Familias al límite
Las entidades calculan que hay 34.000 unidades con hijos y sin ingresos
Gracias a las vacaciones, El Pou de la Figuera, en el corazón del barrio barcelonés de Sant Pere, Santa Caterina y La Ribera, es un hervidero de niños estos días. Unos jóvenes latinos escuchan a Rubén Blades por un teléfono móvil mientras charlan y juegan con una pelota desinflada: “Solo quien tiene hijos entiende que el deber de un padre no acaba jamás”, dice la letra.
Este es el barrio donde Maria, de 37 años, vive con su esposo, de 44, y sus dos hijas de 7 y 12. El viernes, las niñas se fueron de colonias. La mujer, que trabaja por horas en una empresa de limpieza, las llevó hasta el Centro Abierto Tria, de la Fundación Comtal, desde donde sale la excursión. Allí también hacen refuerzo escolar, reciben merienda y pasan tardes durante el curso. La suerte de la familia se torció hace cinco años cuando el marido perdió el empleo. Su experiencia en tela asfáltica ya no valía cuando estalló la burbuja del ladrillo. “Vamos tirando como podemos”, confiesa la mujer.
Las cuentas no salen. Los 370 euros del piso, la comida, los imprevistos, la ropa… “Mi marido va a los cursos del servicio de ocupación pero no lo cogen, dicen que es mayor”. Ahora él se encarga de las menores. Ella hace malabares con su salario y ha recibido ayudas sociales. Y en casa hacen llaveros para una empresa, cobrando en negro, cuenta María mientras las nenas juegan. “Con lo de los llaveros sacamos unos 60 euros, para los extras, para ellas”, dice y las mira.
Los niños son la gran víctima de la crisis, un fenómeno casi invisible
No es un simple instinto materno. Los niños siguen siendo las principales víctimas de la crisis y el desempleo de los padres. La tasa de pobreza infantil en Cataluña es del 30%, pero el problema resulta casi invisible. Hace un par de meses, el sociólogo experto en pobreza Pau Marí-Klose recordaba en un encuentro organizado por Fedaia, la federación de entidades de atención a la infancia, cómo el CIS realizó una encuesta preguntando por el colectivo que estaba más en riesgo y se olvidó de incluir a los niños.
El desinterés contrasta con la cruzada de muchas instituciones y lo duro de las estadísticas. La semana pasada, las entidades del tercer sector ponían de nuevo el problema sobre la mesa. El informe Insocat de la federación de Entidades Catalanas de Acción Social (ECAS) revelaba que el 15% de los niños catalanes viven en hogares donde ninguno de los padres tiene un empleo, un incremento de 11 puntos desde 2008. Hace pocos días La Cruz Roja también alertaba que en lo que iba del año se había disparado en un 37% la atención a los menores.
A las voces del tercer sector también se sumaron las del mundo educativo. “La pobreza infantil es una autopista al fracaso escolar”, denunció Àlex Castillo, presidente de la Federación de Asociaciones de Padres de Alumnos de Catalunya (Fapac). La Mesa del Tercer Sector, usando los datos de la EPA, calcula que en Cataluña hay 34.000 familias sin ingresos con niños o dependientes a cargo y pidió para ellos una prestación nueva, de 465 euros: la cifra saldría de la prestación de la Renta Mínima de Inserción (RMI) más un plus por un menor a cargo. La paga, dicen desde la Mesa, es una medida de urgencia y alternativa a la RMI, que está a la espera de una reforma por parte de la Generalitat. El Ejecutivo de Artur Mas se comprometió a estudiar la idea.
Los recortes en ayudas están afectando más a los niños, afirman los expertos
El 38% de la población Sant Pere, Santa Catalina y La Ribera es inmigrante, el 12% tiene menos de 18 años. En junio, de los 1.736 desempleados del barrio, 784 llevaban más de 12 meses en paro. “Antes nos encontrábamos con el problema de falta de preparación o de trabajo precario, pero siempre había esperanzas. La dureza de la crisis ahora acaba hasta con ello”, explica Ainara García, de Comtal. La entidad busca más financiación, además de la pública, y orienta sus programas también a la atención psicológica de las familias. El centro abierto atendió en 2013 a 210 niños de 14 nacionalidades.
La familia de María aún tiene una malla de protección bajo sus malabarismos para llegar a fin de mes. Su suegra, que a veces pone la comida en la mesa; la escuela; Comtal; la leche que consigue en un banco de alimentos… Sin embargo, manifiesta que vive una gran zozobra. Un túnel en el que cuesta ver la salida. “Hay una mejora en las cifras de empleo, pero sigue siendo precario y desigual. Surge una nueva clase con muchas menos posibilidades y los menores son los más débiles”, asegura la socióloga Cristina Valls, autora del Insocat.
El problema de fondo sigue siendo cómo no dejar que los menores caigan en exclusión. “La gran asignatura es que la defensa de los derechos de la infancia es que no se apoye exclusivamente en la defensa de la dignidad”, cree Marí-Klose, que denuncia que en los momentos de vacas gordas tampoco se ha invertido en infancia, como sí ha sucedido en Reino Unido.
De hecho, en los últimos tres años, se ha reducido la inversión en el Estado un 15%, según datos de Unicef. Cataluña y otras comunidades resultaron muy afectadas en el reparto que el Ministerio de Sanidad hizo del último fondo extraordinario para la pobreza, pues no tuvo en cuenta la población (2,5 euros por niño, frente a los 130 eruso de Melilla). El jueves, el Parlament aprobó una moción para que dentro de seis años se invierta un 2,2% del PIB catalán en políticas para los menores.
Valls pone el acento en el poco impacto positivo que tienen las transferencias sociales en la pobreza infantil. En 2012, según datos de la Encuesta de Condiciones de Vida, la tasa de riesgo de pobreza baja en promedio 24,7 puntos después de que se desembolsan los recursos del sistema de protección social. En el caso de los menores de 16 años, esta reducción es solo de 8,3 puntos. “Esto demuestra que los recortes en ayudas están afectando mucho más a los niños”, explica la socióloga. “Un combate decidido de la pobreza, con políticas concretas y dinero, permite más productividad y un ahorro en otros gastos como sanidad o seguridad”, agrega Marí-Klose.
María vuelve a mirar a las niñas. Las deja en el casal y ellas parten a su semana en Vilafranca del Penedès. Ella coge su bolso y se va a trabajar.
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