Por la memoria de don Diego
Familiares del brigadier De Alvear se reúnen en Cádiz para reivindicar su figura histórica
Llevan en su mano un libro. No es una biblia. Pero como si lo fuese. Porque creen en todo lo que dice y van divulgando su contenido por donde van. Los descendientes del brigadier Diego de Alvear, reconocido por la tragedia que sufrió su familia en el hundimiento de la fragata Mercedes, se han reunido en Cádiz. Más de un centenar de parientes que conservan la memoria sobre su antepasado como una misión. “Nosotros recibimos esta historia de nuestros padres y somos los encargados de que no se pierda”, explica José María de Alvear, uno de los estandartes de este encuentro. Su tarea es explicar que don Diego fue mucho más que ese capitán de navío al que la empresa Odyssey, interesada por el oro que llevaba la Mercedes, recuperó del pasado. “Sin él, el rumbo de la historia de España sería otro”.
El libro que tanto protegen los Alvear se llama Historia de don Diego de Alvear y Ponce de León y está escrito por Sabina de Alvear y Ward, hija del segundo matrimonio del brigadier. Ahí se resumen los principales avatares de su vida. Su infancia, en una familia de bodegueros. Su afán de distinguirse al hacerse guardia marina. Su trabajo científico en el recuento de flora y fauna en América. Su análisis de los indígenas. Y hay un gran tramo dedicado al trágico episodio. Diego de Alvear regresaba del nuevo continente con su mujer y sus ocho hijos a bordo de la Mercedes. Era 1804 y, aunque en ese momento España no estaba en guerra con Inglaterra, los ingleses sospechaban que el barco llevaba oro para Napoleón. El destino quiso que el comandante de otro barco cayera enfermo y Diego de Alvear, junto con su revoltoso hijo mayor, se trasladara a la otra fragata. Desde allí vieron estallar la Mercedes. Murió su familia y se hundió todo su dinero, en oro, parte del cual recuperó Odyssey en un expolio por los tesoros sumergidos sin precedentes.
Su familia y su oro desaparecieron con la nave que luego expolió Odyssey
120 descendientes de Diego de Alvear se han encontrado en Cádiz. Han venido desde diversos puntos de España y América. Y, aunque se distinguen en apellidos y orígenes, todos coinciden en una reivindicación: la de poner al brigadier en su lugar en la Historia. “Él superó una tragedia familiar tremenda. Cuentan que tardó en llorar. Lo hizo en una iglesia”, resume José María de Alvear. Y después retomó su vida.
Se casó con Luisa Rebeca Ward y tuvo un papel decisivo en los trascendentales acontecimientos vividos en la Bahía de Cádiz entre 1810 y 1812, cuando Cádiz y San Fernando resistieron la invasión francesa y fueron centros del Gobierno español y cuna de la Constitución de 1812. “Sin él, seguramente no se habría podido frenar a los franceses y la historia sería otra”, defienden los Alvear. También le atribuyen la elección del Teatro de las Cortes y el Oratorio San Felipe Neri como centros de las decisiones más importantes.
Tuvo un papel decisivo en la resistencia a los franceses en Cádiz
La llegada del trienio absolutista privó a Diego de Alvear de todas sus condecoraciones. Él siempre las reclamó y algunas les fueron devueltas poco antes de morir, a los 80 años. Y sus descendientes, ayudados por las Administraciones y varias entidades privadas, han conseguido encontrarse en un mismo lugar, recordarle y volverle a rendir un homenaje. “Nosotros sí le conocemos. Porque nuestros padres nos contaron quién era y nosotros se lo estamos contando a nuestros hijos”.
Según han revelado los descendientes, Odyssey les ofreció el 10% de lo que obtuviera vendiendo las monedas extraídas del pecio de la Mercedes en el mercado negro. Finalmente las monedas, tras una intensa batalla judicial, están en España. “Es patrimonio nacional y eso ya es intocable”, sentencia José María de Alvear.
Su reclamación no es económica. “Nos gustaría que ese tesoro se exhibiera y nos consta que Cultura prepara una exposición fija y una permanente sobre lo encontrado”. Ayuntamientos como el de Montilla (Córdoba), donde nació Diego de Alvear, han reclamado ser una de sus sedes. También Cádiz y San Fernando, ciudades donde estos días la memoria del brigadier ha ganado una batalla al paso del tiempo. Una victoria frente al olvido.
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