La gastroneta no era esto

Por si usted ha estado viviendo en alguna estación espacial, le diremos que una gastroneta –foodtruck en inglés- es una furgoneta que sirve comida (hamburguesas de autor, tacos, bocadillos vietnamitas…) y que lo peta fuerte en el mundo anglosajón. En fin, que es como la furgoneta del churrero de toda la vida pero con cilantro por todas partes.

Aunque, claro, no todas las tendencias que viene de fuera pueden ser traducidas de forma literal. En este caso, nos hemos topado con una legislatura que no permite que, como en Los Ángeles o Austin, uno pueda aparcar su furgoneta con parrilla en una esquina y se ponga a servir banh mi a los transeúntes. Esto provoca que nuestra versión del foodtruck tenga un nombre mejor, pero una realidad tan impostada que da hasta cierto apuro. Lo armamos en encuentros como Madreat, o Street Food Madrid, que son un fantástico parking de gastronetas de todo pelaje pero que padecen la aglomeración inherente a cualquier evento gastronómico que tenga lugar en este país desde que comprar experiencias le ganó la partida a comprar cosas.

Están muy bien, se come estupendo y se hace mucha cola, que es algo que en la capital gusta una barbaridad, pero pervierten totalmente el origen y naturaleza de la gastroneta, que es espontánea y cero aspiracional. Es como descubrir a los Ramones a través de una camiseta de H&M. Antes, las tendencias llegaban limpias y el comercio las ensuciaba. Ahora, ya llegan empaquetadas para su consumo en serie. Menos mal que los de la cerveza La Virgen han creado un beertruck, o sea una gastroneta que sirve cerveza. Si pudieran aparcarla en la Plaza del 2 De Mayo un viernes de madrugada todo esto cobraría finalmente sentido, pues pillar una buena y legal cerveza de vuelta a casa en vez de comprarle algo caliente a un vendedor ambulante sí que está en sintonía con el concepto de gastronomía callejera.