Gorilas en el corazón de las tinieblas de Barcelona
La perturbadora exposición ‘Ikunde’ destapa el olvidado papel de la ciudad como metrópoli colonial
Barcelona, la ciudad del bullicio turístico, del compromiso social, la urbe olímpica de la arquitectura innovadora, del diseño, la metrópoli animalista, antitaurina y veganofriendlytuvo su corazón de las tinieblas, y no hace mucho, en la Guinea Española. Un corazón de las tinieblas colonial con su explotación desaforada, sus abusos, su saqueo sistemático, su búsqueda brutal de beneficio, y su desprecio y vilipendio de las poblaciones locales y sus creencias y costumbres. Políticos, empresarios, científicos, religiosos y coleccionistas barceloneses, así como instituciones de la ciudad, empezando por el propio Ayuntamiento, participaron activamente en el expolio material o espiritual de la colonia hasta su independencia en 1968.
Una exposición inaugurada ayer en el Museo de las Culturas del Mundo y que marca muy significativamente la nueva etapa del centro unido al Museo Etnológico de Barcelona destapa el olvidado papel de Barcelona como verdadera metrópoli colonial, “extractiva”, es decir depredadora, en esa zona de África. Lo hace de manera muy crítica, sin cortapisas, con decidida voluntad de sacudir las conciencias, aunque la exposición resulte por ello “incómoda, chocante y perturbadora”, como señala el director del doble museo, el antropólogo Josep Fornés.
La muestra exhibe cosas tan desasosegantes como un gran gorila disecado de turbio pasado, el esqueleto de una cría recién nacida de la misma especie (junto a otro de un chimpancé neonato), fotos de otros antropoides abatidos por cazadores (como el gran espalda plateada junto al que posa con su rifle Luis de Lassaleta i Delclós, miembro de la prestigiosa y acomodada familia barcelonesa, y un siniestro trofeo colgado en la pared consistente en la cabeza y las manos cortadas de otro gorila que remiten poderosamente a las iconografías de aquel infierno en la tierra que fue el Congo Belga del rey Leopoldo. Otras cosas bastante siniestras aparecen al abismarse el visitante en la extensa información de los paneles y vitrinas, como los ejemplares de El negret, boletín misional de los claretianos. O la información de que entre los barceloneses que hicieron negocio con el cacao y la madera de la colonia —buena parte de los capitales invertidos allí procedían de familias de la burguesía catalana— figuraba un joven gerente de CAIFER (Compañía Agrícola de Fernando Poo) llamado... Félix Millet.
Especial atención se dedica en la muestra al famoso Centro de Experimentación y Adaptación Animal de Ikunde, consagrado a proveer los fondos zoológicos, botánicos, etnológicos y arqueológicos de Barcelona. La exposición pone el dedo en la llaga al señalar la actividad del centro, que enviaba animales vivos al zoo, como “la cacería programada”.
A la exposición, realizada por un pool de antropólogos e historiadores —Andrés Antebi, Pablo González, Albert López y Eloy Martín— se accede a través de un primer ámbito consagrado a Copito de nieve, el célebre gorila blanco. La trágica historia del primate, condenado a una vida de exhibición y manipulación de bajos tras haber sido salvado de la cazuela, es una buena metáfora de la relación de Barcelona con Guinea: parece muy blanca y simpática pero presenta aspectos muy lúgubres y oscuros. Ahí está el alcalde Porcioles jugeteando con el gorilita, el DNI del mono — número 437.556.928— a nombre de “D. Nfumu Ngi”, sin profesión conocida, estado civil casado (?), domicilio en el parque de la Ciutadella, expedido el 10 de noviembre de 1991 y que caduca a los diez años.
Se accede seguidamente a un cubículo oscuro en el que figura un poema sombrío de León Felipe (“He dormido muchas noches, años, en el África central,/ allá en el Golfo de Guinea, en la desembocadura del Muni”). Y se desemboca, precisamente, en el corazón de la exposición dándote casi de bruces con el gorila (negro) disecado. Su historia tiene tela, aparte de que lo abrazó Ava Gardner: lo exhibía el taxidermista Lluís Soler i Pujol con gran éxito en la calle Raurich y en 1955 el tipo felicitaba las navidades con una foto del simio cargando bajo el brazo una mujer negra. La estampa habría hecho las delicias de Darder. Ahora el mono es de un coleccionsta privado, que lo ha cedido. Ya no lleva a la mujer, afortunadamente.
En una pared se extiende un mapa de 1942 hecho por los misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María que señala misiones, “cristiandades” y “fincas de europeos”. Se exhiben fotos de sabor etnográfico colonial, libros como el colorido En el país de los bubis y Capacidad mental del negro, y un recorte de La Vanguardia que informa de la talla de una Moreneta más moreneta donada a la iglesia de Efulan. Un despliegue de trofeos que incluye colmillos de elefante y un inmenso cocodrilo da la medida del expolio natural de la colonia. Un vídeo de TVE sobre la cacería de paquidermos en la selva muestra a los fang guineanos como si fueran los legendarios gaboni de las películas de Tarzán. En una vitrina pueden verse objetos rituales “recogidos” para el Museo Etnológico y Colonial (sic) de Barcelona, inaugurado en 1948, incluidos los fetiches que usaba como patas de un sofá el gobernador de la colonia. Una víbora del Gabón disecada que se exhibe en la vitrina de especímenes con las famosasa ranas Goliat de Sabater Pi parece un guiño a la (mala) suerte de Lassaleta, muerto por la mordedura de una cerastesen 1957 (la venganza del gorila).
Como un recordatorio de que hay mucho por sacar del armario del pasado colonial, la exposición exhibe varias cajas de la expedición científico-expoliatoria de 1948, aún sin abrir.
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