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Casa Jäger Bilbao

Fiesta sorpresa en un ‘baserri’

La marca Jägermeister invita a un grupo de bilbaínos a una noche de conciertos y alcohol en una caserón vestido para la ocasión

E. R. J.
La Casa Jäger en el barrio barrio Isuskiza, de Plentzia.
La Casa Jäger en el barrio barrio Isuskiza, de Plentzia.

Un grupo de jóvenes hacen cola junto a los Jardines de Albia de Bilbao. Son 400 invitados a una fiesta secreta, con una pulsera Vip en su muñeca. Saben que un autobús les recogerá en ese punto de encuentro, pero no no saben dónde les llevará. Su destindo secreto: un enorme caserón, un baserri, en el casi montañoso barrio Isuskiza, en Plentzia. Han sido invitados a la Casa Jäger, un evento anual que organiza la marca de alcohol alemana Jägermeister —experta en campañas estrafalarias— y que llegaba esta vez al País Vasco para romper con la rutinaria noche bilbaína.

Sala de revelados fotográfico en la casa Jäger.
Sala de revelados fotográfico en la casa Jäger.

Pese a la relativamente reciente llegada de esta bebida a España, la Casa Jäger nació como una iniciativa de la división española en 2009. Todo el que hubiera logrado la misteriosa invitación sería trasladado a una localización secreta, con conciertos, animación y una decoración muy particular. "Es una manera de fidelizar los clientes y proveedores. Un 80% de las invitaciones son directa, y solo unas pocas se hacen por sorteo", explicaba el director de la franquicia en España, Vicens Bisbal metido en el ambiente festivo.

La idea ha comenzado ahora a ser implantada también Francia e Italia, después de haber pasado por Madrid, Barcelona, Málaga, Gijón y ahora Bilbao, donde más tarde ha llegado esta bebida que todavía tiene parte de su receta escondida. "Se dan los tópicos de cada comunidad. En Andalucía eran más extrovertidos y en Galicia más callados, pero aquí en Bilbao son muy cosmopolita".

Las barbas y las gafas de pasta subían y bajaban por los cuatro pisos de este caserío a media hora de Bilbao que los organizadores habían encontrado después de mucho buscar por Bizkaia. "El requisito es que no puede estar muy lejos del punto de encuentro", apuntaba Bisbal, que decía que ésta estaba en el límite. Tenía que tener unas medidas de seguridad fijadas —dos ambulancias en la entrada— y muchos cuidado de que, pese al desmadre, ninguno de los invitados se pasara. Un equipo de seguridad por cada esquina velaba por su seguridad.

Uno de los conciertos durante la Casa Jäger.
Uno de los conciertos durante la Casa Jäger.

El equipo de animadores se había encargado de vaciar los días anteriores la casa para sus huéspedes, y redecorarla para la ocasión. Los muebles y utensilios se sustituyeron por barras y tiradores de cerveza, y el diseño de los dormitorios estaba cuidadosamente guionizado.

Un cuarto para los padres adictos a la gimnasia, con botes de anabolizantes y pelotas saltarinas; un cuarto del hijo revolucionario con carteles del 15-M y los indignados o un cuarto oscuro para el revelado de fotografías. Incluso alguna que otra figura de flamencos de perdidas por las esquinas. Todos los invitados tenían vía libre para entrar y arrasar con lo que vieran, mientras bebían y disfrutaban con la música alternativa de The Suicide of Western Culture, Wilhelm o los DJs We Love Dolce Vita. Cualquier excusa era buena para acabar con la rutina. A la una de la madrugada era la hora de volver a la ciudad. La realidad volvía a dar de bruces a los locales y a los que se habían desplazado hasta el norte para una de estas exclusivas aventuras: sigue sin haber marcha —ni transporte público— en la vida nocturna de jueves en Bilbao.

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Sobre la firma

E. R. J.
Se ha pasado años capeando fuegos en el equipo de redes sociales de EL PAÍS y ahora se dedica a hablar de cine, series, cómics y lo que se le ponga por medio desde la sección de Cultura. No sabe montar en bicicleta.

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