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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El cuento de la lechera

Cientos de miles de padres que invirtieron su cariño y sus ahorros en la educación de sus hijos ven ahora, desolados, que no sirvió para nada

Una señora de mediana edad me abordó para entregarme el currículo de su hija. Sabe que soy periodista y su hija se ha licenciado en Comunicación. Está sin trabajo.

—Malos tiempos, señora. ¿Sabe que hay miles de periodistas buscando empleo?

Lo sabía. Pero, ¿qué no hará una madre por ayudar a su hija? La señora había colocado los tres apretados folios en una pulcra carpetilla de plástico. Nuevecita.

—Quédese la carpeta. Lo voy a distribuir por e-mail.

—No. Llévesela, ahí dentro está mejor.

Ahí, en esa carpetilla de plástico blanco, impoluta, están depositadas las esperanzas de una familia. Puedo hacer poca cosa. El Informe anual de la profesión periodística 2012 afirma que 13.383 personas buscan hoy trabajo como periodistas.

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Pero leí el currículo con atención. La joven tiene 24 años. Licenciada en Comunicación Audiovisual. Ha estudiado cine y televisión en Estados Unidos. Idiomas en Irlanda e Inglaterra. Maneja ordenadores, sabe del enrevesado Photoshop. Carnet de conducir. Dispuesta a trasladarse allí donde surja la más mínima oportunidad…

Como tantos jóvenes de su edad, tiene ante sí un negro futuro. El paro es el problema nacional. Los jóvenes se llevan la peor parte: más de la mitad está sin trabajo. En Andalucía, CC OO ofreció hace poco un dato espeluznante: 8 de cada 10 puestos de trabajo que se destruyen estaban ocupados por jóvenes (menores de 35 años).

Cientos de miles de padres que invirtieron su cariño y sus ahorros en la educación de sus hijos ven ahora, desolados, que no sirvió para nada. Los hijos crecen entre el desencanto y el rechazo a un sistema que no solo no les protege, sino que los abandona a su suerte. Porque, para el Gobierno central, lo prioritario es el déficit. No el paro.

Desencantada, la ciudadanía se siente insatisfecha con el funcionamiento de la democracia. Eso afirma el 58,3% de los andaluces, según la última encuesta del IESA. ¿Para qué queremos una democracia si no atendemos el principal problema que afecta y deprime a los ciudadanos?

Las prioridades son otras. La banca, el déficit, los beneficios. Del hombre, se han olvidado, señala Iñaki Gabilondo. “El hombre se nos ha volatilizado, ya no aparece en las preocupaciones de los que nos mandan”, afirma el veterano periodista.

Quien manda es el dinero. Siempre tuvo el control, pero ahora el dinero manda muchísimo más que antes.

Escucho estos días al presidente Rajoy, que repite cansino: el objetivo es cumplir el déficit, sanear la banca para que fluya el crédito y, cuando haya crédito, las empresas crearán puestos de trabajo, y entonces, los que encuentren empleo cobrarán un salario (miserable) y consumirán más, y el Estado percibirá ingresos vía impuestos, y las empresas venderán más, y crearan nuevos puestos de trabajo, y quienes los encuentren… El cuento de la lechera, vamos.

En otros lares, el empleo sí obsesiona a los gobernantes. El presidente Obama pondrá todos los miles de millones de dólares que sean precisos hasta dejar la tasa de desempleo por debajo del 6,5%. En Andalucía, está en el 35%.

El presidente francés Hollande destinará 100.000 millones de euros a partir del 1 de enero para garantizar un trabajo a todos los jóvenes sin cualificación entre 18 y 25 años. Un tramo de edad que golpea de manera brutal a los andaluces: el 60% está en paro (CC OO).

Pero mientras el Gobierno Rajoy le niega a la Junta de Andalucía un plan especial de promoción del empleo, lo financia en las comunidades amigas, como Extremadura. Dice que el poco dinero disponible es para sanear la banca, para que fluya el crédito a las pymes y las familias y entonces se puedan crear...

Con 800.000 parados más (EPA) en su primer año de gobierno, ¿quién se cree a estas alturas este viejo cuento de la lechera?

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