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El vino tumba a la crisis

Las principales denominaciones de origen sortean el parón económico “La clave es que nuestra materia prima no se puede copiar”, explican desde el sector

Comienzo de la vendimia en Vilachá, de la denominación de origen Ribeira Sacra
Comienzo de la vendimia en Vilachá, de la denominación de origen Ribeira SacraNACHO GÓMEZ

Entre el derrumbe generalizado del sector primario en Galicia, el vino es una excepción notable. Con el paraguas de las denominaciones de origen (DO), las bodegas han mantenido e incluso incrementado ventas en medio de la borrasca económica. La fórmula, repiten hasta la saciedad los responsables de las principales DO, Rías Baixas y Ribeiro, es la calidad del producto, que se ha incrementado sustancialmente con el tiempo. “Comenzó en los años ochenta con una auténtica revolución agraria que culminó en los noventa con la profesionalización del sector”, explica Xavier Zas, gerente de Condes de Albarei, la cooperativa propietario del Pazo Baión y la que mayor extensión de cultivo tiene en O Salnés, capital oficiosa del albariño.

En su área de influencia —el sur de la provincia de Pontevedra— el sector genera 12.849 empleos de los cuales 7.637 son directos y estables y el resto se contabilizan como contratos eventuales en los meses de vendimia en los que la demanda de mano de obra crece, según un estudio de la Escuela de Negocios de Novacaixagalicia presentado esta semana. Esto supone más de un 7% de empleos directos en los ayuntamientos donde se centra la producción, que crece hasta casi un 12% en épocas de vendimia. En O Salnés la proporción es mayor, pues en temporada alta casi uno de cada cinco trabajadores de la comarca está dedicado al sector. Desde 1990 la uva vendimiada pasó de menos de 5.000 toneladas a las casi 42.000 de 2011, el año récord, si bien hay que tener en cuenta que en el origen solo había 14 bodegas adheridas y en el punto álgido se llegó a 200, que hoy se quedan en 177.

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“Lo más difícil en cualquier negocio es hacer un producto excelente y distinguible”, señala por su parte Roberto Goñi, gerente del consejo regulador de la DO Ribeiro, que se encontró “un tesoro” al llegar al puesto. “Estos son vinos que no se pueden copiar, lo que es clave. La materia prima no se puede reproducir por las condiciones climáticas, de suelo y orográficas”, relata sobre la zona, que cuenta con 6.000 viticultores, 100 bodegas y recoge anualmente una media de 15.000 toneladas de uva. “No han cerrado bodegas, y si resistes es porque eres sólido”, razona.

Entre las provincias de Lugo y Ourense se encuentra la Ribeira Sacra, donde las cosas también marchan viento en popa. “Los datos son tremendamente buenos”, asegura José Manuel Rodríguez, presidente del consejo regulador, que señala que tanto el año pasado como el previo se mantuvieron las ventas, que ya partían de un aumento de producción en 2010 de medio millón de litros y ronda ahora los 3,5 millones al año. Ese incremento tampoco debe ser muy sostenido, a su entender. “Hay que mantener las producciones, no se pueden disparar y después no tener a quien venderle”. Si algo critica Rodríguez es el régimen de las cooperativas, que no operan en la Ribeira Sacra, y que es injusto a su entender por las ventajas que tiene respecto al resto de empresas en el acceso a subvenciones y en capacidad de endeudamiento. “Tal y como están concebidas hoy en día son una rémora para el sector, porque no juegan con los mismos parámetros”, protesta. Rodríguez también señala como factor de resistencia al parón económico el tipo de público que van dirigidos los vinos. “En el sector del automóvil tienen más crisis los que venden coches baratos que los caros”, señala a modo de comparación. Lo que tiene claro es que, por mucho que los vinos se produzcan de forma tradicional, lo que prima es que estén buenos. “Si eres un consumidor, el que sea artesanal o no te da igual”, concluye.

De cara al futuro, tanto Rías Baixas como Ribeiro apuestan por el mercado internacional, que para la DO pontevedresa ya roza el 30% de las ventas. “El reto es seguir con el modelo de pequeño productor y abrir más mercados porque hubo y hay intentos de producir albariño en otros países como Australia, California, Argentina, Uruguay o Sur de Francia e incluso en la Denominación de Origen La Mancha, porque las variedades de uva no tienen dueño”, comenta Xavier Zas. “Pero la cuestión está en tocar la tecla de calidad y esa, hoy por hoy, la tenemos aquí, con un suelo excepcional y treinta años de cultivo”, puntualiza. “La caída del mercado nacional implicó que se empezasen a buscar mercados exteriores, lo que nos ha ayudado a todos desde el punto de vista financiero”, confirma Goñi, en cuya denominación las exportaciones ya andan sobre el 10%. Ambas DO apuestan igualmente por reducir tiranteces entre viticultores y bodegueros, eslabones de la misma cadena con intereses a veces enfrentados. Todos apuestan sin ambages, del mismo modo, por conservar el paraguas de la denominación protegida, que resiste ante las presiones internacionales —mucho más intensas sobre los países del Sur— para ir eliminando las protecciones regionales en todos los sectores. “Lo que al final defendemos es el territorio, eso nadie lo puede borrar del mapa y el consumidor lo demanda. Seguiremos en esa dinámica, sin ninguna duda”, asegura Goñi. Es una nube en el horizonte que de momento no asusta, pues el Parlamento Europeo decidió el año pasado extender los derechos de plantación hasta 2030, pero que no escapa a la campaña de las elecciones europeas. La candidata del BNG, Ana Miranda, visitó esta semana el sur Pontevedra para hablar sobre el sector y acusar al cabeza de lista del PP, Miguel Arias Cañete, de “defender los vinos a granel”.

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