Esturión para restaurar arte
La vejiga natatoria del pez es una de las vísceras más cotizadas para reparar obras
Un técnico de la Escuela de Restauración del Louvre llamó hace una década a Alberto Domezain, director de Caviar de Riofrío, para preguntarle si vendía vejiga natatoria de esturión, un animal que esta piscifactoría granadina cría de forma ecológica para comercializar las preciadas huevas de las hembras. El objetivo de la pinacoteca era emplear la víscera en la restauración de lienzos, un uso que Domezain desconocía. La empresa ha abastecido al museo francés hasta hace poco tiempo y ha participado en una investigación entre varias universidades para ahondar en la aplicación de esta sustancia en creaciones artísticas y su conservación.
Hace también una década que Javier Bueno, profesor del Grado en Conservación y Restauración de Bienes Culturales de la Universidad de Sevilla, utiliza este producto en su departamento. La vejiga natatoria es una bolsa que ayuda a la flotabilidad del pez muy rica en colágeno, una proteína que la hace muy flexible. Ese elemento la convierte en un adhesivo de calidad, muy potente, que funciona en un porcentaje muy bajo (se aplica diluida en agua y la proporción no llega ni al 1%), estabiliza la zona, no deja huella y es reversible. El único inconveniente es su precio, muy elevado: 6.000 euros el kilo.
“El objetivo es interferir lo menos posible en el original que se restaura”, recuerda Bueno. Hay otros pegamentos orgánicos y naturales para conservación, como cartílagos o tuétanos de conejos y cabras, pero la ictiocola de esturión (gelatina que se obtiene de la vejiga natatoria, las pieles y las raspas) es el adhesivo “ideal” para trabajar sobre obras de arte delicadas. Se puede aplicar sobre lienzos, documentos y esculturas. El Instituto Valenciano de Conservación y Restauración, que ha colaborado en el estudio, ha tratado con vejiga obras de Juan Genovés (Secuencia 41), Salvador Soria (Vendedor de cocos) y José Ortega (Massacre II).
Encontrar este producto, además, no es nada fácil. Solo dos tiendas especializadas lo despachan en España (lo importan desde Alemania) y ninguna piscifactoría del país distribuye este buche del esturión, un pez prehistórico desaparecido de las aguas ibéricas en estado salvaje. La siguiente fase en la investigación promovida por Bueno, que ha incluido a las universidades de Granada, Almería y Pablo Olavide, sería obtener financiación para avanzar en la optimización de todos los recursos del animal y ver si su comercialización es rentable.
La vejiga natatoria del esturión beluga tiene un color amarillento. La del acipenser naccarii, especie autóctona que se cría en Riofrío, es blanquecino y más transparente. Independientemente del tipo, desde el Instituto Valenciano de Conservación y Restauración resaltan que es un producto muy apreciado para superficies delicadas, porosas y de tonos claros. El uso de la cola de pescado es milenario. “Hay jeroglíficos egipcios que explican cómo se utiliza y textos romanos, del siglo II, que dicen cómo hervirla”, subraya Bueno.
Este órgano se suministra en seco, es como una especie de tripa que hay que hidratar y fundir hasta lograr la textura de un gel. Después se diluye con agua y es efectiva en una proporción muy pequeña. Elena Vázquez, profesora sustituta del departamento de Pintura de la facultad sevillana, utiliza una jeringuilla con la mezcla para tratar la encuadernación de un libro de coros de principios del siglo XVII en el que hay que fijar las tintas para evitar que se caigan. En el taller también se hacen pruebas con lienzos contemporáneos afectados por la humedad.
La vejiga natatoria de un ejemplar de ocho años mide entre 12 y 14 centímetros y pesa unos 100 gramos. Su aplicación se extiende a la gastronomía, la salud, la cosmética y el mundo del arte. Solo falta averiguar si el modelo de comercialización de las piscifactorías de Alemania y Rusia es viable en España y si es posible abaratar su coste. Para no tener que comprar vísceras a precio de caviar.
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