La heroína que no quería serlo
Raquel García Mateos libró una batalla judicial durante 10 años para que se le reconociera su derecho a una reducción de horario para cuidar a sus hijas
“¡Esta mujer no es consciente de lo que ha hecho!” exclama Antonio, el robusto camarero del bar del único centro comercial que hay en Perales del Río, una pedanía de 12.000 habitantes perteneciente a Getafe. La mujer es Raquel García Mateos, de 46 años, que mira para otro lado mientras bebe la cerveza que Antonio le ha servido. Le avergüenza que hablen de ella.
A primera vista, no llama la atención por encima de otras madres, esposas y trabajadoras. Pero esta madrileña ha conseguido que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos se ponga de parte de las madres que desean conciliar su vida laboral y familiar. Alcampo, la empresa en la que trabajó durante casi 20 años, se negó a concederle una reducción de jornada para atender a sus hijas, y tras una década de litigios, ahora el Estado español deberá indemnizarla con 16.000 euros.
En febrero de 2003, Raquel, por entonces cajera en el Alcampo de Vallecas, optó por pedir una reducción de jornada para cuidar de sus hijas, de 3 y 7 años, pero la empresa se negó. “No me dieron ninguna razón”, recuerda. Y aquí entró Almudena González Sancha, secretaria general de la sección sindical de UGT en el hípermercado y compañera de Raquel durante casi 20 años en la línea de cajas. “Me dijo que lo llevaríamos a juicio y así se hizo”, explica esta madrileña, que se quita todo el mérito de la batalla que ha librado durante los últimos diez años de su vida.
Perdieron en primera instancia porque el juez dijo que Raquel no estaba pidiendo una reducción de horario sino una modificación de su contrato. Su primer impulso fue tirar la toalla, pero González Sancha y el abogado de UGT, Bernardo García, la convencieron para pedir amparo al Tribunal Constitucional alegando discriminación de género. "Era muy importante dar este paso para que a otras mujeres no les pase lo mismo en el futuro. Raquel estaba agobiada pero se enfrentó a ello, ha sido muy solidaria", recuerda la sindicalista.
El Constitucional falló a favor de la empleada hasta en dos ocasiones
Los años siguientes fueron un ir y venir a los tribunales. El Constitucional falló en su favor dos veces: la primera ordenó dictar nueva sentencia al juzgado de Madrid, pero este no lo hizo al considerar que no se había justificado la necesidad de gozar de esos nuevos horarios. La segunda, en 2009, ya era demasiado tarde. El Estatuto de los Trabajadores permite pedir una reducción de horario para cuidar a los hijos menores de ocho años, y la niña de Raquel estaba a punto de cumplirlos. Por eso, su abogado reclamó una indemnización de 40.986 por daños morales. El Constitucional alegó que no puede ordenar compensaciones económicas, y Raquel se quedó como estaba. "Me daba todo igual, quería acabar cuanto antes", recuerda, pero fue nuevamente convencida para acudir a Estrasburgo.
Raquel acaparó la atención de los medios de comunicación en esos días de 2007, y se agobió mucho más. Sus hijas decían a la gente muy contentas que su mamá era famosa, pero ella guarda mal recuerdo. "Lo pasé fatal porque me sacaron todos los telediarios, me agobiaron". También fue entonces cuando UGT decidió concederle el Premio 8 de Marzo que anualmente otorga con motivo del Día Internacional de la Mujer. "Tuve que preparar un discurso y leerlo delante de 200 personas, lo pasé un poco mal", recuerda esta timidísima mujer.
En los últimos años, UGT ha llevado a juicio cinco casos similares al de Raquel y ha ganado todos
El 19 de febrero, diez años después, el tribunal europeo dictó sentencia a favor de la demandante e hizo al Gobierno de España responsable último de que no se haya aplicado correctamente la decisión del Constitucional. Raquel dice no ser consciente de lo que significa, y ni siquiera ha contado a sus hijas las últimas noticias. "Ellas no entienden de estrasburgos y de tribunales, yo guardaré todos los papelitos y cuando sean mayores ya se enterarán".
Raquel no es muy consciente de lo que ha conseguido, pero quien sí sabe muy bien lo que significa ganar esta batalla es González Sancha. Ella ha asesorado a otras mujeres en situaciones parecidas, y desde que cuentan con la sentencia favorable del Constitucional, las cosas han cambiado a mejor. “En los últimos cinco años hemos ido a juicio contra Alcampo cinco veces por casos idénticos, y hemos ganado siempre”, asegura. La cadena de hípermercados no ha querido pronunciarse al respecto.
Esta ex cajera vive una nueva y plácida vida. Dejó Vallecas y se mudó a un coqueto adosado en Perales del Río, donde sus hijas Sonia y Clara, que ya son dos mujercitas de 17 y 13 años, van al instituto caminando y "no pasan por casa en todo el fin de semana". Tampoco trabaja en Alcampo. En 2009 pidió una excedencia y montó una tienda de chucherías en el barrio. Viven con su sueldo y el de taxista de Alfonso, su marido, y ha ganado en calidad de vida. "Antes siempre tenía dolores de hombros, estaba amargada".
De su antiguo trabajo no quiere saber nada, no podría volver a los malos modos de algunos clientes y al eterno bip bip del escáner de códigos de barras. "Vendo caramelos, a mi tienda siempre viene la gente contenta", explica sonriente. En noviembre de 2014 tendrá que dar una respuesta al supermercado: volver de la excedencia o dar el adiós definitivo. Teme la vida sin la seguridad de un trabajo fijo, pero la felicidad pesa más y el negocio marcha pese a la crisis.
No guarda grandes planes para su inesperada recompensa. Dice que tapará agujeros, pero no puede evitar soñar despierta: "Hace ya más de dos veranos que no salimos de vacaciones, así que a lo mejor vamos a alguna isla de Baleares o Canarias. Si no es este verano, será al siguiente".
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