Contención en el pueblo afortunado
Las ventas caen alrededor de un 30% en la Administración de Oñati que vendió El Gordo en 2008
Oñati tiene imagen de pueblo afortunado. El municipio guipuzcoano registra una de las menores tasas de paro de la España sumida en la crisis, y la localidad, de poco más de 11.000 habitantes, fue una de las agraciadas en la lotería de Navidad de 2008, entonces la Administración Número 1 del municipio vendió El Gordo. Lo vendió Jaime Irizar que esta mañana ha estado recorriendo el municipio para recoger las devoluciones y que calcula que las ventas respecto al año anterior caerán alrededor de un 30%.
“No ha sido una buena campaña, pero tampoco nos podemos quejar”, apunta el propietario de la administración. La crisis no es ajena a la ilusión y la esperanza. “Todos estamos en la misma situación”, apunta Irizar, en referencia a que Oñati no es extraño a la estrechez, “han cerrado empresas, han cerrado bares, y muchos otros que no lo han hecho han dejado de comprar lotería”, cuenta por teléfono.
"La lotería no es un bien necesario y la gente compra menos décimos"
Irizar es consciente de que trabaja con lo que el denomina un “artículo de lujo”, “la lotería no es un bien necesario, por lo que la gente en vez de comprar cuatro décimos, compra tres o dos o uno, o directamente participaciones”. Cierto cansancio y pesadumbre acompañan las palabras de Irizar, que añade, que ni los vecinos se están agarrando a la lotería, aunque sea de forma modesta, como remedio contra la crisis. “La gente está muy quemada, aquí no pienses que vivimos en una burbuja, ni mucho menos, también las estamos pasando putas”.
“Me han entrado ganas de llorar”, reconoce el lotero después de su periplo por Oñati para efectuar los últimos cobros, “ponemos todo el empeño del mundo pero el resultado final no está en nuestra mano”. La suerte es caprichosa. Lo fue cuando Irizar vendió aquel Gordo, con poco más de 10 años en el negocio, porque como apunta “hay quien lleva 80 en esto y no lo ha visto en su vida”. Dicen las estadísticas que la administración que reparte suerte el siguiente año atrae a más compradores. Irizar lo desmiente, en 2009, puntualiza, vendió un 10% menos, “esto no deja de ser un pueblo pequeñín”.
Y aunque este 2012 las ventas se hayan resentido, Irizar, aunque no lo denote el tono de su voz, no pierde la esperanza. “Hay quien me dice que estadísticamente a mi no me toca volver a repartir El Gordo hasta dentro de no se cuántos años. ¡Anda ya!”. “Ya lo he probado y quiero más”, concede tajante. “Solo espero que volvamos a hablar mañana por teléfono, eso sería una buena señal”.
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