Milicianos y seres fantásticos coinciden en ‘El bosc’
La película, con guión de Sánchez Piñol, se estrena hoy
No es sólo otra película sobre la Guerra Civil española. Es una historia de amor y soledad con licencias fantásticas, una intrusión en los ásperos parajes de la comarca de la Matarraña y “el primer film de la historia grabado íntegramente en aragonés oriental”, según el guionista y autor del texto original del El bosc, el escritor Albert Sánchez Piñol.
En este film, dirigido por Óscar Aibar (Barcelona, 1967), el conflicto bélico es más una excusa que un motivo en sí mismo; un pretexto para fusionar una trama sobrenatural con los conflictos humanos que se viven el la retaguardia del cualquier guerra. “De hecho, en un principio nos planteamos ubicarla durante las guerras carlistas, pero no nos convencían los bigotes característicos”, explicó Sánchez Piñol durante la presentación de la película, que, tras poder verse en octubre en el Festival de Sitges, se estrena hoy en las salas comerciales (26 de ellas en versión original en catalán, inglés y castellano).
El bosc, con un presupuesto de dos millones de euros, transcurre en una masía del Bajo Aragón cuya familia esconde un secreto: en un bosque de apenas diez pinos, aparece, cada seis meses, una esfera azulada que transporta a una dimensión paralela.
Ramon (Alex Brendemühl), heredero de la masía, y su mujer Dora (Maria Molins) viven haciendo caso omiso a esas extrañas luces. Hasta que, en la revuelta anarquista y la colectivización de las tierras vividas durante la guerra, Ramon acaba usándolas para escapar de los milicianos, liderados por Lo Coixo, interpretado por Pere Ponce. “Tal vez sea la primera película ambientada en la guerra civil donde los anarquistas son los malos”, observó el guionista.
“Me hubiera gustado seguir a Ramon en su viaje transdimensional, mostrando al espectador el mundo formado por seres extravagantes de costumbres insólitas, pero mi presupuesto fue inferior al de zapatería de El Hobbit", comentó irónicamente el director Aibar.
Los elementos mágicos quedan, pues, relegados casi íntegramente a la imaginación del espectador, dejando a los personajes y sus relaciones como verdadera materia prima de la historia.
No es la primera vez que Aibar se aventura en la mezcla de géneros; ya lo hizo con su ópera prima Atolladero (1995), un largometraje futurista situado en un páramo desértico en Estados Unidos.
Brendemühl y Molins, sudaron la gota gorda para conseguir expresarse fluidamente en el dialecto de la Franja. “Da mucho respeto enfrentarse a un idioma ajeno, adoptarlo sin que parezca una parodia. Pero también crea una complicidad especial con el personaje”, reflexionó el barcelonés Brendemhüll, que durante 98 minutos pasa por ser un payés oriundo del Bajo Aragón. El actor explicó que, pese a la asesora lingüística, tuvieron que repetir algunas escenas una y otra vez.
“A mi, que soy de L’Hospitalet, repetir tomas porque una e tenía que ser más abierta o más cerrada me desesperaba”, bromeó el director, quien explicó que la película se dobló al castellano para su presentación en el resto del país, perdiéndose estos matices. “Aunque el doblaje está muy cuidado, nosotros defendemos la versión original", puntualizó.
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