La piel de El Bosco
El tríptico de 'La adoración de los Magos' ha estado más de año y medio en el taller de restauración del Prado donde se ha constatado el carácter excepcional de esta obra
Que el Museo del Prado está lleno de joyas es una afirmación sabida y manida, que el taller de restauración es una de ellas es justo decirlo. Entrar allí es mirar frente a frente a Ribera, a Tiziano, a sus pinceladas, sus telas, sus marcos, sus firmas y, en estos últimos meses -que no han sido pocos- a El Bosco. Nada separa los ojos del afortunado espectador -no es un lugar de acceso público- de la brillante pintura del holandés, de meterse en su universo -si eso fuera posible- o, por lo menos, de mirarlo más cerca, que es como se le descubre. Por desgracia, inviable cuando está en las salas por la seguridad y la conservación de las pinturas.
El pasado 12 de abril algo ocurría en estas estancias que ocupan parte de la última ampliación del Prado. El equipo de vídeo, de fotografía (todo ha de quedar documentado) y, sobre todo, el de restauración se preparaban para unir las tres tablas que conforman el tríptico de La adoración de los Magos, una de las obras cumbres de El Bosco ('s-Hertogenbosch, hacia 1450 – 1516). Todos los expertos del museo, Enrique Quintana, jefe de restauración y coordinación técnica, Pilar Silva, conservadora y comisaria de la exposición El Bosco. La exposición del V centenario, Herlinda Cabrero, restauradora de pintura y la que ha llevado a cabo los trabajos con esta obra y José de la Fuente, restaurador y experto en soportes, coinciden: "Es excepcional", por estado de conservación, por técnica, por calidad... "Es un milagro", incide De la Fuente que será el que junto con dos colaboradores proceda a volver a unir las puertas a la tabla central. Casi todo en esta pieza es original, incluido el marco, las cuatro bisagras y los clavos que las unen a la madera principal, solo hay unas partes del marco que son posteriores. Como indica De la Fuente, esto no es habitual.
La unión de los postigos es la última fase de un proceso que comenzó en septiembre de 2014 cuando la obra salió de las salas para prepararla para la gran exposición que conmemora el 500 aniversario de la muerte de El Bosco. El proceso se hace sobre una mesa, primero se une una de las puertas a la tabla central, atornillando las bisagras en los mismos agujeros que tenía de los clavos originales y luego, la otra. Con las puertas cerradas se pone en posición vertical sobre un caballete y se vuelven a abrir las puertas bien calzadas para que el peso no acabe venciendo. Los tornillos que se han usado son de acero inoxidable y se cubrirán con pigmentos para que no destaquen. Se usan tornillos en lugar de clavos para facilitar el montaje y el desmontaje cuando sea necesario y así minimizar el impacto que causarían los golpes en la pintura.
El tríptico vuelve a las salas después de más de año y medio en el que Cabrero y los distintos equipos del Prado, a pesar del buen estado de conservación, han hecho los estudios pertinentes: radiografías, infrarrojos, limpieza de barnices, estabilización de la capa pictórica, que "inevitablemente presentaba un mínimo craquelado, son 500 años los que tiene", comenta Cabrero que añade que ha tenido que hacer alguna reintegración mínima "pequeñas pizquitas". La lupa es una de sus mejores aliadas en este tipo de trabajos. Está entusiasmada con el azul del cielo y con los negros después de la limpieza. Dice que El Bosco hace "el negro perfecto, casi parece que la pincelada no existe". En la oscuridad de dentro del portal, detrás de la extraña figura semidesnuda que se ha interpretado como el anticristo, hay una lumbre en la que Cabrero señala como se distinguen perfectamente las brasas y "hasta el humo" que antes de su intervención no se apreciaba.
Cabrero ha sido la que ha puesto a punto la piel del Bosco, esa capa pictórica en la que el pintor mezcla el huevo y el aceite de lino como aglutinantes. Vive en un momento crucial en que la pintura al temple está dejando paso al óleo. La restauradora describe el taller familiar del holandés como una cocina en la que estarían experimentando.
Si la cantidad de detalles e historias que ofrecen las pinturas de El Bosco generan una inevitable conversación al contemplarlas, cuando se tiene la oportunidad de encontrarse frente a su pintura en la "privacidad" del taller de restauración y sin las barreras de las salas de exposición, hipnotiza.
El ADN de El Bosco
La adoración de los Magos (hacia 1494) y la mayoría de las obras de El Bosco están realizadas en madera de roble del báltico, este es su ADN y el que ha permitido fechar algunas de sus obras y asegurar su autoría. A través de la dendrocronología, la ciencia que mide la edad de la madera según los anillos de crecimiento, se han podido comparar las tablas utilizadas por el artista holandés con otras de las que se tiene la seguridad de su datación. Este proceso solo se puede usar con el roble, ya que es el único estudiado, a partir de la recopilación de maderas datadas de muchos siglos con la que comparar los anillos.
Otras obras, como La mesa de los pecados capitales, no se han podido someter a esta técnica porque está realizada sobre madera de chopo.
Al buen estado de la conservación de los trípticos ayuda el que los soportes tengan capa pictórica y de preparación por ambos lados, lo que dificulta el alabeo de las tablas.
Babelia
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