluña y en el resto del estado español”, explicó Gerardo Pisarello, primer teniente de alcalde municipal, que presentó la exposición.
El recorrido está salpicado de testimonios que ponen los pelos de punta. “Me impresionaba mucho el oír como torturaban a otros compañeros, los gritos, los golpes... También me daba náuseas lo que decían sobre el sexo, que me meterían una pistola por el coño, que me darían patadas para inutilizarme como mujer. Durante un mes no pude dormir recordándolo”, relata Trinidad Herrero, de 19 años, acusada de militar en el FRAP.
Por su parte, Ricard Vinyes, comisionado de programas de memoria del consistorio, resaltó que la exposición ha de servir para reflexionar sobre “hasta dónde llega la justicia y hasta qué punto es ético tomarse la justicia por la propia mano cuando las instituciones no actúan”, además de preguntarse: “Si la tortura es un elemento estructural de la dictaduras, ¿la impunidad es un elemento estructural de las democracias?”. La muestra concluye con un vídeo para reflexionar sobre esta impunidad en la que se muestra la entrevista de un canal de televisión privado al exministro y gobernador civil de Barcelona Rodolfo Martín Villa en la que se le pregunta por la condecoración otorgada en 1977 al inspector de la policía Antonio González Pacheco, conocido como Billy el Niño, después de que hubiese sido condenado años antes por un tribunal por maltrato a un detenido. La casualidad hizo que ayer, una juez argentina, tras pedir su extradición, le obligue a declarar en España por los crímenes durante la dictadura franquista.
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