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El pescado azul no engorda

Los pescadores sufren la pérdida de valor de unas capturas cada vez más magras

Marc Rovira
Pescadores en el puerto de Tarragona.
Pescadores en el puerto de Tarragona.JOSEP LLUÍS SELLART

Los pescadores de sardina y boquerón que faenan frente a las costas de Tarragona llevan meses con la mirada llena de preocupación y con los bolsillos vacíos. Les pesan más los quebraderos de cabeza que las cajas de pescado. La sardina, que durante tantos años les ha ayudado a engordar la paga, es ahora escasa y de poco gramaje, una delgadez que también padece el boquerón.

Los marineros, muchos de ellos la tercera o cuarta generación familiar que se echa a la mar, sufren como nunca antes porque sus ingresos han caído en picado y raro es el mes que ganan más de 300 euros. Las movilizaciones han empezado y el gremio asegura que no se van a detener porque no hay “nada que perder”. “Queremos respuestas inmediatas”, exige el presidente de la cofradía de Tarragona, Esteve Ortiz. “Que no nos dejen morir”, reclaman los pescadores, al tiempo que descartan que la escasez de pescado derive de un problema de sobrepesca porque “cada vez hay menos barcos faenando”. En el Serrallo, el histórico barrio marinero de Tarragona, se señala la influencia que tiene la potente industria petroquímica que opera en la zona y se alude, ni que sea con la boca pequeña, a una contaminación cada vez más patente de las aguas.

Sin embargo, la pequeñez de la sardina y el boquerón no es un asunto local. Es un problema que se reproduce en las redes que se calan entre el golfo de León, en el sur este de Francia, y hasta los puertos de Castellón.

“Puede ser que en Tarragona se note más porqué en otros puertos los pescadores han diversificado más las capturas”, razona Sergi Tudela, director general de Pesca de la Generalitat. Las especulaciones se han disparado. Que si el aumento de los atunes depreda las poblaciones de pescado azul, que si el calentamiento del agua del mar dificulta la reproducción e, incluso, hay algún osado que se atreve a cargar la culpa a las medusas. Tudela reclama seriedad y pone de relieve que detrás del adelgazamiento parece residir un “factor ambiental”. Avisa de que, en estos supuestos, la solución “puede quedar fuera de nuestro alcance”. De confirmarse estos temores, “solo quedaría adaptarse”.

Tudela saca sus impresiones del estudio más riguroso que se ha desarrollado en este campo. Un trabajo de Claire Saraux y Elisabeth van Bederen para el Institut Français de Recherche pour l'Exploitation de la Mer (Ifremer). El documento lo conoce al dedillo Isabel Palomera, investigadora del Instituto de Ciencias del Mar del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). “La tesis refiere un cambio en la composición del plancton que incide en la alimentación del pescado. No crece porque no se alimenta tan bien como solía”, indica. Palomera coincide con que el pescado azul “es muy sensible” a posibles cambios en el ambiente. “Los franceses fueron los primeros en detectar que la sardina se quedaba pequeña y disponen de datos des de los años noventa hasta ahora”. La especialista del CSIC pone de relieve que también a este lado de los Pirineos los científicos han hecho una minuciosa labor de investigación, pero lamenta que en otros estamentos no se haya cumplido con la misma diligencia. “La administración no ha actuado y durante años se ha estado pescando sin tener ningún control sobre las capturas”, denuncia. Una opinión que matiza Sergi Tudela, “si la culpa la tuviese la sobrepesca la solución sería fácil, se para y punto”.

Pero Palomera, que acumula más de 30 años estudiando las fluctuaciones de pescado azul en el Mediterráneo, no lo ve tan claro. “Hacer una parada no es fácil porque hay que subvencionarla”. Entre tanto, los pescadores sufren una caída de las capturas y del valor de las ventas que los tiene con el agua al cuello.

El tamaño sí que importa

Atender a las valoraciones de las cofradías sobre el grado de encogimiento de las capturas dificulta, por la volatilidad de los datos, una radiografía clara de la situación. El Instituto de Ciencias del Mar, ente que depende del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), apunta que la biomasa de la anchoa o boquerón disminuyó para volver a recuperarse. Pero en el caso de la sardina la desaparición es más acentuada y parece irreversible: hay cinco veces menos sardina que en los años 90. Uno de los temas que más enciende los ánimos entre pescadores, administración y científicos es la dificultad de llegar a acuerdos sobre un tema tildado de “fundamental” y que atañe al tamaño de las capturas. El boquerón no está en su edad de maduración hasta que llega a los 11 centímetros, 13 centímetros en el caso de la sardina. En cambio, no es ilegal capturar el pescado aun cuando sea de tamaño inferior. Tanto es así que la sardina puede ser pescada cuando mide 11 centímetros y el boquerón cuando llega a los 9 centímetros. En los caladeros del Cantábrico, donde los pescadores acordaron un largo parón de 5 años tras un colapso de las capturas de su valiosa anchoa, no se permite capturar piezas inferiores a los 11 centímetros.

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