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Mas, en el laboratorio del Tea Party

El presidente catalán destaca en su viaje a EE. UU las similitudes entre Cataluña y Carolina del Norte, paraíso del movimiento conservador republicano

Marc Bassets
Pat McCrory y Artur Mas, ayer en Clayton (Carolina del Norte, EE UU).
Pat McCrory y Artur Mas, ayer en Clayton (Carolina del Norte, EE UU).

Hodding Carter III —blanco y sureño, progresista, veterano de la lucha por los derechos civiles en Estados Unidos y miembro de la Administración de Jimmy Carter en los años setenta— lo dice con amargura: “Hay que entender que no son conservadores: son reaccionarios”.

Carter se refiere al gobernador de Carolina del Norte, Pat McCrory, que el martes se reunió con el presidente de la Generalitat, Artur Mas, en la inauguración de la nueva fábrica de la farmacéutica catalana Grífols, en Clayton, cerca de la capital de este estado, Raleigh. El republicano McCrory, con el apoyo de ambas cámaras legislativas, ha convertido este estado sureño en un paraíso de las recetas económicas y sociales del Partido Republicano.

“Tenemos muchas similitudes”, le dijo McCrory a Mas. El gobernador recordó que ambos llegaron al cargo en tiempos difíciles. Y atribuyó la recuperación económica y la creación de empleo en Carolina del Norte a las políticas ‘probusiness’ —favorables al mundo de los negocios— de las que la apertura de la planta de fraccionamiento de plasma de Grífols, la más grande del mundo, es una enseña.

“Identificamos muchas similitudes entre Carolina del Norte y mi país, Cataluña”, corroboró Mas en un discurso al que asistió McCrory. El presidente de la Generalitat enumeró a continuación el tejido industrial y las infraestructuras. “Tenemos un tren de alta velocidad, y vosotros no”, sonrió después. Los trenes de alta velocidad son, para buena parte del Partido Republicano, el peor símbolo del intervencionismo estatal y el despilfarro público.

El viaje del presidente Mas debía llevarle, después de Carolina del Norte, a California, pero acortó el viaje para acudir, el jueves, a la coronación de Felipe VI en Madrid. En California Mas tenía previsto reunirse con el gobernador Jerry Brown, que representa todo lo contrario que McCrory. Brown, que ya ejerció el cargo en los años setenta y ochenta, es demócrata y, si Carolina del Norte es un laboratorio de la derecha, California lo es de las causas progresistas, que incluso planea construir una línea de alta velocidad.

The New York Times’ describía recientemente en un artículo a Carolina del Norte como “un laboratorio virtual de las políticas al estilo del Tea Party"

‘The New York Times’ describía recientemente en un artículo a Carolina del Norte como “un laboratorio virtual de las políticas al estilo del Tea Party”, el movimiento populista que en los últimos años ha marcado el paso al Partido Republicano.

McCrory, que llegó al cargo tras las elecciones de 2012, es el primer gobernador republicano en este estado en casi tres décadas y el primero en contar con ambas cámaras del parlamento del mismo color, el rojo de los republicanos. Con la ayuda de contribuyentes multimillonarios como los hermanos Koch o Art Pope, la derecha ha logrado imponer sus políticas sin apenas obstáculos en un estado tradicionalmente moderado, en el nuevo Sur más diverso y abierto, donde el presidente demócrata Barack Obama ganó en 2008.

Los recortes en educación y la promoción de las escuelas privadas han puesto en pie de guerra a los sindicatos de maestros. McCrory y los parlamentarios conservadores han rechazado la posibilidad que ofrecía la reforma sanitaria de Obama de ampliar Medicaid, la sanidad pública para las personas menos ingresos. Han quitado fondos públicos a organizaciones de planificación familiar. Adoptaron una ley electoral que ‘The Washington Post’ calificó en “draconiana”, “abominable” y “antidemocrática”. La ley limita los días y horas de voto y exige un documento de identidad, una medida que en EE UU, país sin DNI, perjudica a las minorías y personas con menos ingresos, que suelen votar al Partido Demócrata. Estas leyes provocan inquietud en una parte del electorado: la segregación racial fue legal en el sur de EE UU hasta los años sesenta y las normas sobre el voto eran una de las formas para impedir la participación política de los negros.

McCrory ganó las elecciones tras haberse labrado una reputación de centrista en sus años de alcalde de Charlotte, el centro financiero de Carolina del Norte. Pero en la campaña se adhirió a las políticas de Tea Party y apoyó la enmienda en la Constitución de Carolina del Norte, aprobada unos meses antes, que declaraba inconstitucional el matrimonio homosexual. Ahora corre el riesgo de verse desbordado por sus propios legisladores y por el Tea Party.

El mapa del voto en el referéndum sobre la constitucionalidad del matrimonio homosexual refleja la diversidad de Carolina del Norte. En la zona del llamado ‘triángulo de la investigación’ —uno de los polos de innovación de EE UU, junto a Boston y Silicon Valley, y una isla progresista— ganaron los partidarios de autorizar las bodas entre personas del mismo sexo; en el resto del estado, dominaron los oponentes.

Carolina del Norte, como otros estados, es el campo de batalla ideológico entre la Administración Obama y las del Partido Republicano. McCrory afronta un movimiento popular de izquierdas que, liderado por un carismático pastor negro, William Barber II, que cada lunes ocupa el Parlamento estatal en Raleigh. Los activistas de los llamados ‘Moral Mondays’ (lunes morales) acusan al gobernador y a los legisladores republicanos de poner en práctica políticas que discriminan a negros, hispanos y otras minorías.

“Crecí en Misisipi”, dice Hodding Carter III. “Y algunos días me digo: ‘Dios mío, están intentando regresar al Misisipi de los días previos a los derechos civiles’”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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