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Fabra inicia su cuenta atrás

El jefe del Ejecutivo valenciano ha llegado al centro de su tragedia presidencial

Miquel Alberola

Alberto Fabra ha llegado al centro de su tragedia presidencial, aunque el tiempo transcurrido entre el inicio y la consumación no es simétrico. Pero nadie es perfecto. Hace dos años fue depositado en medio del escenario de una obra que ya había empezado, que pintaba mal y que no tiene final feliz. Le tocó representar el peor papel (pero tampoco se puede decir que se inmoló para salvar al pueblo) y ha tenido enfrente un horizonte tan incisivo como una navaja barbera (afilada por la herencia que le dejó su propio partido). Los dos años que lleva en el Palau de la Generalitat no han sido para él un camino de rosas: la caja estaba vacía, la deuda se expandía como una deflagración, el déficit ponía en riesgo el sistema y los acreedores sucumbían como moscas en una asfixia masiva.

Fabra se puso manos a la obra, pero sin afrontar el problema de raíz en un drama que era directamente proporcional a la gestión de sus antecesores. Solo suministró retórica y envoltorio: la mala financiación, la responsabilidad de seguir invirtiendo para no perder oportunidades,... Pero ni señaló la causa ni trazó una explícita línea roja entre el descalabro producido por el furor provinciano de sus precursores de poner Valencia en el mapa. Fue su primer error. La factura del estropicio la pagaron otros: su tijera penetró hasta la médula del sistema público y el impacto estructural y humano ha sido dramático, puesto que no solo ha desmochado el armazón autonómico sino que ha encendido la cólera de todos los damnificados (sanitarios, farmacéuticos, educadores, investigadores, funcionarios de toda condición, usuarios...), concitando una contestación de inaudita transversalidad.

Sin embargo, la escabechina y el desguace de Fabra no han detenido la hemorragia. La deuda de la Generalitat no solo no ha disminuido sino que ha aumentado (29.037 millones de euros al cierre del primer trimestre del año, un 35,9% más respecto al mismo periodo del año anterior, lo que supone un 29,1% del Producto Interior Bruto valenciano). El resto (las euforias exhibidas) son paliativos a cuenta del FLA (Fondo de Liquidación Autonómico), que es otro préstamo que habrá que devolver, a la espera de que Mariano Rajoy conciba un ameno sistema de financiación que nos devuelva a los números negros y ponga el cuentakilómetros de la Generalitat a cero.

El segundo error de Fabra fue no entrar a saco en el partido cuando fue ungido por la autoridad de Rajoy. Pudo ser otro José Ramón Bauzà y hacer con la herencia de Francisco Camps lo que ha hecho el mallorquín con la de Jaume Matas. Pudo incluso disolver las Cortes Valencianas (el desgaste del PP en 2011 no era el que sufre ahora) y convocar elecciones anticipadas para desprenderse del apestoso lastre de parlamentarios imputados por casos de corrupción sin que nadie le hubiera rechistado. Pero simplemente no hizo nada. Dejó que las cosas se fueran pudriendo al mismo ritmo que se ha ido apolillando su autoridad en el partido y abonando los problemas derivados de los procesos judiciales para que le embarraran y condicionaran mucho más la segunda parte de la legislatura. Apenas ha empezado lo peor (la segunda parte) y los enanos ya le crecen a un ritmo vertiginoso, pero es que lo que le sucede a Fabra se parece mucho a sí mismo.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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