Flor de un día
Debería potenciarse un movimiento sin cabezas, desestructurado, que pueda alterar el orden y fuerce al poder político y económico a actuar como en el caso de Gamonal
Creo que muchos ciudadanos hemos seguido con interés la protesta que estalló en Burgos, en el barrio de Gamonal. De la noche a la mañana, los vecinos salieron a la calle para mostrar su rechazo a los planes de transformar su calle principal en un bulevar y a la construcción de un aparcamiento subterráneo privado. Las protestas iban dirigidas al alcalde del PP y al contratista de la obra, un señor, al que habían condenado anteriormente por corrupción, hacedor de todas las obras burgalesas, que pone al alcalde en nómina y lo controla a través de su propio periódico, el Diario de Burgos. Perfil criminal muy en boga y que abunda en los dirigentes del PP o de CiU en Cataluña.
A estos ingredientes hace falta añadir el aliño: un barrio obrero con una alta tasa de paro, que ha sufrido los recortes sociales del PP, hasta el punto de verse obligado a cerrar una guardería porqud el Ayuntamiento no disponía de 13.000 euros para mantener la actividad. Hay que recordar que la obra estaba presupuestada en 13 millones de euros. ¡Un buen pellizco para el contratista condenado!
Visto así es normal el estallido social: protestas, pancartas, manifestaciones, cargas de la policía, destrozo de mobiliario urbano. Chulerías del alcalde, presiones mediáticas del especulador desde su periódico, mentiras, más cargas policiales, falsedades del Ministerio opusdeísta del Interior diciendo que los violentos eren profesionales provenientes del exterior (no sabemos si se referían a la estratosfera o al País Vasco), apoyos al alcalde de la señora Botella horrorizada, más cargas policiales y, al final, suspensión definitiva de la obra.
¿El triunfo popular de Gamonal ha sido flor de un día? ¿Es el principio de algo más profundo que inundará las calles de España y se convertirá en una huelga general política como pedía hace unos días desde EL PAÍS? ¿El pueblo unido muestra su fuerza y vence a las fuerzas capitalistas, corruptas y de derechas, de una ciudad que siempre ha sido de derechas? Yo me inclino a pensar que ha sido una protesta popular que ha encontrado enfrente a un alcalde prepotente que no ha sabido reaccionar, y que él solito se ha atado la soga al cuello. Pero, ojo, nadie ha tirado de ella, aún sigue en la alcaldía a pesar de haber insultado, menospreciado y ejercido violencias contra sus ciudadanos en forma de recortes sociales. Quizá, ya puestos, haría falta llegar hasta el final y exigir su dimisión.
Tenemos la obligación de sentirnos ciudadanos y ejercer el derecho a reclamar de las democracias liberales que nos defiendan de los ataques del capitalismo salvaje, de los privatizadores
No cabe duda que ha sido una victoria de la ciudadanía desde la calle y hay que valorarlo como un hecho positivo. ¿Qué hace falta para que este ejemplo cunda por todos los pueblos, barrios y ciudades donde los gobernantes ejercen una violencia diaria en forma de recortes y pérdida de derechos laborables?
Creo que la clave está en la confianza y en creernos ciudadanos y, como tales, poseedores de la fuerza de la razón y la acción.
Deberíamos como dice Walter C. Scott en Elogio del Anarquismo potenciar el “fermento revolucionario” que, en un principio, no debe estar institucionalizado, ni controlado por partidos ni sindicatos. Un movimiento desestructurado, sin cabezas, que pueda alterar el orden establecido y que fuerce a las élites políticas y económicas a actuar. Así se consiguieron las reformas sociales y económicas después del crash del 29 y así se avanzó en la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos de América de los años sesenta.
De golpe decidimos no pagar las hipotecas hasta que todos los ciudadanos puedan acceder a una vivienda, otro día decidimos ir con nuestros familiares dependientes, que no reciben ninguna ayuda pública, a los Ayuntamientos, Gobiernos autonómicos y Gobierno central hasta que decidan cumplir lo establecido por las leyes y la Constitución. De pronto, vamos padres, profesores y estudiantes de todos los niveles educativos y hacemos clase en nuestras calles y plazas, creando un caos circulatorio. Y así un día y otro, en una ciudad en un barrio, en un país del sur de Europa. Y el fermento crece.
Tenemos la obligación de sentirnos ciudadanos y ejercer nuestro derecho a reclamar de las democracias liberales que nos defiendan de los ataques del neoliberalismo, del capitalismo salvaje, de los privatizadores, de los que creen que los ciudadanos somos simple mercancía que pueden utilizar a su antojo. Hacerlo sería un triunfo definitivo. ¿Por qué debemos tener miedo los ciudadanos?, ¿por qué nos debemos resignar?, ¿por qué tenemos que seguir a pies juntillas a los fundamentalistas de la austeridad?
Ellos, los corruptos, los capitalistas, los especuladores, las élites sociales y económicas son las que deben tener miedo de los ciudadanos, solo cuando nos temen (a la clase trabajadora) avanzamos socialmente. ¿A qué esperamos? Gamonal fue un pequeño fermento que tuvo éxito, debemos repetirlo hasta oír en todos los palacios forjadores de desigualdades, cómo les castañean los dientes, cómo se les aflojan los esfínteres, cómo huelen el fermento de la revuelta.
Joan Boada Masoliver es profesor de Historia
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